Desaparece un protagonista clave en una guerra que implica a siete pa¨ªses africanos
Sin Kabila, el mapa de la regi¨®n de los Grandes Lagos, la que recorrieron los grandes exploradores para tomar posesi¨®n de este o aquel territorio en nombre de una u otra potencia colonial, se volver¨¢ a barajar. La ¨²ltima gran convulsi¨®n geopol¨ªtica data del verano de 1998, cuando los tutsis ruandeses y las tropas ugandesas, que auparon a Kabila en el poder un a?o antes, decidieron prescindir de ¨¦l; el presidente congol¨¦s temiendo por su vida se adelant¨® expuls¨¢ndoles del pa¨ªs con un discurso nacionalista que encontr¨® adeptos entre la poblaci¨®n de Kinshasa, donde se odia al tutsi.
La respuesta de ruandeses y ugandeses fue un audaz intento de golpe de Estado. Unos pocos soldados trasladados en avi¨®n desde Goma (este) a un base cerca de Matadi (el puerto atl¨¢ntico), sublevaron unidades y llegaron a tomar barrios del extrarradio de Kinshasa. A Kabila le salv¨® Jos¨¦ Dos Santos (Angola), que envi¨® sus carros de combate para impedir la ca¨ªda.
Dos Santos jugaba esa carta congole?a pensando en sus intereses. Kabila le garantizaba el cierre de las bases en Congo de UNITA, la guerrilla de Jon¨¢s Savimbi, contra la que Dos Santos guerrea desde hace 30 a?os. Detr¨¢s de Luanda se aline¨® la Namibia de Sam Nujuma y el Zimbabue de Robert Mugabe. ?ste, o su entorno, logr¨® concesiones minerales en el Congo controlado por Kabila a cambio de tropas. Los 11.000 soldados zimbabuos han evitado desde entonces la ca¨ªda de las minas de diamantes de Kasa?, en el centro del pa¨ªs.
Mugabe paga el apoyo
A Mugabe le cost¨® caro este apoyo desinteresado: un mill¨®n de d¨®lares mensuales salieron del presupuesto nacional de Zimbabue para financiar la aventura. Los beneficios minerales se perdieron en unas pocas manos y la econom¨ªa de Zimbabue comenz¨® a tambalearse r¨¢pido y en esa crisis naci¨® una poderosa oposici¨®n democr¨¢tica que en junio de 2000 puso en graves apuros la hegemon¨ªa de 20 a?os de Mugabe. ?ste puede ser uno de los que m¨¢s pierdan a medio plazo por la muerte de Kabila.
El granero de Kivu
Uganda y Ruanda, tras fracasar el golpe de agosto de 1998, concentraron sus esfuerzos en el apoyo de tres guerrillas congolesas, a las que alimentan, arman y complementan con unidades regulares. Burundi, un pa¨ªs gemelo a Ruanda (mayor¨ªa de la etnia hutu, pero dominado por los tutsis), apoya esa guerra. El objetivo confeso de los tres es asegurar sus fronteras, crear una zona tap¨®n en el este de Congo para evitar que sus disidentes ataquen desde el antiguo Zaire. La raz¨®n real es que adem¨¢s la regi¨®n del Kivu es el granero de la zona, con el que se podr¨ªa alimentar a varios pa¨ªses.
La desaparici¨®n del poder de Mobutu Sese Seko (mayo de 1997), desplazado por Kabila y los tutsis cuando eran aliados, dej¨® un pa¨ªs inmenso, casi cinco veces Espa?a, sin control y afloraron los apetitos de unos y otros. Kabila, a diferencia de Mobutu, nunca supo leer el mapa internacional, ni beneficiarse de las disputas entre Francia y Estados Unidos; Kabila, tosco y poco flexible, consigui¨® enemistarse con todos. Hasta con Nelson Madela.
Su desaparici¨®n, a corto plazo, puede llevar m¨¢s desestabilizaci¨®n a una regi¨®n muy poco estable, donde las ONG denuncian graves violaciones de los derechos humanos en los dos bandos y bolsas de desnutrici¨®n entre la poblaci¨®n civil. Pero los expertos sostienen que la muerte de Kabila puede ayudar a desatrancar un callej¨®n sin salida, facilitar el despliegue de los 5.000 cascos azules previstos por la ONU y cumplir de una vez cualquiera de las versiones del plan de paz de Lusaka (Zambia) ignoradas por los bandos en guerra.
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