Espa?a abraza al fin la 'ensaladera'
El equipo nacional se desquita de sus derrotas en 1965 y 1967 y vence a Australia en la final de la Copa Davis - El ¨¦pico triunfo de Juan Carlos Ferrero sobre Lleyton Hewitt rubrica el tercer punto y hace innecesaria la disputa del quinto partido
La descarga de adrenalina fue descomunal. A las 16.56 se elev¨® al cielo del Palau Sant Jordi un grito inhumano lanzado por 13.500 gargantas. Era un grito liberador, contenido durante 33 a?os, desde la ¨²ltima final perdida en Australia en 1967. La ensaladera, ese trofeo de discutible est¨¦tica, por fin ced¨ªa en su cruel resistencia. Juan Carlos Ferrero se dejaba caer sobre la tierra, exhausto, despu¨¦s de cuatro horas terribles y todo el equipo espa?ol se precipitaba sobre ¨¦l. El muro de la m¨ªtica Copa Davis, perseguida durante decenios por varias generaciones de enorme talento, ca¨ªa por f¨ªn. Era uno de los retos m¨¢s antiguos y m¨¢s perseguidos en la historia del deporte espa?ol. El grito de alegr¨ªa fue ensordecedor. Se habr¨¢ escuchado desde Australia, seguro.La final anunciaba emociones fuertes. Y las hubo hasta el ¨²ltimo respiro. Lleyton Hewitt es un extraordinario luchador. Brind¨® una resistencia feroz. No quer¨ªa ser ¨¦l quien concediese el t¨ªtulo. La tierra batida no es su superficie y, aun as¨ª, pele¨® de t¨² a t¨² con el especialista Ferrero. Fue un partido de una enorme tensi¨®n, de ¨¦sos que engrandecen un deporte. Y Ferrero lo jug¨® con una envidiable madurez para sus escasos 20 a?os. Pod¨ªa haberlo rematado en tres sets, pero Hewitt no estaba de acuerdo. Fue una lucha tremenda que concluy¨® a la cuarta bola de partido, con los dos jugadores muertos, desbordados por la enorme tensi¨®n. Fue un final ¨¦pico, digno de una espera tan larga. L¨¢grimas, gritos, abrazos. Ah¨ª comenz¨® la gran fiesta. La fiesta que tantos a?os se ha hecho esperar.
Ontinyent, donde naci¨®, y Villena, donde ha crecido como jugador, tuvieron que enloquecer ayer con el recital de este nuevo crack que se nos ha hecho mayor en esta final. Ferrero va a dar muchas alegr¨ªas. Sus dos compromisos eran dificil¨ªsimos. El viernes fren¨® a Patrick Rafter y a una Australia euf¨®rica tras el primer punto. Y ayer remat¨® el trabajo ante el gladiador Hewitt. S¨®lo mostr¨® los temblores m¨ªnimos que conlleva una situaci¨®n tan dif¨ªcil. ?Se imaginan lo que pasa por la cabeza de un chaval de 20 a?os cuando ve que s¨®lo le falta un punto para entrar en la historia de su deporte? Algunos ser¨ªan incapaces incluso de sostener la raqueta. Ferrero demostr¨® ser un joven de una enorme fortaleza mental. Un ganador. ?Hac¨ªa cuanto tiempo que Espa?a lo buscaba?
Pero hablar s¨®lo de Ferrero ser¨ªa injusto. Si hay un cambio radical que ha conducido a esta victoria es la construcci¨®n de un equipo compacto, algo inusual en este y otros deportes en Espa?a. Todos tuvieron su papel. Albert Costa castig¨® a Hewitt con cuatro horas dur¨ªsimas que seguro que ayer not¨® en sus piernas. Joan Balcells se merend¨® ¨¦l solo a la pareja de dobles australiana, sin complejos. Y ?lex Corretja, la bala en la rec¨¢mara para el quinto partido, se qued¨® sin gloria en la pista, pero s¨®lo su generosidad permiti¨® que el G-4, los capitanes, actuasen con libertad. Un n¨²mero uno puede exigir el protagonismo. Y, si lo hace, nadie se lo puede negar. Corretja ha sido la columna vertebral del equipo. El hombre que ha puesto pegamento entre las diferentes voluntades. Eso incluso le ha costado que haya sido Ferrero quien se haya puesto los galones en la pista. Y el ¨²ltimo elogio deber¨ªa ser para los capitanes. Han tenido que tomar decisiones perjudicando en alg¨²n momento a los jugadores a los que dirigen durante todo el a?o. Han arriesgado y les ha salido muy bien. Merecen un respeto. Su actitud de colaboraci¨®n y complicidad tampoco es habitual en el deporte espa?ol.
Estos d¨ªas se ha batido el r¨¦cord de audiencia televisiva en la historia del tenis en Espa?a. Seguro que miles de nuevos Ferreros coger¨¢n ahora por primera vez una raqueta para emular a sus nuevos h¨¦roes. Ha sido una explosi¨®n continua de emociones que han compartido los jugadores, el p¨²blico del Palau y millones de espectadores frente al televisor. Es un terremoto parecido al que produjeron hace 33 a?os los Santana, Orantes, Arilla y Gisbert. Por eso fue de justicia que la cara del G-4, Javier Duarte, se acordase de ellos ayer durante la fiesta: "Si hubieran jugado aqu¨ª, seguro que tambi¨¦n habr¨ªan ganado".
La ensaladera se va a quedar en Espa?a al menos durante 12 meses. Pero no duden de que puede pasar a formar parte del paisaje habitual durante los pr¨®ximos a?os. Espa?a tiene un equipazo. A Costa, Corretja, Ferrero y Balcells se les puede unir en cualquier momento una decena de jugadores de enorme talento. Jugadores que ayer vivieron desde las gradas, con sana envidia, el triunfo de sus compa?eros. Si ha ca¨ªdo el muro m¨¢s alto, cualquier otro es ya accesible.
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