Solos
Hay actos que no est¨¢n contemplados en el c¨®digo penal y que sin embargo atentan contra ciertos principios que uno todav¨ªa se empe?a en defender le pese a quien le pese. Tirar latas de cerveza desde la ventanilla del coche es una pr¨¢ctica muy extendida, as¨ª como otros desperdicios que molestan a los viajeros. Una vez no me pude resistir y aprovech¨¦ el paso de cebra para devolver a un conductor distra¨ªdo la colilla que acababa de lanzar contra el asfalto: "Tome, se le ha debido caer". Y se la dej¨¦ en la mano como quien no quiere la cosa. Ni recuerdo si estaba apagada o encendida. El sujeto me puso cara de plato y yo me march¨¦ con una agradable sensaci¨®n del deber cumplido. Hay quien hace lo mismo con los abuelos. Cuando empiezan a ser un estorbo, les buscan un asilo y se los empaquetan a las monjas de la caridad para que les aguanten sus achaques. Otros se despachan de igual modo con su perro. Ni se molestan en llevarlo a la sociedad protectora. Lo colocan en el asiento de atr¨¢s de su flamante utilitario y se desprenden de ¨¦l a doscientos kil¨®metros de casa, a ser posible en la cuneta de la carretera o en el arc¨¦n de la autopista. Dejar a la novia, mire usted, no es tan tr¨¢gico. A veces hasta le est¨¢n haciendo un favor que a la larga ¨¦sta le acabar¨¢ agradeciendo. Pero lo verdaderamente intolerable, lo que carece de calificativos y de entra?as es abandonar a un ni?o para que ¨¦l solo se las apa?e en la vor¨¢gine de este mundo. Ya no hablo de un beb¨¦, de esas criaturas que se depositan junto a un contenedor o en la puerta de una iglesia con el cord¨®n umbilical todav¨ªa caliente y amoratados de fr¨ªo. Me refiero a ese hijo que hemos visto crecer y corretear a nuestro lado. El mismo que nos pide un beso para dormir y que arropamos a media noche para que no se enfr¨ªe. ?se al que tantas veces llevamos a la escuela y que de vez en cuando nos recuerda el que fuimos alg¨²n d¨ªa. ?se mismo. Y ocurre. Se lo juro. Hay quien deja a su hijo en la acera de una gran ciudad y lo abandona all¨ª, al pairo de lo que ocurra. Y a la vuelta, se enciende pl¨¢cidamente un cigarrillo y se pone una cinta de El Fari como si nada pasara. Con la conciencia en las tripas y escupiendo cuando se tercie y donde sea.
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