El tes¨®n de Hewitt hiela la pista
El australiano super¨® psicol¨®gicamente a Costa y dio la vuelta al primer partido
La primera derrota cay¨® como una ducha helada. Nadie la esperaba. El partido entre Lleyton Hewitt y Albert Costa, el que abri¨® la final de la Copa Davis, supuso la primera decepci¨®n para el entregado p¨²blico del Palau Sant Jordi, de Barcelona.Hewitt, el s¨¦ptimo jugador mundial, apenas gan¨®. M¨¢s bien fue arrastrando el partido hacia la victoria con su tremenda fuerza, tomando modelo de la figura mitol¨®gica de S¨ªsifo, condenado a subir a la cima de una monta?a una gran piedra que siempre acababa cay¨¦ndose. La ¨²nica diferencia fue que Hewitt encontr¨® un final feliz tras destrozar, uno tras otro, todos los logros que hab¨ªa acumulado el leridano hasta la quinta manga. El de Hewitt fue el triunfo del coraz¨®n y del coraje: al final, estuvo m¨¢s entero mentalmente y eso le dio la fuerza para arrasar con todo.
Era algo con lo que se deb¨ªa contar. Hewitt no es un gran jugador, no tiene golpes ganadores, no logra desbordar con su derecha ni con su rev¨¦s y sube a la red de forma muy espor¨¢dica a rematar los puntos que ya tiene ganados. Pero posee una fuerza mental incontenible que le obliga a buscar siempre motivaciones suplementarias. Y esta vez, frente a Costa, las ten¨ªa todas: jugaba por su pa¨ªs y eso es m¨¢s que suficiente para cualquier aussie. Sus l¨¢grimas al final del partido, las de su novia Kim Clijsters y la emoci¨®n incontenida de sus padres y de su capit¨¢n, John Newcombe, no mostraban nada nuevo. Australia siente la Copa Davis como algo consustancial.
Esa fuerza les ha llevado a ganar 27 veces este torneo, la ¨²ltima en Francia hace un a?o. All¨ª Hewitt no logr¨® ninguna victoria, pero aprendi¨® la lecci¨®n. La sensaci¨®n que ofreci¨® el Sant Jordi es la de que quienes realmente estaban disfrutando, en el primer partido al menos, eran los australianos. El palco, la grada, los jugadores y el capit¨¢n espa?ol, Javier Duarte, parec¨ªan tensos, dispuestos a sufrir para ganar un partido complicado. En cambio, John Newcombe bail¨® con ganas cuando son¨® el I will survive. Y los 1.300 aficionados que llenaban de amarillo una parte de la grada no se agobiaron cuando Costa ganaba por 5-0 en la primera manga ni cuando gan¨® la tercera y se coloc¨® con 2-1.
Hewitt sigui¨® luchando, mantuvo su esp¨ªritu y fue excit¨¢ndose a medida que avanzaba el partido. Si al principio los comme on! apenas se o¨ªan despu¨¦s comenzaron a ser m¨¢s sonoros. Y, a medida que ¨¦l crec¨ªa, Costa parec¨ªa cada vez m¨¢s peque?o y limitado desde el punto de vista psicol¨®gico. En el cuarto set, el espa?ol no tuvo ninguna bola de break. Cuando en el quinto cedi¨® su saque en el quinto juego, se presagi¨® la tragedia. Hasta que el p¨²blico se ali¨® definitivamente con Costa y, con su actitud rebelde -aplaudiendo los errores y sin guardar silencio para el saque-, logr¨® romper la monol¨ªtica concentraci¨®n de Hewitt. Fue en el d¨¦cimo juego: Costa tuvo 0-40 para igualar a cinco. Pero con dos aces (13 en total) el australiano cambi¨® la situaci¨®n y acab¨® ganando. Despu¨¦s, levant¨® el pu?o, se abraz¨® a su capit¨¢n y se peg¨® varios golpes en el pecho: no hay duda, para ganar a Australia habr¨¢ que disfrutar de la final, no sufrir con ella.
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