Magos
Hace unos d¨ªas tuve el bendito privilegio de compartir mesa, copa y plato con SS. MM. los Reyes Magos de Oriente. Hablo en serio, se lo aseguro. El mism¨ªsimo Melchor, con un estirado Gaspar y el propio Baltasar, tuvieron a bien citarme en un c¨¦ntrico restaurante alicantino para saciar mi curiosidad cont¨¢ndome sus prop¨®sitos y su estrategia, el mecanismo imaginativo de su proceder para la madrugada del pr¨®ximo 6 de enero. Le aseguro que la emoci¨®n me ten¨ªa paralizado. Nunca -que yo recuerde- hab¨ªa estado tan cerca de sus majestades. Y le confieso que hubo algo verdaderamente m¨¢gico en la gastron¨®mica reuni¨®n. Sali¨® el ni?o que he guardado en la trastienda de mi ins¨ªpida madurez y aplaudi¨® con entusiasmo las primeras palabras de Melchor (el de la barba blanca y abrupta de nieve buena): 'No hay nada comparable en este mundo a la ilusi¨®n', se atrevi¨® a decir. Su argumento de fil¨®sofo aventajado era tan aplastante como el rigor de sus canas y su milenaria sabidur¨ªa. Y lo curioso es que dos mil a?os despu¨¦s, su razonamiento goza de tanta vigencia como el material gen¨¦tico o el micropat¨ªn homologado con sello de la CEE. Ilusi¨®n no faltaba en ninguna de las intervenciones de las que fui testigo. Hasta el mismo Baltasar tuvo palabras de apoyo y de recuerdo para sus paisanos del sur, los que cruzan el estrecho sobre una zozobrante patera.
Estar con ellos ha sido, como le vengo diciendo, una experiencia inenarrable. Conocerlos de cerca, un placer que he tardado muchos a?os en permitirme. Y no importa que despu¨¦s de un encuentro as¨ª me haya aprendido sus caras y me ratifique en que Melchor, Gaspar y Baltasar son los Reyes de todos los ni?os, aunque, en la intimidad, cuando se desprenden del armi?o, del cetro y la corona, se llamen Vicente Castell¨®, Jos¨¦ Manuel Lled¨® y Pedro Boj. Los quiero igual porque son mis Reyes Magos, los mismos de entonces. Y les pido que se acuerden de ese ni?o que ahora les evoca y espera, con los zapatos en el balc¨®n y agazapado entre las s¨¢banas, que le traigan este a?o la ilusi¨®n que algunas veces me falta, la suficiente para aguantar con ella los meses venideros, a los malos pol¨ªticos y las horas tristes que siempre han de llegar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.