Misi¨®n imposible
El universo narrativo del dibujante de c¨®mics Francisco Ib¨¢?ez (Barcelona, 1936) es tan divertido como comercial, pero tiene sus limitaciones. Ib¨¢?ez es un maestro del peque?o formato, de la historieta de una o dos p¨¢ginas, que se estrella en la larga distancia, en el ¨¢lbum a la francesa de cuarenta y tantas planchas. Eso, en principio, no supone ning¨²n desdoro: tambi¨¦n hay excelentes escritores de cuentos que no se sienten c¨®modos con la novela. Sin embargo plantea problemas a la industria audiovisual si ¨¦sta se propone adaptar un tebeo al cine o a la televisi¨®n.
Convertir una colecci¨®n de gags m¨¢s o menos afortunados en una teleserie cuyos cap¨ªtulos tengan algo parecido a una exposici¨®n, un nudo y un desenlace no es f¨¢cil. En el caso de El botones Sacarino, que La Primera de TVE emite los martes por la noche (desde el 27 de diciembre pasado), se ha revelado una misi¨®n pr¨¢cticamente imposible.
El botones Sacarino apareci¨® por primera vez en 1963, en las p¨¢ginas de la fenecida revista DDT. El protagonista de la serie era un p¨ªcaro que prestaba sus catastr¨®ficos servicios en un diario amarillento, El aullido vespertino, consiguiendo agotar la paciencia de todo el mundo con su indescriptible torpeza y su enorme capacidad para generar hecatombes. Nunca supimos gran cosa de ¨¦l porque su ¨²nica misi¨®n era hacernos re¨ªr con sus barbaridades.
En la serie sabemos que Sacarino es un hu¨¦rfano del hospicio, que trabaja para una empresa de servicios cuyo presidente est¨¢ como una regadera y se cree Superman, que su mejor amiga es una chica de est¨¦tica okupa, que una secretaria de porte castrense est¨¢ loca por ¨¦l, que las hermanas del Presi son unas arp¨ªas y que por encima de todo este disparate flota la sombra protectora de un fantasma, el difunto padre del empresario infantil¨®n. Es decir, que se ha intentado, y es de agradecer, fabricar un entorno narrativo que permita explicar historias semanales de casi una hora de duraci¨®n.
Asimismo, se ha intentando ser respetuoso al esp¨ªritu de Ib¨¢?ez y al del g¨¦nero por ¨¦l practicado, utilizando efectos de sonido, onomatopeyas y recursos t¨ªpicos del c¨®mic, lo que tambi¨¦n es de agradecer. Los actores, lejos del naturalismo, hablan con la redicha histeria contenida t¨ªpica de los personajes de Ib¨¢?ez, y algunos de ellos est¨¢n muy bien (pienso en Alaska o en Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez)... Pero las cosas no acaban de funcionar, probablemente porque el material al que se ha recurrido para montar esta serie daba para c¨¢psulas delirantes de cinco minutos y no para episodios de una hora (en este sentido, recordemos el caso Mr. Bean, lo bien que funcionaba en televisi¨®n y lo desastroso de su salto a la gran pantalla).
El botones Sacarino es una serie cargada de buena intenci¨®n y de respeto al mundo del que procede, pero el resultado es un producto lastrado desde el comienzo y que no se sabe muy bien a qui¨¦n va dirigido. Demasiado complicada para los ni?os y excesivamente infantil para los adultos, se mueve en una tierra de nadie, tal vez inevitable cuando se ha abordado la adaptaci¨®n de algo que s¨®lo ten¨ªa raz¨®n de ser en las p¨¢ginas de un tebeo.
[La serie logr¨® en su estreno 3.527.000 espectadores, con un 20,7% de cuota de pantalla, y el pasado martes, 2.626.000 personas, con 15% de cuota.]
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