El crimen encubierto m¨¢s frecuente
Las Naciones Unidas declararon en 1980 que "la violencia contra las mujeres es el crimen encubierto m¨¢s numeroso del mundo". Esta declaraci¨®n oficial sirvi¨® para poner en evidencia un hecho conocido por mucha gente en todo el planeta, sobre todo por las mujeres. Veinte a?os despu¨¦s, una vez m¨¢s, el D¨ªa Internacional contra la Violencia a las Mujeres, celebrado hace una semanas, nos recordaba que el maltrato hacia las mujeres sigue existiendo. Es inadmisible, es cierto, pero sigue atenazando y segando la vida de muchas mujeres cada a?o. Las Naciones Unidas present¨® hace poco el Informe sobre el estado de la poblaci¨®n mundial, donde informaba sobre la situaci¨®n de mujeres y ni?as en el planeta con datos espeluznantes. Un ejemplo: al menos una de cada tres mujeres ha sido apaleada, obligada a entablar relaciones sexuales bajo coacci¨®n o maltratada de alguna manera, con frecuencia por una persona que ella conoce.En Espa?a, durante los ¨²ltimos cinco a?os han muerto asesinadas por sus parejas m¨¢s de 300 mujeres, una cifra superior incluso a la causada por la barbarie terrorista. La mayor¨ªa de ellas, con conocimiento de sus derechos y en la creencia de que la sociedad y la ley las defend¨ªan, hab¨ªan presentado denuncia. Sin embargo, la ley no sirvi¨® para protegerlas. Por tanto, debemos preguntarnos, ?qu¨¦ responsabilidad tiene la sociedad en la defensa de la vida y en la lucha contra el maltrato a una parte de su poblaci¨®n?
Durante a?os hemos cre¨ªdo que la violencia hacia las mujeres, ese tipo salvaje de maltrato que encuentra su fuerza en la debilidad, era una cuesti¨®n dom¨¦stica, es decir perteneciente a la esfera de lo privado en la que nadie deb¨ªa interferir. Defendemos que la privacidad es un hecho sagrado en nuestra sociedad, pero en estos casos parece que lo es incluso m¨¢s que la vida. Sin embargo, hoy sabemos que la resoluci¨®n de conflictos de g¨¦nero por medio de la fuerza, de la violencia brutal, es la respuesta de algunos individuos a sus limitaciones, miedos y resistencias a aceptar que las cosas est¨¢n cambiando, que las mujeres ya no son "de ellos ni de nadie". Las mujeres cada vez tienen m¨¢s claro que existen formas de convivencia diferentes, desde el punto de vista del respeto y el reconocimiento, y eso, aunque a algunos pueda no gustarles, es un avance m¨¢s hacia el reconocimiento de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres: son pasos importantes para conseguir una convivencia m¨¢s dialogante en el seno de la sociedad.
Pero todav¨ªa hace falta que esta idea se extienda m¨¢s socialmente hasta convertirse en responsabilidad colectiva. Debemos reconocer que la violencia de g¨¦nero, aquella que se ejerce contra las mujeres en ¨¢mbitos muy distintos de la realidad, act¨²a como un respaldo a la violencia dom¨¦stica, ejercitada en el seno de la familia; pero las dos son parte de un todo: de esa incapacidad de reconocer que la sociedad va cambiando. Para atajar este problema debemos servirnos de los instrumentos que tenemos m¨¢s a mano. Tan simples a veces como la voz, nuestra m¨¢s eficaz herramienta de denuncia. Hace poco m¨¢s de un a?o una mujer joven muri¨® asesinada en plena calle en un barrio de Barcelona a las 2.00 de la madrugada. La calle estaba silenciosa y ella utiliz¨® su voz para pedir auxilio, pero nadie utiliz¨® la suya para d¨¢rselo. Quiz¨¢ no hubo tiempo, es cierto, quiz¨¢ hubo sorpresa y miedo, pero pese a todo no podemos olvidar que debemos confiar en nuestra voz y utilizarla para denunciar, pero sobre todo para detectar conductas abusivas, aquellas que nos indican con precisi¨®n el lugar donde empieza la tragedia. Detectar todo eso ciertamente no es f¨¢cil, hay que mirar a fondo, querer reconocer en todas las voces que o¨ªmos a diario esa situaci¨®n no explicada, ese silencio que descubre un secreto pretendidamente vergonzoso y que requiere escuchar desde una mirada de g¨¦nero.
Los servicios p¨²blicos tenemos aqu¨ª una gran responsabilidad porque detectar equivale a prevenir si-tuaciones violentas, y es por ello que desde los ayuntamientos, desde esta Administraci¨®n pr¨®xima a los ciudadanos, tenemos que implicar a los y las profesionales en esta tarea, y debemos formarlos para que puedan hacerlo. Form¨¢ndolos ahorramos sufrimiento a muchas mujeres, igual que cuando trabajamos con la juventud en las escuelas ense?¨¢ndoles el respeto a los dem¨¢s, mujeres y hombres, iguales en sus derechos, o cuando insistimos en que para atajar esta cruenta realidad hay que trabajar con los hombres, con aquellos, dec¨ªa, que encuentran fuerza en la debilidad. La proximidad nos puede permitir derrotar a la violencia.
Mujeres y hombres asistimos estos ¨²ltimos a?os a un aparente incremento de la violencia dom¨¦stica. La pol¨¦mica est¨¢ servida porque las cifras as¨ª lo muestran y los medios de comunicaci¨®n las difunden, oblig¨¢ndonos a bajar la vista sonrojados de verg¨¹enza y a preguntarnos si es cierto que, a medida que avanzamos en nuestro Estado de bienestar, el crimen sigue encubierto entre nosotros. Sin embargo, debemos reconocer que es dif¨ªcil saber si realmente hay m¨¢s violencia hoy en d¨ªa que anteriormente, porque lo que s¨ª sabemos, sin duda, y es ya un gran logro, es que hay m¨¢s informaci¨®n y m¨¢s denuncias, m¨¢s valor por parte de ellas para reconocer esta realidad y hacerle frente. Campa?as realizadas por distintos gobiernos han permitido ense?ar a las mujeres que no est¨¢n solas y que la violencia que se ejerce contra ellas no emana de su culpa ni es vergonzante, sino que es un problema de ellas que afecta tanto a hombres como a mujeres. Pero aun as¨ª, tenemos que seguir insistiendo en este trabajo cotidiano, que tan bien conocemos las mujeres, de construir puentes de di¨¢logo que nos permitan avanzar en la igualdad de oportunidades en todos los ¨¢mbitos de nuestra vida, por una sociedad m¨¢s justa y solidaria, sin miedos ni fantasmas.
N¨²ria Carrera es tenienta de Alcalde del Ayuntamiento de Barcelona
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