Brahms entra en el siglo XXI
Peri¨®dicamente se hace necesario volver a ciertos ciclos significativos, perdurables y hasta inamovibles del repertorio sinf¨®nico. As¨ª, el de las cuatro sinfon¨ªas de Brahms, que, una vez m¨¢s, ha sonado en el Auditorio Nacional para los asiduos de Iberm¨²sica, en versiones de la Filarm¨®nica de Nueva York con su titular desde 1991, Kurt Masur (Silesia, 1927).
Las sinfon¨ªas de Brahms, estrenadas entre 1876 y 1885, tardaron en introducirse en Espa?a bastante menos que las de Mozart y Beethoven. El ciclo, asignatura obligada para todo director, conoce docenas y docenas de grabaciones. Y es inevitable que para cuantos los vivimos resulten literalmente inolvidables los Brahms de Carl Schuricht, Argenta, Celibidache, Karajan, Knaperbusch, Fricsay o los reveladores de Maazel cuando contaba 25 a?os.
Supone la suma brahmsiana la asunci¨®n, por supuesto, de Beethoven, pero tambi¨¦n la del esp¨ªritu dif¨ªcilmente aprehensible de Schubert, a m¨¢s de la aceptaci¨®n sugerente de Schumann. Desvelar ante el p¨²blico tan compleja s¨ªntesis cultural hecha tanto de los brumosos lagos centroeuropeos cuanto de la esencialidad cant¨¢bile y lieder¨ªstica de Viena, es misi¨®n de alto porte que Kurt Masur (sucesivo maestro de formaciones tan potentes como las de Dresde, Leipzig y, desde hace una d¨¦cada, Nueva York) resuelve con criterio tendente a una cierta austeridad expresiva pero no ajeno a la vena l¨ªrica de una m¨²sica tan humana en sus controladas exaltaciones como en su rara melancol¨ªa.
No ha de extra?ar el decisivo triunfo de un instrumento tan perfecto, vivo y brillante como la Filarm¨®nica neoyorquina ahormada en 1909-1911 por el extraordinario director Gustav Mahler. Masur comparti¨® el ¨¦xito con sus profesores e hizo saludar a los solistas m¨¢s distinguidos ante un p¨²blico masivo y enfervorizado. Madrid, el Madrid filarm¨®nico con casi siglo y medio de historia, ha mostrado su fidelidad a Brahms al comenzar el siglo XXI en dos jornadas m¨¢s que brillantes, trascendentes.
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