Lo hispano en la globalizaci¨®n
En agosto pasado recib¨ª una llamada de Carlos Fuentes para proponerme la participaci¨®n en el Foro Iberia-Am¨¦rica Latina. Me result¨® atractivo por su composici¨®n y por sus objetivos, a¨²n difusos en el momento de la conversaci¨®n telef¨®nica, pero que apuntaban en la direcci¨®n que ven¨ªa pensando en los ¨²ltimos meses, con una participaci¨®n como la que imaginaba m¨¢s adecuada. Acept¨¦ inmediatamente, y, con manifiesta imprudencia le coment¨¦ lo que estaba rondando en mi cabeza como reflexi¨®n.La charla con Carlos Fuentes, interesante y fluida, se repiti¨® unos d¨ªas despu¨¦s. Si me refiero a la imprudencia es porque en la mili se dice que el que da un paso al frente barre el cuartel. Eso debi¨® pensar Carlos cuando me propuso que introdujera el debate previsto para el foro. Sin marcha atr¨¢s le di mi conformidad con el alivio de pensar que quedaban casi tres meses por delante.
En efecto el foro fue convocado para el 29 de noviembre en Ciudad de M¨¦xico, con la presencia inaugural del presidente entrante, Fox, y una cena de cierre con el presidente saliente, Zedillo.
Pocos d¨ªas antes Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, en fase de recuperaci¨®n con terapia de jam¨®n serrano y queso, me pregunt¨® inquieto por la finalidad del encuentro, que mezclaba, por primera vez en un mismo debate y reflexi¨®n a creadores culturales, empresarios y pol¨ªticos del espacio Ib¨¦rico y Latinoamericano. No s¨¦ si lo tranquilic¨¦, o m¨¢s bien lo contrario, cuando le dije que busc¨¢bamos el paradigma que pudiera orientarnos en el cambio cultural, econ¨®mico, social y pol¨ªtico de la nueva era de Internet. Un esfuerzo de reflexi¨®n para superar la malaise francesa, que podr¨ªamos traducir por desasosiego, ante la consciencia de que lo que fue ya no volver¨¢ a ser, y que para lo que ser¨¢ hemos perdido los c¨®digos de orientaci¨®n vigentes durante la era industrial.
El arranque introductorio se parec¨ªa a esto, y Julio Mar¨ªa Sanguineti nos sorprendi¨® con una r¨¦plica brillante: "Desde luego", dijo, "el futuro ya no es lo que era". Y con ¨¦stos y algunos otros proleg¨®menos del mismo tenor, nos introdujimos en uno de los debates m¨¢s interesantes y variados que he conocido en los ¨²ltimos a?os. S¨®lo faltaban, en cuanto a composici¨®n, algunos tecn¨®logos innovadores en las ¨¢reas m¨¢s definitorios del cambio de era, como la informaci¨®n o la biotecnolog¨ªa, y algunos representantes del mundo hispano en los Estados Unidos de Am¨¦rica. Ambas cosas se har¨¢n, al parecer, adem¨¢s de aumentar la representaci¨®n con personas relevantes de pa¨ªses ausentes.
Desde Argentina y Brasil, hasta M¨¦xico, pasando por Venezuela y Colombia, m¨¢s Espa?a y Portugal, empezamos a tantear el espacio que compart¨ªamos, tratando de descifrar si se correspond¨ªa con uno de oportunidad para ser consistentes, relevantes, en la "globalizaci¨®n".
En la conversaci¨®n veraniega iniciada con Carlos Fuentes, yo hab¨ªa partido de la base de "lo hispano" (hispanic), tal como lo perciben los "angloamericanos" de EE UU. Sin embargo, esta dimensi¨®n, en la que me detendr¨¦ hoy, no comprende la totalidad representada en el foro al que estoy haciendo referencia, por el elemento ling¨¹¨ªstico diferenciador de Brasil y Portugal en el conjunto. Por eso dedicar¨¦ alg¨²n trabajo a ese espacio iberoamericano pr¨®ximamente.
Las definiciones en negativo, como hispanic en Estados Unidos, no s¨®lo no me causan preocupaci¨®n, sino que siguiendo la fenomenolog¨ªa de las artes marciales del Extremo Oriente, me parecen apropiadas para aprovechar la fuerza del competidor que nos ve m¨¢s d¨¦biles, menos capaces, para abrir nuestro propio espacio en la nueva era que se abre. La condici¨®n es que sepamos discernir en qu¨¦ nos llevan ventaja, y en qu¨¦ podemos tenerla nosotros. Y el problema n¨²mero uno es averiguar si hay un "nosotros" y en qu¨¦ consiste, habida cuenta que ellos nos identifican con un vosotros: "los hispanos".
Si alguno tiene la tentaci¨®n de responder a esto, que parece adivinanza, afirmando r¨¢pido y contundente que "es la lengua", entonces perdemos diez a uno. Por mucho que aprovechemos la fuerza del competidor, en ese terreno nos aplasta. Por eso en las conversaciones con Fuentes le dec¨ªa que nuestra fortaleza era la cultura como identidad de identidades, cuya conectividad (lo siento, est¨¢ de moda en la sociedad de la informaci¨®n) es la lengua.
Esa cultura de "lo hispano", as¨ª descrita, se realiza en un ¨¢mbito m¨¢s amplio y poderoso que la cultura de lo "anglo", y m¨¢s a¨²n que la cultura de lo "angloamericano". La ¨²ltima disquisici¨®n nace de la consideraci¨®n de Carlos Fuentes, que al hilo de esta reflexi¨®n citaba a Bernard Shaw: "Gran Breta?a y EE UU son dos pa¨ªses unidos por el mismo oc¨¦ano y separados por la misma lengua".
Pero conviene dar un paso atr¨¢s. Cuando un angloamericano habla de los hispanos -dentro o fuera de EE UU- est¨¢ cargando negativamente el concepto, como ciudadan¨ªa de menor categor¨ªa, como menor nivel de vida o cultura. Lo hace adem¨¢s por exclusi¨®n. Son hispanos los que no tienen un origen africano, asi¨¢tico, o europeo fuera de nuestro pa¨ªs. Generalmente m¨¢s oscuros que los anglos, nos sit¨²an en una especie de magma de origen que va, difusamente, desde EE UU, pasando por el R¨ªo Grande hasta la Patagonia, incluyendo el Caribe, hasta llegar, si la escuela secundaria los ampara, a la propia Espa?a. Hay algunos elementos positivos. Nos ven creativos, divertidos, con buen ritmo musical, etc¨¦tera. As¨ª describen el "vosotros", con el que identifican al hispanic. Que me perdone Mar¨ªa Moliner, m¨¢s precisa en la segunda acepci¨®n de lo hispano en su diccionario. "De cultura espa?ola. Particularmente, se aplica a los habitantes de habla espa?ola afincados en Estados Unidos, y a sus cosas". ?Qu¨¦ les parece? El tomate no est¨¢ s¨®lo en la lengua, sino en sus cosas, como elemento de identificaci¨®n.
Esas cosas, vehiculadas por la lengua, contienen el nosotros. Y mi primera propuesta, tambi¨¦n v¨¢lida para Espa?a aunque est¨¦ hablando de todo lo hispano, es que dediquemos un esfuerzo a descubrir ese nosotros, semejante, al menos, al que empleamos en marcar las diferencias. Este esfuerzo debe ocultar la diversidad, porque no pretende homogeneizar nada. Creyendo como creo que la diversidad es riqueza compartida, mi reflexi¨®n nos deber¨ªa llevar a aprehender la identidad de identidades que nos lleva a compartir una cultura com¨²n.
Nuestro espacio de oportunidad para hacer un trabajo relevante en la nueva era de la digitalizaci¨®n, de la revoluci¨®n comunicacional que representa Internet, es compartir una cultura de las m¨¢s amplias y potentes del planeta
globalizado. La aparente contradicci¨®n de representar un espacio menos poderoso econ¨®mica y pol¨ªticamente que el angloamericano, refuerza mi teor¨ªa. ?C¨®mo explicar, si no es as¨ª, la expansi¨®n ling¨¹¨ªstica del espa?ol, desde esa menor potencia econ¨®mica y pol¨ªtica?
El ingl¨¦s es la lingua franca de nuestra ¨¦poca. Responde a la realidad de la ¨²nica superpotencia que queda tras la desaparici¨®n de los bloques. Por eso es la lengua instrumental, por excelencia, de la red. Nada que hacer para competir, con posibilidades de ganar, en ese terreno. Pero el espacio cultural angloamericano es m¨¢s reducido que el espacio cultural hispano.
Cuando alguna personalidad del mundo de las letras recibe un reconocimiento en ese espacio nuestro, poco importa para el gran p¨²blico que su nacionalidad sea colombiana, mexicana, peruana, argentina o espa?ola. Todo el mundo de cultura hispana lo considera suyo. Igual ocurre cuando el fen¨®meno se produce en el cine, en el deporte o en la m¨²sica. El vosotros y el nosotros competitivo aparece cuando se enfrentan nacionalidades diferentes en ese mismo espacio cultural, y se transforma en nosotros frente a otros, cuando se compite con otro espacio cultural, sea anglosaj¨®n, asi¨¢tico, etc¨¦tera.
Sin embargo, un escritor, un actor o un deportista de lengua inglesa, incluso de origen, no ser¨¢ considerado anglo, y menos angloamericano, si no tiene ese origen ¨¦tnico-cultural. Esto explica la broma de Bernard Shaw, o la experiencia que he vivido con la premio Nobel de Literatura Toni Morrison, considerada afroamericana, no angloamericana en EE UU. No digamos si el reconocido o premiado es un australiano o un neozeland¨¦s. Exactamente lo contrario de lo que significa, en el mundo hispano, el Nobel de Garc¨ªa M¨¢rquez o el de Cela.
Por tanto, establecidas las diferencias; lengua y cultura comunes, como identidad de identidades que definen un "nosotros", en el caso del espa?ol y de lo hispano; lengua com¨²n instrumental, pero culturas diferentes que no definen una identidad de identidades y por tanto excluyen ese nosotros, en el caso del ingl¨¦s y de lo angloamericano, podemos explorar las posibilidades en el terreno de la comunicaci¨®n, de la creaci¨®n cultural en su sentido m¨¢s amplio, de la econom¨ªa y de la pol¨ªtica.
?Qu¨¦ podr¨ªamos ganar desde la consciencia de ese nosotros, que no alcanzar¨ªamos desde la afirmaci¨®n exclusiva de lo particular, aunque ¨¦sta sea necesaria?
?Qu¨¦ podr¨ªamos obtener desde la concertaci¨®n de lo com¨²n entre estas identidades hispanas, incluidos los hispanos de EE UU, que nos resultar¨ªa imposible desde cada una de nuestras realidades particulares?
Para responder a estas cuestiones, en los diferentes ¨¢mbitos de realizaci¨®n, hay que tener en cuenta que las caracter¨ªsticas de la nueva era, son:
- Una revoluci¨®n en la comunicaci¨®n entre los seres humanos, a trav¨¦s de una informaci¨®n globalizada y en tiempo real a trav¨¦s de la red.
- Una mundializaci¨®n de la econom¨ªa y de las finanzas, que cambia la realidad de los mercados como espacio de conquista que va sustituyendo la confrontaci¨®n territorial de otras ¨¦pocas.
- Una transformaci¨®n del Estado naci¨®n que soporta tensiones en la concepci¨®n cl¨¢sica de su soberan¨ªa y en las propias funciones de la pol¨ªtica.
Imaginemos, para encarar la siguiente reflexi¨®n, que pudi¨¦ramos hablar de una ciudadan¨ªa cultural, m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito de cada una de nuestras fronteras nacionales, como elemento de cohesi¨®n de ese conjunto.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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