El caldo de la ministra
Mientras el patinete invade la globalidad, en una muestra inequ¨ªvoca de sensibilidad ¨²nica planetaria, y toma cuerpo un miedo ¨²nico hecho de vacas locas, esclavos inmigrantes, ingenios at¨®micos averiados, leucemias posb¨¦licas, temblores en la Bolsa y f¨¢rmacos portadores de enfermedades, la ministra espa?ola de Sanidad ense?a a las amas de casa a hacer caldo del bueno. Unas hierbitas -sin pesticidas-, un hueso -de cerdo, ese bicho que no es ni siquiera animal-, agua cruda -es decir, tratada en una planta depuradora- y ?hale hop!: garantizada est¨¢ la salud de la familia. 'Aix¨° es una dona!', decimos en Catalu?a ante estas recetas pol¨ªticas excepcionales.
El caldo de la ministra es un magn¨ªfico resumen de lo que da de s¨ª la situaci¨®n a principios del siglo XXI y pocos d¨ªas antes de que George W. Bush, el pol¨ªtico que -insisto en el detalle- pasa dos horitas diarias ante una play station, tome posesi¨®n de la presidencia de la primera potencia mundial, que todos dicen que gobernar¨¢ el vicepresidente electo Chenney. El caldo pol¨ªtico m¨¢s ex¨®tico de la historia est¨¢ servido y por eso, quiz¨¢, la gente se enamora del patinete.
?M¨¢s hierbas de ahora mismo para el potaje? El Supremo da un revolc¨®n al Gobierno que ha indultado a un juez prevaricador y que ahora, mientras el Tireless espera en Gibraltar y las carreteras espa?olas recogen m¨¢s muertos por accidente que nunca, como si los espa?oles tuvieran una irresistible tendencia al suicidio, reclama sus derechos a ejercer de Gobierno. Faltar¨ªa m¨¢s: el Gobierno es el Gobierno, que dir¨ªa el se?or Aznar. Otra cosa es que, ante este inventario de ingredientes pol¨ªticos para hacer el caldo de cada d¨ªa, la gente -que, dig¨¢moslo con claridad, tiene la mosca tras la oreja y se pregunta cu¨¢ndo toca el pr¨®ximo zarpazo del terror- conceda alguna credibilidad a las explicaciones que se dan en nombre de la transparencia, la democracia y el caldo. Y es que cuando el caldo se agria no hay ret¨®rica que valga.
Los fantasmas del milenio hierven en todas partes. En Catalu?a, sin ir m¨¢s lejos, mientras la gente se lanza al patinete como quien se aferra a un clavo ardiendo, se cocina la menestra sucesoria con conseller en cap y pallerols confitats en salsa de rebajas soberanistas. Y en Cuba, donde siempre han ido en patinete, aparece una incre¨ªble liaison Castro-arte de vanguardia franc¨¦s que es el kitsch que faltaba al potaje global.
La historia de la obra de arte que el pintor y performer Jean Pierre Reynaud entrega a Fidel Castro en presencia de los m¨¢s exquisitos cr¨ªticos de arte planetarios -y que explica en un reciente n¨²mero el foro de connaisseurs que es Connaissance des Arts- es la trufa que covierte el caldo en consom¨¦. Sucede que el tal Reynaud es un experto en transformar el nacionalismo sin fronteras en obra de arte a partir de la idea del objeto bandera que expuso, con la bandera francesa, nada menos que en el Jeu de Paume en 1998. En l¨®gica progresi¨®n, este artista, 'experto en el florilegio planetario de las identidades nacionales', cay¨® fascinado por la bandera cubana, a la que dedic¨® sus mejores esfuerzos para sintetizar 'la fuerza del emblema y hacer una obra de arte que sea la consagraci¨®n cultural suprema del s¨ªmbolo'. El sue?o del pintor fue que Fidel colocara su obra -la bandera cubana, pintada a id¨¦ntico tama?o y color que una real- en su despacho y casi acaba de lograrlo: esta pieza ¨²nica, 'catalizadora de la alquimia de la sensibilidad', luce ya, como cualquier otra bandera, en la sede del Consejo de Estado de la Rep¨²blica de Cuba. L¨®gicamente, a Reynaud le llueven peticiones de todos los que quieren convertir su bandera en 'arquetipo de la consciencia estructural del espacio'; los libios, por ejemplo. Y los museos del mundo ponen precio -alto- a su ocurrencia.
Nadie se libra, pues, de las vacas locas. S¨®lo faltaba, en esta sopa, la bandera objet d'art para confirmar que el gusto ¨²nico, igual que el miedo ¨²nico, es una muestra m¨¢s de nuestra dieta actual. Como dice Ramoneda, 'ideologizados hasta la asfixia'. Hasta en el caldo. Parece broma, pero no lo es.
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