Trabajar mata
Aunque siempre es un placer releer a Antonio Gala o internarse en alguna de esas novelas espa?olas que tratan alg¨²n aspecto poco conocido de nuestra guerra civil, a veces uno tiene ganas de leer algo actual, conectado con el presente y con capacidad de sugerencia sobre lo que se nos avecina. En esos momentos, uno recurre a los buenos oficios de Amazon.com y se hace con novelas como las dos que he estado disfrutando, aunque resulten aterradoras, durante las ¨²ltimas semanas: The diagnosis (Random House, Nueva York), de Alan Lightman, y Super-Cannes (Flamingo, Londres), de J. G. Ballard. Dos textos que llevan m¨¢s all¨¢ la teor¨ªa pavesiana de que trabajar cansa. Para los se?ores Lightman y Ballard, el trabajo, unido a su compa?era habitual, la ambici¨®n, puede conducirnos al otro barrio tras un lapso no determinado de tiempo instalados en la locura.
Despu¨¦s de leer los ¨²ltimos libros de Lightman y Ballard, logrados a trav¨¦s de Amazon.com, creo que reducir¨¦ a¨²n m¨¢s mis jornadas de trabajo y consumir¨¦ m¨¢s libros y m¨¢s pel¨ªculas
The diagnosis cuenta con el comienzo m¨¢s desasosegante que uno haya le¨ªdo en a?os. El protagonista, un alto ejecutivo de una empresa de Boston, coge cada ma?ana el tren que conecta su casa en las afueras con su despacho en la ciudad. Todo ha ido bien hasta ese d¨ªa en el que, durante su trayecto, se da cuenta de pronto de que no recuerda en qu¨¦ parada se baja. Tampoco sabe a qu¨¦ se dedica y a duras penas recuerda su nombre. Angustiado y sudoroso, acabar¨¢ el cap¨ªtulo recogido por la polic¨ªa en un rinc¨®n del vag¨®n: desnudo, en posici¨®n fetal y agarrado a su tel¨¦fono m¨®vil como el n¨¢ufrago a un madero. A partir de ah¨ª, todo ir¨¢ a peor en esta extra?a f¨¢bula sobre el mundo contempor¨¢neo escrita por un f¨ªsico que da clases en el prestigioso MIT de Boston: una enfermedad claramente metaf¨®rica que nadie sabe diagnosticar acabar¨¢ poco a poco con alguien que, de esta manera, descubrir¨¢ en sus ¨²ltimos d¨ªas que su existencia ha sido una gran metedura de pata.
Super-Cannes se ambienta en un parque de negocios de la Costa Azul trufado de empresas punteras y de bellas casitas con piscina para sus ejecutivos. ?El para¨ªso en la Tierra? Poco probable. Si as¨ª fuera, ?por qu¨¦ se volvi¨® loco el doctor Greenwood y empez¨® a disparar contra todo lo que se mov¨ªa hasta que un guardia de seguridad lo acribill¨® a balazos en un aparcamiento? Si se zumb¨® fue porque hab¨ªa descubierto que el psiquiatra de la zona, para controlar las depresiones de los ejecutivos, que influ¨ªan negativamente en las ganancias de las empresas, hab¨ªa puesto en marcha una terapia de extrema violencia que les permit¨ªa apalear inmigrantes magreb¨ªes, usar drogas embrutecedoras y practicar el sexo con ni?os. El psiquiatra lo hizo todo por el bien del capitalismo, porque, en sus propias palabras, el trabajo es el nuevo ocio.
Aunque nuestros ¨¢rboles son necesarios para fabricar el papel con el que imprimir las novelas de Antonio Gala, los manuales de autoestima y la en¨¦sima reflexi¨®n literaria sobre nuestra guerra civil, estar¨ªa bien emplear alguno en estas dos novelas. Dudo mucho que las leyeran todos esos tipos con los que me cruzo por mi barrio, malet¨ªn en ristre, m¨®vil pegado a la oreja, andando a toda prisa para llegar a una reuni¨®n important¨ªsima o para no perder el tren que les lleve a su adosado en Sant Cugat, pero por intentarlo que no quede. Se trata de dos interesantes reflexiones sobre el papel embrutecedor del trabajo como algo que acaba sustituyendo a la vida que, me temo, solo leeremos los desocupados.
Y es que aunque la subversi¨®n parezca imposible hoy d¨ªa en el mundo de la cultura, The diagnosis y Super-Cannes son de esos textos que alguien deber¨ªa colar de matute en ESADE y dem¨¢s centros de fabricaci¨®n de amos del universo. Las empresas perder¨ªan tiburones y el mundo ganar¨ªa seres humanos, que es algo que, evidentemente, no se puede tolerar.
Gocemos, pues, de estos libros quienes disfrutamos m¨¢s o menos de nuestro trabajo. Yo creo que a Pavese le gustar¨ªan. Y al gran Pau Riba, que dijo hace a?os aquello tan bonito de que vivir deber¨ªa ser gratis y que el trabajo habr¨ªa de estar reservado a los que quisieran lujos. Despu¨¦s de leerlos, creo que reducir¨¦ a¨²n m¨¢s mis jornadas laborales y que consumir¨¦ m¨¢s libros y m¨¢s pel¨ªculas. De este modo evitar¨¦ el karoshi (aquella muerte s¨²bita que sufr¨ªan los ejecutivos japoneses hace unos a?os), aunque siga observando lo que me rodea (inmigrantes tratados a patadas, prevaricadores sueltos, submarinos amarillos, uranio empobrecido, los pepitos de ternera del ministro Ca?ete...) y no pueda evitar pensar que el d¨ªa menos pensado palmar¨¦ de la manera m¨¢s espa?ola que existe: de asco.
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