Tardes de Navidad por la Puerta del Sol
El centro de Madrid alberga los m¨¢s tradicionales establecimientos para celebrar fiestas
La mujer lleva calado -m¨¢s chula que un ocho- un sombrero cordob¨¦s "pulido y torneado". Tal cual. Y sus mu?ecas tintinean con el dulce sonido del "colorao". El camarero, sol¨ªcito, sonriente, deposita una paella sobre la mesita. Son las siete de la tarde y en las calles del centro relucen las bombillas de la Navidad.-Es que hay gente para todo. Sale uno a la calle y, un teatro. Como se lo cuento, joven.
Hace un fr¨ªo que pela. Una multitud apresurada y loca se cruza, presurosa, en la Puerta del Sol. A Madrid entero le ha dado por ir a comprar al centro. La loter¨ªa no es la misma fuera de la Puerta del Sol. Ni el turr¨®n es el mismo si no se compra en Casa Mira. Ni los roscones de Reyes, las tartas sublimes, los pasteles de gloria pura, saben de la misma forma que en la Santiaguesa, en la calle Mayor, o en el Horno de San Onofre, en la calle del mismo nombre.
Los ritos, adem¨¢s, son importantes. Y, al fin y al cabo, est¨¢n para cumplirse. Habr¨¢, pues, que cumplir el rito de Lhardy, ah¨ª mismo, en la carrera de San Jer¨®nimo. Antes o despu¨¦s de pasar por Casa Mira, es conveniente y hasta saludable pasarse por este establecimiento que abri¨® sus puertas hace 160 a?os. A ¨¦l acud¨ªan reyes y toreros, escritores de medio pelo y famosas artistas. Tambi¨¦n all¨ª pueden comprarse chocolates, turrones, guirlaches navide?os. Pero, sobre todo, la mortadela casera, la comida preparada... Ay, esas perdices estofadas, esos callos de total cordura vacuna.
Si hay ritos, Lhardy es rito religioso, que aqu¨ª hay que entrar como en una iglesia. Se habla sin alzar la voz. Y la gente, de pie, saborea su famoso caldo, musitando sus preguntas sobre la familia, sobre pap¨¢, que, con estos fr¨ªos, no se ha atrevido -?sabe?- a salir de casa. Tal vez habr¨¢ que tomar un oporto para acompa?ar los dulces, o un jerez seco y oro. Y, si es medio d¨ªa, pedir a los atentos camareros una media combinaci¨®n. En pocos sitios saben medir la cantidad exacta de verm¨² y ginebra necesarios para la perfecci¨®n.
S¨®lo hay un sill¨®n frailuno y casi siempre vacante. Y muy escaso espacio para colocar la tacita, el vaso, el plato con los canap¨¦s. As¨ª que hay que permanecer a pie firme. La mejor manera de mirar c¨®mo pasa el tiempo por los cristales brumosos. Es el momento de acercarse al samovar y servirse otro caldito, que parece que la noche va a meterse en agua.
-Antes...
-Ya lo dijo Antonio Machado: "Antes llov¨ªa / tambi¨¦n cuando Dios quer¨ªa".
Se paga a la salida. Y nadie discutir¨¢ al cliente sus propias cuentas.
-He tomado una croqueta, dos caldos y un oporto.
-Lo que usted diga.
Reconfortado el cuerpo, a lo mejor queda tiempo para el esp¨ªritu y puede uno acercarse hasta la librer¨ªa Manzano, en Espoz y Mina, y encargar ese libro que no se encuentra en ning¨²n sitio. O, si se trata de otros placeres, ir hasta la Antigua Pasteler¨ªa del Pozo, justo a la vuelta. El olor a pan y bollos es la mejor gu¨ªa.
Y, ya puestos, pasarse por el Anciano Rey de los Vinos, en la calle de la Paz. Tomarse una torrija, con vino dulce, o sentarse ante el velador de cristal de publicidad de viejas quinas, olorosos m¨¢lagas o bodegas de venta a granel. Pedir unos calamares en su tinta. O un escabeche con el recuerdo del vinagre entre sus capas suav¨ªsimas.
La Navidad no est¨¢ re?ida con la literatura, ni el turr¨®n con manjares m¨¢s rotundos. Al lado est¨¢ el callej¨®n del Gato. All¨ª siguen los espejos c¨®ncavos en los que Valle- Incl¨¢n se inspir¨® para definir el esperpento. Y all¨ª est¨¢n, dicen, las mejores tortillas y la mejor salsa picante. No todo han de ser mazap¨¢n y peladillas.
En Sol convendr¨ªa comprar algo de loter¨ªa y, luego, huir cuanto antes de lugar tan agobiante. Y hasta hace poco (quitaron el cartel la semana pasada), pararse para contemplar el cuerpo escultural y gigantesco de una rubia imposible que cubr¨ªa todo un edificio. La se?ora -a qu¨¦ negarlo- estaba de buen mirar.
Por la acera, bellas y morenas como el peor pecado, tres muchachas gitanas pasan entre risas. Una de ellas, jaleada por las otras,se arranca por rumbas.
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