Sagrada Familia, ?por qu¨¦ y c¨®mo acabarla?
Pueden ponerse a temblar los hijos de los vecinos de la finca de N¨²?ez y Navarro de la calle de Mallorca que ocupa, precisamente, el solar que se precisa para construir la fara¨®nica fachada de la Gl¨°ria de la Sagrada Familia. Es m¨¢s que posible que acaben antes de lo que se imaginan como los vecinos del Liceo. Hace 10 a?os este tema ni se planteaba, pero las cosas han cambiado. Hasta entonces las obras hab¨ªan seguido el ritmo lento de las catedrales, y la pol¨¦mica, m¨¢s o menos activa desde mediados de los a?os setenta, se centraba en la discutida est¨¦tica de las esculturas de Subirachs en la fachada de la Passi¨®, en la calle de Sardenya, y en las cr¨ªticas a la continuaci¨®n de las obras, que, se aseguraba, deb¨ªan dejarse tal como estaban cuando falleci¨® Gaud¨ª, su art¨ªfice.Pero a la Sagrada Familia le ocurre lo que a todo. La aplicaci¨®n de la inform¨¢tica a las t¨¦cnicas constructivas, que ha acelerado de forma vertiginosa las obras; el auge de Barcelona como ciudad tur¨ªstica, que ha multiplicado los ingresos, y el apoyo decidido del arzobispado de Barcelona al templo expiatorio y al proceso de beatificaci¨®n de Gaud¨ª, que ha consolidado su aspecto de s¨ªmbolo cat¨®lico, est¨¢n modificando el futuro del templo. En 1994 se dec¨ªa que faltaban 100 a?os para acabar la construcci¨®n, ahora se habla de 50 a?os. Y dentro de una d¨¦cada, ?cu¨¢nto faltar¨¢?
El de la Sagrada Familia es un caso aparte. Es el ejemplo claro de c¨®mo la poderosa sombra de la Iglesia cat¨®lica sigue protegiendo a sus fieles frente a cualquier otro poder civil. Hasta el momento no se ha podido demostrar que disponga de permiso de obras, pero no pasa nada porque es "un caso excepcional". Disminuye el fervor religioso, pero aumenta el tur¨ªstico, por lo que el templo que debe servir para expiar los pecados de nuestra imp¨ªa sociedad se construye ya no con donativos de almas en busca de su pedazo de cielo, sino principalmente con el dinero que budistas, sinto¨ªstas, protestantes y ateos ingresan en sus arcas a trav¨¦s de las entradas y el merchandising. Hay accidentes, pero nunca responsables. En 1994 muri¨® un ni?o al ca¨¦rsele encima una escultura de 200 kilos mientras visitaba con sus padres el Museo Gaud¨ª del templo. La juez, aunque lament¨® la falta de medidas de seguridad del centro -visitado este a?o por 1,5 millones de personas-, no encontr¨® responsables, y no pas¨® nada. Otro ni?o cay¨® en una zanja cuando jugaba en un esplai adyacente. Tampoco pas¨® nada. El pasado mi¨¦rcoles de madrugada cayeron dos grandes trozos de hormig¨®n de 250 kilos y uno de ellos fue a parar al taller de obras situado en la calle de Mallorca, a pocos metros de una parada de autob¨²s. No hubo v¨ªctimas debido a lo intempestivo de la hora, pero la ¨²nica explicaci¨®n oficial fue que la causa hab¨ªa sido "un remolino de viento". Y ning¨²n organismo o instituci¨®n civil tiene a¨²n un informe completo de lo ocurrido, lo que no es ¨®bice para que el ¨²ltimo d¨ªa del a?o se celebre en el recinto una ceremonia religiosa que ha de reunir a 20.000 personas, entre ellas la principal autoridad catalana, el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Los responsables de la obra han certificado la seguridad de todos los asistentes. ?Asunto olvidado?
Nada ni nadie parece poder parar la Sagrada Familia. Es una obra privada que, sin embargo, se ha convertido en el s¨ªmbolo p¨²blico de la ciudad. Y la ciudad, ahora inmersa en la carrera de convertirse en destino preferente del turismo cultural, la necesita. Pero no puede controlarla.
Las obras se realizan a instancias de una fundaci¨®n privada religiosa, cuyo ¨²ltimo responsable es el arzobispo de Barcelona, y con el quim¨¦rico objetivo de poner en pr¨¢ctica, cien a?os despu¨¦s, el sue?o de un arquitecto visionario que a lo largo de su carrera demostr¨® su capacidad de cambio e innovaci¨®n. Contrariamente a lo que sucede en el resto de las catedrales, en este caso no hay una superposici¨®n de estilos seg¨²n las generaciones que han intervenido en la construcci¨®n. Se intenta adivinar la l¨®gica y los deseos de Gaud¨ª a partir de los escasos restos -fragmentos de maquetas, fotograf¨ªas y algunos dibujos- que han quedado. El resultado ofrece aspectos deslumbrantes, pero aun as¨ª ahora la pol¨¦mica ya no se centra s¨®lo en la necesidad de parar las obras o no, sino tambi¨¦n en cu¨¢l ser¨ªa el mejor estilo o sistema para acabarlas. Algo que puede suceder mucho antes de lo imaginado.
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