La librer¨ªa del ¨¢ngel
En Marruecos quiz¨¢ no haya much¨ªsima gente que lea novelas, pero los libreros saben lat¨ªn. Basta con que te vean pasar de largo de las estanter¨ªas tur¨ªsticas de sus tiendas,desde?ando los grandotes libros de fotos con pies peque?os por texto para que se acerquen sigilosos como conspiradores a ofrecerte consejo y tentaci¨®n. As¨ª me enter¨¦ hace tres meses en una librer¨ªa de Ouarzazate de que El pan desnudo, la excelente novela de Mohamed Chukri que yo hab¨ªa le¨ªdo un a?o antes en la edici¨®n castellana de Debate,ya se pod¨ªa vender en Marruecos. '?Y conoce usted su otro gran libro, El tiempo de los errores?'. Lo conoc¨ªa, pero, puesto que el due?o me abr¨ªa el coraz¨®n de su trastienda, le pregunt¨¦ por un par de t¨ªtulos inencontrables de Mohammed Kha?r-Eddine, autor tambi¨¦n largamente censurado. Me mir¨® como con rayos X en los ojos y una hora despu¨¦s sal¨ªa yo del comercio muy contento de la lecci¨®n de literatura ¨¢rabe moderna all¨ª recibida y cargado con un paquete de novedades.
Marruecos est¨¢ ahora en la prensa frecuentemente. El joven rey reformista. Las revistas prohibidas por el Gobierno. El tratado de pesca. El imparable flujo de emigrantes y sus papeles so?ados en la pesadilla del naufragio ilegal. La pol¨¦mica del ¨²ltimo libro de Ben Jelloun sobre la siniestra c¨¢rcel de Tazmamart en la que Hassan II enterr¨® a los frustrados regicidas. Sombras y claros de un pa¨ªs que lucha por quitarse de encima el cielo protector de su pasado.
Aunque la novela tiene casi treinta a?os y Chukri el estatuto de los cl¨¢sicos vivos, El pan desnudo habla con voz de hoy. Y espero que no se me tenga por un etnocentrista con nostalgias coloniales si digo lo espa?olas que veo sus ra¨ªces literarias. El Lazarillo, la rica estirpe picaresca, el Cela tremendista y tenebroso de La familia de Pascual Duarte. ?Hay tambi¨¦n huellas de Jean Genet, a quien Chukri trat¨®, en sus novelas? En el pa¨ªs de la literatura, los m¨¢s grandes son siempre los menos nacionalistas; han le¨ªdo lo que les cae en la mano, se dejan poseer por invasores extranjeros y cuando escriben no tienen pasaporte ni l¨ªmite territorial; son de sus padres ileg¨ªtimos (los autores precedentes) y de su madre natural (la lengua que usan).
El pan desnudo y su informal continuaci¨®n Tiempo de errores (tambi¨¦n editada en Espa?a por Debate) son cr¨®nicas autobiogr¨¢ficas, y dir¨ªa confesiones si la palabra, pese a Rousseau, no sonase tan penitente. Situadas en un paisaje escuetamente dibujado del norte de Marruecos -Chukri naci¨® en la zona del Rif y se movi¨® en su juventud entre Larache, Tetu¨¢n y T¨¢nger-, reflejan la antigua confluencia social de aquellas tierras (en el ¨¢rabe original se cuelan con frecuencia t¨¦rminos espa?oles y franceses). No hay voluntad hist¨®rica en el relato, que es pasional, personal, pero, como el narrador circula y mira y se franquea, los lectores podemos ver al fondo, en silueta precisa, el cuadro del tiempo real.
La primera vida del narrador, que se llama a s¨ª mismo Mohamed Chukri, es amarga y no siempre triste. El sexo,en una y otra direcci¨®n, difumina muchas angustias, aunque el color del mundo de los burdeles y las putas con que ¨¦l se relaciona es m¨¢s negro que verde. Dinero, violencia, peque?os para¨ªsos artificiales; los temas del arte. En medio de la desolaci¨®n, algo sucede en las ¨²ltimas p¨¢ginas de El pan desnudo. El muchacho protagonista vuelve de una noche de farra o una chapuza en el puerto y entra en una librer¨ªa: 'Compr¨¦ un libro para aprender a leer y escribir'. Es el comienzo de su segunda vida. A pesar de la frase que termina El pan desnudo, '?Es tarde para aspirar a ser ¨¢ngel!', la librer¨ªa de T¨¢nger donde aquella ma?ana de los a?os cincuenta entr¨® un Chukri analfabeto y desesperado le hizo un hombre m¨¢s consciente y m¨¢s libre. Hoy ¨¦l y los suyos siguen viviendo bajo el mismo cielo marroqu¨ª, pero los protectores de su tierra, los due?os del pan y los errores,han de ser ellos leyendo el libro abierto del futuro.
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