LAS DECEPCIONES DEL A?O Crivill¨¦, el breve Yago Lamela paga sus lesiones y conflictos
Los sustantivos son ilusiones, s¨®lo los verbos son reales. En el deporte de alta competici¨®n ¨²nicamente existen dos verbos: ganar y perder. A veces la diferencia entre lo uno y lo otro no es m¨¢s que una mil¨¦sima de segundo. Pero no hay que dejarse enga?ar por la relatividad de las medidas, la diferencia entre el ganador y el perdedor es siempre abismal. Por eso, porque lo saben, porque lo tienen interiorizado, la respuesta a la pregunta de qui¨¦n era el perdedor del a?o -camuflada bajo la m¨¢s tibia de qu¨¦ exito de un deportista se esperaba y no se ha producido- ha sido dejada en blanco por bastantes de los deportistas que se han sometido a este cuestionario y ha costado arranc¨¢rsela a otros.Quienes lo han hecho se han pronunciado por dos personajes que han estado en el nivel m¨¢s alto -o casi- de sus respectivas especialidades, pero cuyas trayectorias y personalidades son radicalmente distintas. Uno es la eterna esperanza que una y otra vez se queda con la miel en los labios hasta que finalmente lo consigue, s¨®lo para caer r¨¢pidamente en la mediocridad. El otro es la estrella que surge como un fogonazo, salt¨¢ndose todos los plazos del camino hacia la gloria, y se apaga cuando est¨¢ en el centro de todas las miradas.
Por si alguien no lo ha adivinado, el primero es ?lex Crivill¨¦, campe¨®n del mundo de motociclismo en 500cc en 1999 e incapaz ni siquiera de postularse para el del a?o que ahora acaba. El segundo es el saltador de longitud Yago Lamela, el hombre que hizo temblar al cubano Iv¨¢n Pedroso, que se mov¨ªa en la parte alta de los ocho metros, eliminado a las primeras de cambio en los Juegos Olimpicos de Sidney.
Las derrotas tienen su parte positiva, nos obligan a contemplar el panorama en su conjunto. Este a?o se ha podido confirmar lo que muchos sospech¨¢bamos pero no nos atrev¨ªamos a decir alto y fuerte: el australiano Mike Doohan nunca fue el problema de ?lex Crivill¨¦, sino la soluci¨®n al problema ?lex Crivill¨¦. El noi de Seva aprendi¨® a ganar a fuerza de ver como, una y otra vez, lo hac¨ªa su compa?ero de equipo. Cuando el a?o pasado Doohan se pulveriz¨® los huesos en Jerez, Crivill¨¦ no tuvo m¨¢s que meterse en su piel, la del ganador.
Grande era el impulso que llevaba. Cinco a?os siendo descabalgado de forma inmisericorde por uno de esos tipos que no conceden ni un mil¨ªmetro, que no soportan perder ni cuando juegan al parch¨ªs con su hijo. Pese a ello, cuando ya ten¨ªa el t¨ªtulo en las manos, a Crivill¨¦ le entr¨® el v¨¦rtigo del ¨¦xito. No hay m¨¢s que recordar las ¨²ltimas carreras del campeonato, rodando por los suelos, con lesiones de todo tipo.
Sin Doohan desapareci¨® la presi¨®n, no estaba el modelo contra el que reflejarse, el referente al que hab¨ªa que destronar. Sin esta piedra clave -como en una b¨®veda-, todo el tinglado sobre el que se sosten¨ªa Crivill¨¦ se vino abajo, empezando por el propio equipo de competici¨®n de Honda, que le puso entre las piernas una moto ingobernable, desarticulada, despersonalizada. Sirva como ejemplo que era sobrepasado, una y otra vez, por pilotos de equipos privados con m¨¢quinas Honda del a?o anterior.
La temporada empez¨® mal. Los especialistas dicen que no se prepar¨® f¨ªsicamente, que no se entren¨® lo suficiente como para poner a punto la moto, que estaba cansado. Cuando se quisieron tomar medidas, no dieron resultado. Finalmente, todo fue in¨²til. ?sta ha sido, probablemente, la temporada en la que m¨¢s veces ha rodado por los suelos el piloto espa?ol.
El caso del saltador Yago Lamela es todo lo contrario. Nadie lo esperaba cuando surgi¨®, ni nadie esperaba tanto como un salto de 8,56 metros, que le colocaba de golpe, con tan s¨®lo 22 a?os, como subcampe¨®n del mundo en 1999 y dispuesto a quitarle el trono al cubano Iv¨¢n Pedroso. Dos saltos de 8,56 y 16 por encima de los ocho metros convirtieron al atleta asturiano en una estrella medi¨¢tica. A lo largo de aquel verano las televisiones y los fot¨®grafos se hartaron de reproducir su figura esbelta, su cabellera al viento, su perfil desafiante y sus gestos cuidados como los de un bailar¨ªn.
Lamela no era ajeno a este resplandor en el espejo. Un somero an¨¢lisis gestual de aquellas im¨¢genes muestra a las claras el componente narcisista que anidaba en el joven atleta desafiante y autocomplaciente. Pero las cosas se torcieron cuando parec¨ªa que pod¨ªa tocar la gloria con los dedos. El a?o 2000 ha sido decepcionante. Una ristra inacabable de lesiones de todo tipo y la evidencia de que la fama y el dinero son alimentos de dif¨ªcil digesti¨®n cuando s¨®lo se tienen 23 a?os y todo ha ido viento en popa.
No nos enga?¨®. De nuevo su gestualidad, ahora nerviosa, deslavazada; esa forma de mesarse los cabellos, antes de un solo trazo y ahora a tirones, mostraban sus dudas. Y lleg¨® Sydney. Lleg¨® a trompicones. Y lleg¨® una ma?ana supuestamente fr¨ªa, nublada y ventosa. Y Yago Lamela corri¨® por el tart¨¢n del estadio ol¨ªmpico y salt¨®, pero no vol¨®.
Cuando se acab¨® la sesi¨®n de clasificaci¨®n el asturiano ni siquiera hab¨ªa conseguido superar los ocho metros. Su mejor salto fue de siete metros y 89 cent¨ªmetros, un registro demasiado corto como para poder avanzar hacia la final. Eliminado a las primeras de cambio.
"Ha sido un desastre", fue todo lo que dijo Lamela. Mucho, de todos modos, para alguien tan desafiante como ¨¦l. Tiene s¨®lo 23 a?os; cuando lleguen los Juegos de Atenas tendr¨¢ 27, una edad perfecta. Tiene, de hecho, todo el mundo por delante. Una carrera por hacer. Aqu¨ª y hoy figura como perdedor, pero muy probablemente Lamela ha sido elegido en esta encuesta, no por razones estrictamente deportivas, sino para castigar su arrogancia, su altivez y su narcisismo.
No es excusa, aunque ¨¦ste sea el pa¨ªs de la envidia, aquel en el que un buen puesto de trabajo se considera "una posici¨®n envidiable". En este sentido, no deja de ser sintom¨¢tico que el bald¨®n caiga sobre un gran campe¨®n en desgracia, al final consagrado, probablemente en el ocaso de su carrera deportiva, y en un joven que casi toca el cielo y al que, con toda probablidad, le espera una gran carrera deportiva por delante. Son los signos de los tiempos, pero son tambi¨¦n los vicios y virtudes de este pa¨ªs que se mira en sus h¨¦roes de esta extra?a manera.
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