El premio de Umbral
Ha hecho tantas cosas, ha estado en tantas batallas, ha disparado desde tantas trincheras que es imposible que sobre su premio, el Cervantes que obtuvo esta semana, haya esa unanimidad que quieren los nost¨¢lgicos de las inquebrantables adhesiones. Pero nadie puede negarle a Umbral, jam¨¢s, encarnar una vocaci¨®n literaria irrenunciable, abrigar dentro de su cuerpo castigado por la intemperie de la vida el esp¨ªritu ind¨®mito de un escritor que parece tambi¨¦n un boxeador insomne. Jam¨¢s ha faltado a su cita, nunca; ha escrito, como hace Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, por ejemplo, como si temiera perder el empleo si no entrega a tiempo su art¨ªculo; ha explicado, en versos l¨ªricos de l¨ªnea completa, su desilusi¨®n y su maldad; ha sido un maldito y un bendito, ha estado contra esto y aquello y, casi al tiempo, se ha manifestado a favor de esto y de aquello; como Miguel de Unamuno, se ha indignado y ha querido, siempre delante de las mismas cosas, y cuando ha insultado luego ha derramado una l¨¢grima que el orgullo no le ha permitido aliviar. Es un personaje como hay pocos: ¨²ltimamente arremeti¨® contra el exilio, y con mucha justicia Antonio Mu?oz Molina se lo recrimin¨® en este mismo peri¨®dico; pero esta misma semana, cuando le dieron oportunidad en el peri¨®dico donde m¨¢s claro dijo que los exiliados no fueron nada, aclar¨® que ¨¦l no quiso decir eso, y ah¨ª derram¨® la l¨¢grima orgullosa a favor de sus agraviados; es probable que jam¨¢s limpie sus culpas, pero es seguro que jam¨¢s hay en su estado de ¨¢nimo la inveterada rabia de ofender que cultivan los que simulan mimarle.Le odian y le quieren, he escuchado las cosas peores y las mejores de Umbral, y todos podemos decir de ¨¦l lo que est¨¢ en lo alto y lo que est¨¢ en lo bajo; le he visto mear en p¨²blico y le he visto tambi¨¦n acariciar la memoria de la gente, llorar literalmente dentro de la fabulaci¨®n que es, hoy, la dacha de sus mejores tiempos. De todas las cosas posibles que es Umbral hay una sola que es sobre todas las dem¨¢s: un escritor. Se equivoca, acierta, arriesga, vende o no vende, pero lo que hace es darle vuelta -ahora lo ha dicho, con humildad, p¨¢smense, Umbral humilde, tambi¨¦n lo puede ser- a su convicci¨®n personal: todo es memoria, y cuando yerra tambi¨¦n est¨¢ haciendo memoria de sus fallos.
Umbral. V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha lo dijo, despu¨¦s de la concesi¨®n del Cervantes: es un creador de lenguaje. Miguel Delibes, su maestro, que con tanta pasi¨®n le alent¨® un d¨ªa a ser ¨¦l mismo, dijo que Umbral ya se merec¨ªa el premio desde hac¨ªa a?os. En sus tiempos en EL PA?S le vimos crecer y consolidarse, como un hombre esquinado y rabioso y tambi¨¦n como un ni?o caprichoso, ten¨ªa en s¨ª mismo todos los defectos y todas las virtudes que son propias de los escritores, la vanidad a flor de piel y en realidad todo a flor de piel, el insulto y el abrazo, todo a flor de piel.
Mortal y rosa -ya es un t¨®pico, pero nadie impedir¨¢ que meta esta historia en esta historia- le consolid¨® como el ser humano que es, con Mar¨ªa Espa?a de fondo, llorando de veras una l¨¢grima viva y humana de la que ninguno de los dos se ha desprendido. Y todo lo dem¨¢s, sus memorias y sus art¨ªculos, los buenos y los menos buenos, los que le aplauden unos y los que le deploran otros, son consecuencia de esa capacidad personal, amargada e ¨ªntima, serena y cabreada, mortal y rosa, de la que todos alguna vez hemos bebido para entender qu¨¦ cosas pasaban en la vida.
Claro que algunos se han querido apropiar de su premio -como el director de su peri¨®dico, que lleg¨® a su casa, a la casa de Umbral, diciendo esa perla esencial: "Nos ha costado m¨¢s tu premio que el indulto a Lia?o"-, que tratan de hacer apropiaci¨®n indebida de un ser humano que es tambi¨¦n un escritor y que a veces, siendo tan fieramente humano, es tan s¨®lo un escritor, con todos los defectos -es decir, las virtudes- que adornan la vida, la pluma y el pasado de todo escritor contradictorio.
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