El maestro por excelencia del periodismo espa?ol Jos¨¦ Antonio Dur¨¢n
Se dijo de Valle-Incl¨¢n que ide¨® la figura del marqu¨¦s de Bradom¨ªn como contratipo de Alfredo Vicenti. Lejos de ser "feo, cat¨®lico y sentimental", arist¨®crata y carlista, la suya fue -de principio a fin- la gallarda figura del amador discreto, contrario a cualquier exhibici¨®n. Paseaba la aventajada estatura enfundado en austera vestimenta de corte cl¨¢sico, a juego con el rostro, afilado, y los provocadores bigotes que blanque¨® el tiempo, "negros como el azabache". Dem¨®crata, siempre fue partidario de una Iberia federal, civil y tolerante, ajena a cualquier absoluto. Cuando apenas quedaban republicanos en Espa?a, su prestigio (y el de Gald¨®s, su viejo amigo) adornaba las candidaturas republicanas. Ni siquiera los humoristas gr¨¢ficos osaron descomponer una figura as¨ª. Tampoco los adversarios.Vicenti era... distinto. El misterioso caballero del Greco revivido. Los primeros espadas de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza lo tuvieron por el "gran desde?oso", porque con lo que no quiso ser, ser¨ªa feliz una muchedumbre. "Con lo que posee -su nombre- y un pu?ado de puros de la Tabacalera, le basta para ser dichoso, si acaso lo es".
Valle hereda de su padre la pasi¨®n de los progresistas gallegos por el personaje, y recurre a ¨¦l cuando s¨®lo era un desconocido. Supo pues por s¨ª mismo lo que callaron casi todos: que la nueva edad de oro de la cultura human¨ªstica espa?ola debe m¨¢s de lo que se piensa al alto concepto que tuvo del periodismo aquel poeta cuyos versos y prosas juveniles leyeron con fruici¨®n Murgu¨ªa y Rosal¨ªa Castro; pero que "dej¨® la poes¨ªa para descubir poetas"...
Para Vicenti el periodismo era escritura. Revolucion¨®, sobre todo, la semblanza, el perfil biogr¨¢fico, los art¨ªculos de fondo y los editoriales. No ten¨ªa que firmar. La belleza de la prosa y la originalidad del enfoque le denuncia. Varios gobiernos se tambalearon con aquellas punzadas an¨®nimas.
Numerosas cuestiones de Estado surgieron de su anonimato. Eran delicias exclusivas de Vicenti. El Maestro por excelencia del periodismo espa?ol. As¨ª, correctamente expresada, comparec¨ªa la noticia. Sus redactores eran de Vicenti. Se acoplaban "como una gran orquesta", nucleada por grandes profesionales; pero los solistas, espor¨¢dicos o continuados, formaban parte de su orgullo m¨¢s ¨ªntimo. Llegaron a ¨¦l desconocidos, para protagonizar despu¨¦s la edad de oro.
"Ten¨ªa el andar pausado, la voz grave pero sonora y el genio vivo". Como se dijo de Kant, los relojes de Madrid marchaban a su paso. Cuando comenzaba a recibir (las once en punto de la noche), la escalera del peri¨®dico era un jolgorio de primerizos y sablistas. So?aban con que les prestara atenci¨®n el "cerebro de bronce", clavado a un "coraz¨®n de blanda cera". Hasta los ordenanzas eran distintos. Le¨ªan a E?a de Queiroz y sab¨ªan qui¨¦n era Curros o Lamas Carvajal. En su pasi¨®n por mostrar lo que la Espa?a oficial desconoc¨ªa, Vicenti provocaba al centralismo afrancesado con el ejemplo de las comunidades atl¨¢nticas. La city londinense, Galicia y Portugal le dieron admirable juego.
Hablaba como escrib¨ªa. Marc¨® con sus observaciones los asuntos m¨¢s peregrinos. Rafael Villar, legendario defensor del cura Galeote, atribu¨ªa su instant¨¢nea celebridad a la interpretaci¨®n vicentiniana del c¨¦lebre asesinato del obispo de Madrid.
Se dijo que "hubiera sido un burgrave provinciano si el cardenal Pay¨¢ y Rico, excomulg¨¢ndole en 1878, no le hubiera desterrado de Compostela". Se desconoce, sin embargo, la profunda admiraci¨®n que sent¨ªa el m¨¢s "liberal" y talentudo de los purpurados espa?oles por aquel jovenc¨ªsimo director de El Diario de Santiago. El mejor de Galicia. Y que desterrador y desterrado volvieron a ser grandes amigos, cuando Pay¨¢ se convirti¨® en Primado de las Espa?as. Ni por eso dej¨® de defender la libertad de cultos, ni de informar acerca de las barbaridades que el clericalismo cat¨®lico echaba por la boca en p¨²lpitos, misiones y escuelas. Galicia, la otra pasi¨®n, tampoco le perdi¨®. Fue su "c¨®nsul" en Madrid. El prestigioso abogado de todas sus causas.
Caso ¨²nico, sol¨ªa superar las crisis biogr¨¢ficas mejorando el status profesional. Apenas llegado a la Villa y Corte, sustituy¨® a Murgu¨ªa en la direcci¨®n de la extraordinaria Ilustraci¨®n Gallega y Asturiana de Alejandro Chao y fue clave en la progresi¨®n de El Globo, el gran diario de Castelar. A¨²n lo dirig¨ªa, cuando logr¨® convocar representantes de veintitantos peri¨®dicos y seis agencias de distintos colores pol¨ªticos para crear la Asociaci¨®n de la Prensa. Enemigo de los cargos, cedi¨® a Miguel Moya la presidencia. Cuando se fue al paro, disconforme con la evoluci¨®n pol¨ªtica de Castelar, Moya lo introdujo en El Liberal. En ambos casos, como jefe de redacci¨®n, dispuso y afin¨® "la gran orquesta", dirigi¨¦ndola en los mejores a?os.
"Hijo bravo" de un cl¨¦rigo de relieve y una modistilla de gran belleza, el gal¨¢n discreto naci¨® hace 150 a?os. Esc¨¢ndalo de la Compostela clerical y ultramontana, fue a parar a la Inclusa. Recuperado por la madre, form¨® parte de la quinta ciudad: la marginada por liberal, progresista y dem¨®crata. Entusiasta de los garibaldinos, italianiz¨® el apellido com¨²n de los exp¨®sitos y fue l¨ªder indiscutible de su generaci¨®n. Muri¨® en la c¨²spide. Representaba en Cortes al distrito gallego de ?rdenes y dirig¨ªa El Liberal, diario de la Sociedad Editorial (el trust), el de mayor circulaci¨®n de Espa?a. Pero su familia hubo de recurrir a los amigos para pagar el sepelio...
La Facultad de Periodismo de la Universidad de Santiago se dispone a celebrar el a?o Vicenti mostrando, en todas sus facetas, la poli¨¦drica personalidad de este enorme personaje de la intrahistoria gallega y espa?ola.
Jos¨¦ Antonio Dur¨¢n es historiador.
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