Nacionalismo
Dir¨ªase que el vocablo nacionalismo, en cuanto concepto expresivo, ha estado, desde que empez¨® a haber naciones, en uno de los primeros planos de la vida, de la pol¨ªtica y de la historia de los pueblos. Ahora, en nuestros tiempos, desde hace un par de siglos, parece estar "de moda". Se habla de nacionalismo, se expone, se expresa, se maneja el vocablo con exagerada frecuencia, con lo que ha acabado perdiendo definici¨®n y claridad expresiva. Para hablar de nacionalismo con seriedad razonable hay que empezar por convenir qu¨¦ se entiende por tal. Pretendo ahora una s¨ªntesis de lo que nacionalismo llegue a significar en el marco de lo que pueda pasar por definici¨®n de otros. Nacionalismo: 1) es un sentimiento que late en un pueblo en el sentido de que posee valores de grupo y de que tienen necesidad sus componentes de ser gobernados por ellos mismos y adem¨¢s como tal grupo; hay as¨ª nacionalismo liberal, que implica la "autodeterminaci¨®n", y nacionalismo ¨ªntegro, que, superando la forma liberal, concentra su sentido en la prosecuci¨®n de la pol¨ªtica nacional, en la conservaci¨®n de la integridad nacional y en el acrecentamiento de su potencia; 2) es algo rechazable si aspira, como tal nacionalismo, a convertir a la naci¨®n en el ¨²nico recept¨¢culo soberano por derecho del poder pol¨ªtico y en la ¨²ltima unidad constituyente de una posible organizaci¨®n universal; 3) es lo que se origina en el sentir de un pueblo cuando la naci¨®n alcanza su, por as¨ª decir, plenitud; lo que, como nacionalismo ya, cada naci¨®n expresa y se siente al cabo orgullosa de s¨ª misma y, en cuanto tal naci¨®n, se eleva a una nueva potencia; 4) es, en negatividad franca, no el simple y laudable deseo del bien y la prosperidad de la naci¨®n propia, sino la exacerbaci¨®n de tal ansia que lleva al orgullo desmedido y al complejo de superioridad. S¨ªntesis de lo anterior: por lo pronto, el nacionalismo es un sentimiento que experimenta un pueblo, sentimiento que vibra y vive con referencias precisas y que se dirige bien al sujeto sintiente, bien a otros semejantes y homog¨¦neos, pero distintos del sujeto que se considere, naciones otras que aqu¨¦lla de la que se analice su nacionalismo. Bien, pero ?es que un pueblo "siente"? Creo que no habr¨¢ grandes objeciones al decir que s¨ª, aunque el modo de sentir un pueblo es harto peculiar. Como es impersonal, trat¨¢ndose de pueblos, de naciones, hace que la exteriorizaci¨®n del sentir, apreciada sobre la coordenada del tiempo, sobre la historia, no aparezca en el presente vital del pueblo, en el momento hist¨®rico en que se est¨¦ produciendo el hecho que pueda provocar el sentimiento en cuesti¨®n, sino que empiece a cobrar forma y a hacerse inteligible cuando ese hecho originante se retira hacia el pasado. Si se ponen objeciones a lo anterior en el sentido de que aquel sentimiento se puede apreciar en el momento mismo, dir¨ªa yo que s¨ª, pero siempre que se matizase que el sentimiento que se atribuye al pueblo no es propiamente de ¨¦ste, sino de una minor¨ªa, de la dirigente a la saz¨®n, o del pensador intelectual que "profetice" al respecto, porque eso, en mucho, es la pol¨ªtica. El pol¨ªtico dice de s¨ª mismo que habla por el pueblo. Eso es falso con frecuencia, porque el pueblo s¨®lo siente a posteriori. Si el pueblo siente, lo hace con frecuencia por influencia refleja del pol¨ªtico, en especial si esto es tal en verdad; es decir, si su influencia es verdadera e intensa a la vez.Por eso, en cuanto al nacionalismo en concreto, un pueblo tendr¨¢, pues, conciencia de s¨ª mismo en ese marco sentimental -conocimiento de su patria, conciencia de hermandad, sensaci¨®n de hacer en com¨²n con conducci¨®n pol¨ªtica y destino conjunto definidos- y podr¨¢ gozar de capacidad adecuada para proyectar su idea de "ser nacional" hacia otros sectores de la vida hist¨®rica comparando su presente con los de otros pueblos y compar¨¢ndose con ellos valorando su sentir. Tambi¨¦n ser¨¢ capaz de proyectar su conciencia hacia el pasado y hacer algo parecido, aunque lo eficaz y ¨²til sea la acci¨®n que corresponda al presente hist¨®rico. Pues bien: parece ser que el nacionalismo en su acepci¨®n normal, la peyorativa, hinca su ra¨ªz en la proyecci¨®n que un pueblo hace de su sentir nacional sobre otros pueblos con sentimientos an¨¢logos en comparaci¨®n anal¨ªtica. Si en la confrontaci¨®n con otro u otros admite un pueblo superioridad suficiente, se siembra la semilla del nacionalismo, que acaba en complejo de superioridad. De ¨¦ste es consecuencia el matiz de que todo nacionalismo se opone a la concepci¨®n de cualquier entidad supranacional, a la que, desde no hace mucho tiempo, se la empieza a englobar en la idea de internacionalismo. El nacionalismo de uno o de varios impide la eficacia de lo supranacional. La historia moderna presenta ejemplos de ese orden: la Sociedad de Naciones no fue m¨¢s que una sombra; las Naciones Unidas son poco m¨¢s que eso; Europa est¨¢ teniendo dificultades para ser ella misma por el nacionalismo de algunos, ostensible en casos e hip¨®crita o menos llamativo en otros. Erosionar las aristas improductivas de ese nacionalismo antiinternacionalista es simplemente cuesti¨®n de tiempo en sociedades llamadas a la integraci¨®n por mandatos de las insoslayables realidades hist¨®ricas. Europa es lo que interesa ahora. Hoy, Europa es en algo ya, si no en mucho todav¨ªa, ese todo ideal considerado frente a un pragmatismo suficientemente v¨¢lido. Si fu¨¦ramos capaces de analizar el pasado europeo compar¨¢ndolo con el presente, podr¨ªamos apreciar avances sustanciales. Quedan a¨²n quiz¨¢ algunos "picos" nacionalistas que dificultan el c¨®modo andar del engranaje unido europeo, pero eso podr¨¢ reducirse con voluntades dispuestas.
Es posible creer que el nacionalismo en general va remitiendo, aunque lentamente, en su virulencia negativa, por m¨¢s que sea bueno acaso que siga habiendo nacionalismos positivos. En Espa?a ha habido siempre una expresi¨®n muy acertada y f¨¦rtil para aludir a todo este marco sentimental considerado: es la de la patria chica. Cuando Espa?a, Francia, Inglaterra... lleguen a ser peque?as patrias en relaci¨®n con Europa, podr¨¢ empezarse a hablar con propiedad de la superaci¨®n de los nacionalismos entre nosotros.
Pero Europa, podr¨¢ decirse, no puede llegar a ser patria de nadie, porque "patria" se comprende a la altura de "naci¨®n", y Europa llegar¨¢ a ser lo que sea, pero estar¨¢ m¨¢s arriba, en mucho, de lo que naci¨®n verdaderamente es en idea y en realidad. Tal vez, podr¨¢ aducirse, no llegue a tener sentido un "patriotismo europeo" ni una "nacionalidad europea" literalmente hablando, ni, por supuesto, un nacionalismo europeo. S¨ª; la objeci¨®n es atendible y de gran inter¨¦s, mas constituye en s¨ª una cuesti¨®n intrigante y profunda -enigm¨¢tica tambi¨¦n, acaso- que no es de aqu¨ª ni de ahora. Ma?ana, tal vez...
Eliseo ?lvarez-Arenas es almirante de la Armada y miembro de la Real Academia Espa?ola.
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