Pescadores del norte
Los amigos de los ambientes marineros y de la fotograf¨ªa tienen excursi¨®n a Logro?o para ver estos d¨ªas en la sala de exposiciones de Ibercaja una simp¨¢tica exposici¨®n sobre Pescadores del mar del Norte a finales del siglo XIX. Es una iniciativa de la Asociaci¨®n Aula del Mar que, como su nombre indica, fomenta la afici¨®n al mar y la navegaci¨®n, de manera especial entre los habitantes m¨¢s alejados de la costa. Con esta finalidad han tra¨ªdo m¨¢s de treinta fotograf¨ªas recuperadas de la colecci¨®n Harry &Ford Jenkins que cumple de sobra su af¨¢n did¨¢ctico. Adem¨¢s, terminada su estancia en la capital riojana tienen previsto recorrer varias salas madrile?as para, llegado el oto?o, terminar su periplo en Santo?a (Cantabria), coincidiendo con el Festival de la Anchoa. Las tomas, realizadas en blanco y negro entre 1896-1918, son una hermosa referencia de los ¨²ltimos d¨ªas de la navegaci¨®n a vela.
La familia Jenkins conforma una saga de fot¨®grafos que vienen ejerciendo como tales de la ¨¦poca victoriana. Tres son las generaciones que han sumado y entrelazado im¨¢genes. Hoy los herederos se encargan de divulgar el trabajo que sus antepasados realizaron durante m¨¢s de ochenta a?os teniendo como sujeto de inter¨¦s la flota y el ambiente de la pesquer¨ªa en la costa este de Inglaterra. Desde su estudio en el puerto de la ciudad de Lowestoft controlaban el vaiv¨¦n de bergantines y tartanas que luchaban contra las olas y el viento persiguiendo los bancos de pescado. En los muelles recuperaban las escenas de venta y preparaci¨®n de las capturas. El conjunto de estos fondos conforma una sobresaliente y detallada cr¨®nica de una cultura artesanal hoy desaparecida. Las im¨¢genes traen la nostalgia del pasado. Guardan cierta ingenuidad compositiva que armoniza con la sencillez de las gentes que representan. Salvo las bordadas de los veleros surcando las aguas revueltas, el resto de las tomas est¨¢n preparadas. M¨¢s que la espontaneidad del momento buscaban la belleza de las formas y la iluminaci¨®n adecuada para realzar el momento. Los voluminosos aparatos de placas de cristal sostenidos por un s¨®lido tr¨ªpode no facilitaban movimientos excesivamente ¨¢giles, ni incitaban a la b¨²squeda de puntos de vista innovadores. El resultado son documentos que nacen de la visi¨®n recreada del momento pre?adas de la objetividad que ofrece la m¨¢quina. Dentro de este grado de ficci¨®n la complicidad entre modelos y retratista garantiza la ternura de unas fotograf¨ªas con claro arraigo popular y alto grado de candidez.
En la ¨¦poca victoriana el pescado era alimento de las gentes humildes. El arenque se consum¨ªa pr¨¢cticamente crudo y se conservaba en barriles de salmuera que se rellenaban reci¨¦n desembarcado. Varias fotograf¨ªas recogen esta actividad que realizaban bellas escocesas. Famosas por su buen hacer llegaban con la temporada y eran capaces de preparar sesenta peces en un minuto. Las escenas en estos menesteres se multiplican. As¨ª, los hombres en la cubierta del barco desenredan los peces enganchados en la red. Entretanto, curiosos, miran al objetivo que les enfoca y aguardan sonrientes el final del tramite. En otra esquina, de pie en el muelle, dos marineros trasvasan pescado de un tonel a otro. La captura de un pez de grandes dimensiones hace posar tras ¨¦l a un numeroso grupo de personas que dan medida del volumen de la captura. Cuando llega el momento de las embarcaciones vemos al bergant¨ªn que ha fallado en la maniobra y est¨¢ encallado pr¨®ximo a la bocana del puerto. La tensi¨®n se vive a bordo de otro peque?o velero donde dos hombres a la ca?a intentan cambiar de bordada para realizar sus capturas.
Menci¨®n aparte merecen los retratos de los viejos marinos. Bien solos o acompa?ados de hijos y nietos posan deliberadamente para el fot¨®grafo. Destellos de luz hacen brillar sus ojos claros y profundos como las entra?as del oc¨¦ano. Los surcos de su cara son huella del sol y del viento, erosi¨®n del agua y la sal. Reflejo vivo de una existencia llena de esfuerzos y sacrificios.
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