'Charnego power'
- A la vida hay que echarle cajones. Hola. Soy yo. Y esta foto que aparece por aqu¨ª abajo son mis antepasados. Mi hermano se la encontr¨® en un caj¨®n y me ha pasado copia. Es una foto m¨¢gica hecha en un momento m¨¢gico. Su historia es igualmente bella y sencilla por s¨ª sola. Como una hoja o un anillo. O una peluquera.
- H¨¢blame, oh musa, de aquel var¨®n de multiforme ingenio que, despu¨¦s de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando largu¨ªsimo tiempo, etc¨¦tera. En alg¨²n momento del siglo pasado los chicos de la foto subieron a un barco en alg¨²n puerto del sur de la Pen¨ªnsula. El barco ven¨ªa de Estambul. Estaba cargado de turcos y de piojos turcos, que eran los primos Zumosol de los piojos. Ten¨ªa dos camarotes. Uno para hombres y otro para mujeres. Se pasaron el viaje tirando cad¨¢veres turcos por la borda. Chof. Llegaron a Brasil. Al bajar del barco les fumigaron. Consiguieron trabajo en una plantaci¨®n. Cada noche el patr¨®n los encerraba con llave en sus barracones y soltaba los perros. La esclavitud acababa de ser abolida en Brasil. Pero a¨²n quedaba afici¨®n. De manera que, para adquirir alimentos en la tienda del patr¨®n, tuvieron que firmar contratos de esclavitud. Una noche se escaparon. En plan Kunta-Kinte. Se buscaron la vida a pelo. Los nuevos vecinos de mis antepasados interpretaban que la libertad consist¨ªa en tener la opci¨®n de comprar blancos. Quiz¨¢ no iban desencaminados. El caso es que quer¨ªan adquirir un cachorro blanco de Mart¨ªnez. Eso cre¨® ciertos roces vecinales. Que se solucionaron con vud¨². Empezaron a mor¨ªrseles los animales peque?os, luego los m¨¢s grandes, y finalmente, Federico, el beb¨¦ que Ma'Mart¨ªnez, en el centro de la foto, sostiene sobre sus rodillas. El d¨ªa de su entierro llov¨ªa. En el cielo se oy¨® un rumor. Mi abuelo levant¨® la vista y vio el primer aeroplano de Santos Dumont. Se fueron a Buenos Aires. Viv¨ªan junto al Once. Entonces no hab¨ªa coreanos, sino jud¨ªos rusos. Las prostitutas que estaban bajo las arcadas del Once buscaban sus clientes en y¨ªdish. Mi primo Diego de Argentina me dice que el t¨ªo Amador, el descamisado de la foto, que ya ten¨ªa edad para trabajar cosiendo pelotas Nike, trabaj¨® de palanganero en un prost¨ªbulo kosher. En Argentina descubrieron una libertad de dimensiones continentales. Por ejemplo, la ley les permit¨ªa matar una res y comerse una chuleta, siempre que dejaran la piel sobre un alambre. Hoy esa ley no existe. Los hermanos mayores decidieron irse a Cuba, donde se establecieron, la liaron y sintieron por primera vez la ciudadan¨ªa. Mi abuelo, de hecho, se hizo, me dicen, socialista. El t¨ªo Pepe, el segundo por la derecha, se fue a la Yuma / los USA. Compr¨® un pasaporte falso y pas¨® a apellidarse L¨®pez, lo que confirma que L¨®pez es Mart¨ªnez en ingl¨¦s. Tuvo un hijo. El hijo escribi¨® una novela de personaje colectivo en ingl¨¦s. Lo pelaron los malos en las Ardenas. Pero, bueno, les hablaba de una foto.
En el siglo pasado los chicos de la foto se embarcaron en un puerto del sur de la Pen¨ªnsula. El barco ven¨ªa de Estambul. Se pasaron el viaje tirando cad¨¢veres turcos por la borda. Chof. Llegaron a Brasil
- La sonrisa de Robert de Niro. La foto est¨¢ hecha en alg¨²n lugar de S?o Paulo, donde viv¨ªan mis antepasados cuando se escaparon de la plantaci¨®n. Un d¨ªa lleg¨® un fot¨®grafo, colg¨® un lienzo para esconder las barracas y todo el poblado se fotografi¨®. Para ello, se fueron dejando las mejores ropas unos a otros. Es, por tanto, una foto de hombres libres en la que todo el mundo se presta mucho respeto a s¨ª mismo. El segundo por la izquierda es el t¨ªo Amador, que lleg¨® en el ¨²ltimo momento. Le dieron un cachete y una americana y pos¨® vestido con el uniforme de diario. El ni?o que no sabe que crecer¨¢, que tendr¨¢ un hijo y que lo matar¨¢n los nazis es el segundo por la derecha. Mi abuelo es el primero por la derecha. Si se fijan, va disfrazado de emigrante. Es decir, va lo mejor que puede. Y tiene la sonrisa de emigrante. La gastan mucho los actores italo-americanos. Con ella, cuando De Niro utiliza media sonrisa, llena la pantalla. Cabe deducir que se la donaron sus antepasados italianos y que, por tanto, esa sonrisa es un patrimonio.
- La sal de la tierra. Es la sonrisa que se cuela en el rostro de los desplazados cuando descubren que no viajaron para morir en la mar salada, ser fumigados o ser esclavizados. Si se pasean por el Gobierno Civil, donde estos d¨ªas se apelotonan chorrocientos desplazados para que los men in black les den papeles de colores, en la cola ver¨¢n a alguien con esa sonrisa. Si se van a la plaza que hay frente al Macba y observan uno de esos formidables partidos de f¨²tbol en los que juegan chavales de todos los colores, ver¨¢n que cuando marcan un gol se les escapa esa sonrisa. Es la sonrisa del hambre de gol. Muy diferente de la sonrisa del hambre a secas, m¨¢s parecida a la sonrisa de los cad¨¢veres en el Polo Norte. Bueno. En fin. Con esta cr¨®nica y mi mejor sonrisa De Niro, les deseo un feliz milenio a los nuevos charnegos que han venido a esta ciudad a descubrir esa sonrisa de la foto.
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