Demonios y benditos
Sostiene el autor que presentar a los terroristas como encarnaci¨®n del Mal es un modo de sacudirse la responsabilidad por la g¨¦nesis y continuidad de la violencia.
En un art¨ªculo de hace unos meses sobre la violencia neonazi en Alemania, Richard Herzinger se preguntaba c¨®mo pod¨ªa evitarse caer en la tentaci¨®n, que le parec¨ªa un peligro real, de convertir la violencia ultra en la encarnaci¨®n del Demonio, es decir de revestirla con todos los atributos del Mal absoluto, cosa que era a su juicio un error. La pregunta y la duda valen, me parece, para aqu¨ª y tambi¨¦n aqu¨ª eso ser¨ªa un error -que en mi opini¨®n se est¨¢ cometiendo; basta con leer los peri¨®dicos-, por varias razones: porque puede producir desviaciones indeseables de la estrategia que le resten al cabo eficacia, porque por ese camino, si el oponente es el Diablo, f¨¢cilmente puede llegarse a la infracci¨®n de los derechos humanos, como de hecho ha sucedido, y no solo con el GAL (alg¨²n d¨ªa, en el Libro de la Verdad, habr¨¢ que hablar tambi¨¦n de los excesos policiales impunes, que no han sido pocos) y, en tercer lugar, porque mucho me temo que a la mente de sectario que caracteriza a estos movimientos, tanto a los alemanes como a los nuestros, le produce un considerable placer verse atribuir por el resto de la sociedad los cuernos y el rabo que desde la decadencia de la fe religiosa se encuentran vacantes. Los recipendarios, me parece, se encuentran c¨®modos en el disfraz.
'La demonizaci¨®n de los malvados tranquiliza. Pero no; por desgracia, son de nuestra misma especie'
Pero todo esto, aunque quiz¨¢s inevitable, es muy poco real, y cuando unos concejales donostiarras de Euskal Herritarrok, en respuesta a un comunicado de condena a ETA, afirman -me imagino que por conocimiento personal- que los miembros de esta organizaci¨®n no son criminales sino gente -perdonen el estilo, que no es m¨ªo- 'que llora y r¨ªe, que sufre y se enamora' (o algo as¨ª, la cita no es literal), pues miren ustedes, hay que reconocer que, aunque sin duda est¨¢n equivocados en la primera parte (que no son criminales), muy probablemente tienen toda la raz¨®n en la segunda. Como dice el refr¨¢n, algo adaptado, lo asesino no quita lo sentimental; son, al contrario, cosas que suelen avenirse extraordinariamente bien. ETA y sus alrededores, pese a sus atrocidades, deben de ser probablemente personas m¨¢s bien normales.
A este respecto me viene a la mente una entrevista con el cineasta Carlos Saura en la que hablaba de la cobard¨ªa que en su opini¨®n muestra el cine norteamericano cuando se enfrenta a la maldad humana. Este cine se siente obligado -dec¨ªa Saura- a pintar a los malvados (en concreto los nazis, pero es general) como demonios y psic¨®patas, porque no se atreve a presentarlos, de forma mucho m¨¢s realista, como personas normales. La normalidad del mal, su banalidad, por decirlo en una formulaci¨®n cl¨¢sica, es dif¨ªcil de digerir; la demonizaci¨®n en cambio tranquiliza: no son como nosotros, son casi, dir¨ªamos, de otra especie.
Pero no: por desgracia, los malvados son de la misma especie que nosotros, desprovista, salvo extravagancias biol¨®gicas, de protuberancias extra?as: nuestros escuadrones de la muerte, como tantos que pululan por este noble planeta, no est¨¢n compuestos de monstruos, ni siquiera de locos; o, en todo caso, se trata de locos afectados por una clase de locura bastante especial y no aparente, la misma que Freud encontraba en su an¨¢lisis de la religi¨®n: 'La religi¨®n, mediante la fijaci¨®n a un infantilismo ps¨ªquico y la inserci¨®n en un delirio de masas [la cursiva es m¨ªa], consigue ahorrar a muchos seres humanos la neurosis individual'.
Es dif¨ªcil que esto no nos suene a algo por aqu¨ª. El delirio colectivo, pues, libra al hombre de la locura individual y le permite -a?ado- hacer y aceptar verdaderas monstruosidades sin dejar de ser perfectamente normal en la superficie. Se trata, en el fondo, de una expulsi¨®n de la locura personal al exterior social.
El fen¨®meno se trasluce con especial claridad, por ejemplo, en tantas personas de car¨¢cter angelical que votan, jalean y animan cualquier atrocidad. El caso es frecuente. Dentro de su persona solo ha quedado el Bendito; al Demonio lo llevan en andas. Y tampoco puede decirse que esto sea exactamente un comportamiento deshonesto, ya que es absolutamente inconsciente; es quiz¨¢s simplemente primitivo.
Dicho esto, la cuesti¨®n es la siguiente: si estamos de acuerdo -y creo que la gran mayor¨ªa de los vascos lo estamos- en que todo esto efectivamente es, por seguir usando la palabra, un delirio, es decir, que no tiene base objetiva digna de tenerse en cuenta y que el supuesto 'yugo espa?ol sobre Euskal Herria' es, seg¨²n opiniones, o bien perfectamente inexistente, o notablemente ligero, la pregunta es cu¨¢l es la fuente de la que procede, qu¨¦ lo alimenta y qu¨¦ ra¨ªz hay que cortar para que se agoste. Y el problema, el verdadero problema, es que en el pa¨ªs hay mucha gente que no est¨¢ dispuesta a hacerse esta pregunta tambi¨¦n ellos por cobard¨ªa, porque hac¨¦rsela y contest¨¢rsela les supondr¨ªa reconocer la parte que han tenido en la generaci¨®n, alimentaci¨®n y perpetuaci¨®n del delirio, o sea, la parte de responsabilidad, cercana o lejana, que tienen en el asesinato de centenares de personas, cosa muy dif¨ªcil de encarar.
Es mejor mirar para otro lado y pintar demonios, como en el cine. Lo cual, por cierto, es tambi¨¦n un signo de primitivismo.
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