A merced de los elementos
Llov¨ªa. Alcib¨ªades lo supo, sinti¨® la lluvia en su anatom¨ªa de argonauta enfermo; era un olor ponzo?oso, flujo de la ro?a que se hab¨ªa filtrado desde el coraz¨®n h¨²medo del mar. Se imagin¨® anfibio y viajero del diluvio, pero al intentar levantarse se dio cuenta de su condici¨®n terrestre. Estaba mareado.
Cuando alumbr¨® la despensa pudo ver c¨®mo las cucarachas hu¨ªan por docenas, desapareciendo por las min¨²sculas rendijas que comunicaban con el mundo subterr¨¢neo, todas menos una. Alcib¨ªades se agach¨® y quem¨® su cabeza con una cerilla. 'Qu¨¦ asco'. Y sin embargo eran animales atentos: se sab¨ªan repugnantes y por eso se escond¨ªan.
Escogi¨® un peque?o barril que parec¨ªa atornillado por los siglos de polvo a su molde de madera. Era un buen vino. Sorbi¨® un trago y le entraron ganas de hablar. Record¨® lo de aquella pulga que un buen d¨ªa decidi¨® marcharse a Europa, pues se encontraba enferma. Habl¨® a las cucarachas que desde las grietas le miraban: 'Ella se embarc¨® montada en una rata negra y abandon¨® el Oriente, cuyo clima parec¨ªa no ser demasiado bueno para su salud. En la nave encontr¨® a muchas otras pulgas que tambi¨¦n viajaban en su respectivas ratas. ?Sab¨¦is?; hizo tantos amigos que cuando llegaron al puerto de G¨¦nova ya ten¨ªa contactos por toda la ciudad. As¨ª que, mientras vivi¨®, la pulga se hart¨® de sangre, no solo animal, sino tambi¨¦n humana, pues no era nada escrupulosa. Y con ella lleg¨® a Europa una dolencia que se llam¨® peste y que sembr¨® la muerte por doquier...'
El relato se deshizo en murmullos. Afuera el mar respiraba tranquilo. Alcib¨ªades meti¨® su nariz en el vaso y el aroma le transport¨® al pasado. Recordaba bien la ola que le dej¨® sin barco. Primero aguant¨® cien gotas que golpearon su rostro, despu¨¦s llegaron cien mil que empujaron su cuerpo con violencia, y poco m¨¢s tarde sinti¨® c¨®mo millones de gotas le arrancaban de la borda con una fuerza inusitada. Despert¨® en un hospital y le comunicaron el naufragio y la muerte de toda la tripulaci¨®n. Alcib¨ªades se ri¨® tanto que tuvo que permanecer recluido en un sanatorio durante un mes, hasta que se le pas¨® la risa.
Aquellos fueron tiempos dif¨ªciles, las cucarachas lo sab¨ªan. La mirada de Alcib¨ªades se torn¨® oscura y su sonrisa se congel¨® en un invierno perpetuo. Comenz¨® a encallar en todos los bares del pueblo como un cachalote despistado y los vecinos casi le perdieron el respeto.
Sorbi¨® un poco m¨¢s de vino. Una gota se desliz¨® lentamente por su barbilla hasta que la ataj¨® con un movimiento de manga. Abri¨® las ventanas y examin¨® el cielo para comprobar su situaci¨®n geogr¨¢fica. Verific¨® por las estrellas que segu¨ªa estando en el mismo lugar. Aspir¨® todo lo que pudo hasta que la tos acudi¨® en defensa de sus pulmones carcomidos. Tuvo que sorber un poco de vino para calmar el gaznate. All¨ª estaban los barcos, agrupados en el puerto para hacer noche. Alguno ronroneaba siquiera, mientras expulsaba su orina de agua sucia por los costados. De pronto Alcib¨ªades infl¨® sus pulmones y empez¨® a dar ordenes, como en los viejos tiempos. Nombr¨® de memoria todas las embarcaciones y logr¨® que formaran filas frente a la d¨¢rsena. Fue un sencillo jueguecito mental. Por aquellos d¨ªas, en los peri¨®dicos no paraban de aparecer noticias acerca de monta?eros muertos a causa de los temporales. Tragedias parecidas a la suya en escenarios diferentes. ?Aberraciones clim¨¢ticas o causas naturales? Qui¨¦n podr¨ªa decirlo.
Alcib¨ªades record¨® la historia que le cont¨® un viejo marinero, y que dec¨ªa as¨ª: El mundo fue creado en siete d¨ªas, y antes de descansar Dios dijo: 'H¨¢gase la luz en el mundo, a merced de los elementos'. Pero un ¨¢ngel insolente se acerc¨® al creador: 'Se?or', le dijo, 'ya s¨¦ que est¨¢is muy fatigado despu¨¦s de crear el mundo, mas no pod¨¦is dejar la tierra a merced de los elementos. La creaci¨®n no ser¨ªa perfecta'. Dios le mir¨® con benevolencia pero no se conmovi¨®: 'Has de saber que todo es verdaderamente imperfecto', le respondi¨®. 'No logro completar nunca mi omnipotencia, que es infinita'.
Y tras decir esto, el descanso de Dios fue el inicio del mundo.
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