Turrones y caldito

Navidad es turr¨®n. As¨ª que lo mejor es acercarse hasta Casa Mira, en la carrera de San Jer¨®nimo, si se quiere comprar el que dicen mejor turr¨®n del mundo. Don Luis Mira, en la pared del fondo, observa, desde el gris de un daguerrotipo, a la clientela que, paciente, hace cola, recoge su numerito triangular del anacr¨®nico dispensador de turno. Don Luis Mira, fundador de esta casa, fue un caballero serio, estirado, de poblados y orgullosos bigotes que hoy preside el establecimiento. -?Has visto, t¨ªo?

El muchacho tirita en su cazadorcilla y se?ala a su compa?ero el glorioso escaparate de Casa Mira: las tartas de pi?¨®n, el pan de C¨¢diz, los chocolates, las frutas, los polvorones. Hay un surtido de turr¨®n, 300 gramos, a 1.400 pesetas. Una sopa de almendras a 1.100. Cajas con tres tortas imperiales a 4.000.

-Ya te digo, colega.

Con el turr¨®n comprado puede uno, en un vuelo, irse a la calle Mayor a merendar en El Riojano. Son 145 a?os desde que D¨¢maso de la Maza fund¨® el establecimiento. Eran proveedores de la Reina. Y de sus hornos sal¨ªan y salen los productos que pueden degustarse en estos veladores, en este saloncito recogido y tranquilo.

Lo lleva ahora Esperanza Comontes, c¨¢lida y amable. Un d¨ªa decidi¨® continuar el negocio.

-Ya ve. Voy para 12 a?os. Y aqu¨ª me tiene.

Se toma tambi¨¦n, como en Lhardy, un caldito magn¨ªfico y unos bocaditos de queso o de jam¨®n. Y muchas, muchas tartas, bollos, bizcochos con el olor del horno impregn¨¢ndolo todo. Y la tranquilidad. Hay tiempo para todo. Para pensar en nuevos proyectos.

-Un d¨ªa har¨¦ un museo con los viejos utensilios de pasteler¨ªa. Ya lo ver¨¢ usted. Un d¨ªa, sin prisas, me pondr¨¦ a ello.