Recuperar el pasado
JOSU BILBAO FULLAONDOLa recuperaci¨®n de la historia de la fotograf¨ªa en el Pa¨ªs Vasco es un proceso lento y costoso. Las dificultades que entra?a el abrir la puerta de un archivo particular solo lo conocen los investigadores de esta materia. Cuando el caj¨®n del abuelo no se ha tirado a la basura los recelos a dejarlo ver por ajenos son enormes. Unas veces por pudor a mostrar lo que se entiende como un pasado intimo y familiar; otras por la sospecha de que el intermediario especule en los mercados de foto antigua, dej¨¢ndole al heredero con una parte exigua de un negocio que nunca resulta. Cuando estas barreras, y algunas otras que surgen de manera intempestiva, se superan.
Una vez aclarada la intenci¨®n filantr¨®pica y explicar que cuesta m¨¢s el roto que el descosido, se puede comenzar a invertir esfuerzo sobre el legado. Primero restaurarlo, clasificarlo, seleccionar los distintos temas de inter¨¦s, documentarlos y luego prepararlo para exponer o, incluso, editar un libro. La b¨²squeda no siempre depara encuentros agradables. En ocasiones muestran antecedentes poco gloriosos. Otras veces la sorpresa es agradable y reconcilia con el pasado. Indica que antes que nosotros hubo tambi¨¦n quien se interes¨® con esmero por estos menesteres.
En esta categor¨ªa podemos incluir la selecci¨®n Bilbao 1860-1895. Fotograf¨ªas que se puede ver estos d¨ªas (y hasta el mes de febrero) en el Museo Arqueol¨®gico, Etnogr¨¢fico e Hist¨®rico Vasco del Casco Viejo bilba¨ªno. Son 75 im¨¢genes extra¨ªdas de un fondo que consta de 530 placas de cristal realizadas por Pedro Telesforo de Errazqu¨ªn (Bilbao, 1834-1898). Hijo de ricos comerciantes, hombre de negocios, primer presidente de la C¨¢mara de Comercio, Industria y Navegaci¨®n de Bilbao, se aficion¨® a la fotograf¨ªa como una actividad l¨²dica. Soltero hasta los cincuenta y cinco a?os, emulaba un comportamiento muy extendido en Francia, pa¨ªs que conoci¨® desde joven en visitas a su familia instalada en Par¨ªs, o en aquella Inglaterra victoriana de la que siempre escuch¨® hablar en casa, donde la propia reina animaba esta practica art¨ªstica.
Mayormente son im¨¢genes que devuelven a paisajes preindustriales, con cierto aire rom¨¢ntico. Puede ser el meandro del Nervi¨®n en La Pe?a, el paseo de la Sendeja y el Arenal, la propia arboleda del Campo del Volant¨ªn, donde a su lado lucen ordenadas las huertas de la villa, o incluso el rudimentario astillero de veleros en la Salve, en lo que hoy es el muelle de Churruca. Tambi¨¦n se intercalan otras zonas donde la industria moderna y alguna de sus chimeneas va apareciendo.
La r¨ªa y sus orillas est¨¢n presentes con su actividad comercial. El cargadero de la mina de San Luis rodeo de mineral de hierro deja ver a su pie las gabarras de la sirga. Barcos de vela y vapores conviven hermanados en los muelles. El tren ya se ha instalado en la estaci¨®n del norte con hangares, talleres y almacenes. La construcci¨®n de nuevos puentes, las obras en la catedral, la construcci¨®n de nuevas mansiones, los destrozos de las bombas de la segunda guerra carlista en la bas¨ªlica de Bego?a, o el trasiego de gentes en una calle Bidebarrieta con balcones engalanados de fiesta, visto desde la ventana del domicilio de Errazquin son otros interesantes.
Entre todos ellos sobresale el impacto visual de la panor¨¢mica de Bilbao desde el alto de Miribilla, suma de cuatro placas de cristal, de donde se extrae una idea clara del bocho de entonces. El recorrido gr¨¢fico, espl¨¦ndidamente documentado, no guarda orden cronol¨®gico alguno. Las im¨¢genes siguen como hilo conductor el camino que lleva el r¨ªo hacia su desembocadura.
No obstante, las transformaciones del decorado urbano cambian sustancialmente con el paso del tiempo y la elaborada lectura del trayecto pierde continuidad. El criterio elegido en esta ocasi¨®n se puede prestar a confusiones. Pero no debe ser tarea sencilla ordenar un paquete tan complejo de originales. En cualquier caso tiempo hay de conseguirlo en las nuevas entregas de este patrimonio tan sorprendente como magnifico.
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