Gloria Macapagal jura como presidenta de Filipinas tras la dimisi¨®n forzada de Estrada
Miles de personas marcharon sobre el palacio de Malaca?ang y exigieron la ca¨ªda del Gobierno
Abandonado por su Gobierno, que dimiti¨® en bloque el viernes, por el jefe del Ej¨¦rcito, general ?ngelo Reyes, por el poder judicial y por los parlamentarios que lo defendieron casi hasta el final, el presidente de Filipinas, Joseph Erap Estrada, cedi¨® al fin, 'por el bien de la naci¨®n', a la presi¨®n de decenas de miles de manifestantes que en las primeras horas de ayer marcharon sobre el palacio presidencial de Malaca?ang. Erap abandon¨® sin alharaca, rodeado por una cohorte de amigos y soldados que lo aclamaban. Su rival pol¨ªtica y hasta ayer vicepresidenta, Gloria Macapagal Arroyo, jur¨® como nueva jefa del Estado.
Estrada, cuyo futuro est¨¢ entre el procesamiento y el exilio, naveg¨® en una barcaza por la bah¨ªa de Manila hasta el barrio metropolitano de San Juan, donde se inici¨® en la pol¨ªtica como alcalde. All¨ª, al calor de sus convecinos, que lo apretujaban y besaban como a un santo, el que fuera senador, vicepresidente, presidente de la Rep¨²blica y, sobre todo, afamado actor comenz¨® a sufrir el sinsabor de la derrota.
Las ¨²ltimas horas de lo que los ciudadanos de Manila llaman people power II en recuerdo de la revuelta popular que acab¨® con el r¨¦gimen del dictador Ferdinand Marcos, en 1986, han sido trepidantes. Al despertar el viernes, Estrada, de 62 a?os, parec¨ªa tener ganada parte de la guerra por su supervivencia pol¨ªtica. El Senado hab¨ªa rechazado el martes, por 11 votos contra 10, una petici¨®n cabal de los investigadores para conocer los movimientos de las cuentas bancarias del presidente, en las que rastreaban las entradas y salidas de 60 millones de d¨®lares supuestamente amasados de forma ilegal. Los fiscales, todos miembros de la C¨¢mara baja, presentaron su renuncia como protesta. Sin acusadores en activo, el proceso de destituci¨®n qued¨® bloqueado el mi¨¦rcoles. M¨¢s importante a¨²n era el dato de que Estrada conservaba suficientes fieles en la C¨¢mara alta para impedir su destituci¨®n legal, para la que se necesitaban dos tercios: 15 de los 22 senadores.
Ante este golpe, la oposici¨®n (una amalgama de antiestradistas que inclu¨ªa a la vicepresidenta Gloria Macapagal Arroyo; la ex presidenta Coraz¨®n Aquino; el ex presidente Fidel Ramos; el cardenal primado, Jaime Sin, y una ringlera de pol¨ªticos que hab¨ªan abandonado a Estrada en las ¨²ltimas semanas) convoc¨® el viernes a los filipinos a la calle y dio un ultim¨¢tum al presidente: deb¨ªa dimitir antes de las seis de la ma?ana del s¨¢bado (once de la noche del viernes, hora peninsular). Este gran ¨®rdago contaba con el apoyo expreso de un sector del Ej¨¦rcito al que se hab¨ªa cortejado la v¨ªspera. Fidel Ramos, quien fue jefe de las Fuerzas Armadas y ministro de Defensa tras la ca¨ªda del dictador Ferdinand Marcos en 1986, estuvo a cargo de esos contactos entre bambalinas. Los fieles de Estrada criticaron estos movimientos, que tildaron de sedici¨®n, llamamiento a un golpe de Estado o simplemente de propuesta inconstitucional.
El general ?ngelo Reyes, de 55 a?os, dio la puntilla a Estrada en la tarde del viernes. A dos meses de su paso a retiro, el militar se asegur¨® la obediencia y neutralidad de la instituci¨®n primero y comunic¨® despu¨¦s al presidente y a la oposici¨®n su apuesta por el cambio. Junto al general Reyes mud¨® de bando un buen n¨²mero de oficiales.
Sin la instituci¨®n armada, Estrada comprendi¨® que era el final. Mientras que el jefe de su guardia, el comandante Lito Tabangcura, advert¨ªa a la oposici¨®n de los graves riesgos de su actitud ('cuando arriben a la puerta del palacio habr¨¢ un ba?o de sangre'), Estrada conversaba por tel¨¦fono, en la madrugada del s¨¢bado, con su asesor espiritual. Mariano Velarde, un evangelista conocido por Mike, quien le alent¨® a dimitir. En un pen¨²ltimo intento por aplazar el colapso, Estrada, emulando a Alberto Fujimori, anunci¨® el viernes la convocatoria anticipada de elecciones presidenciales en mayo, con la promesa de no concurrir, pero la idea fue repudiada por Macapagal Arroyo.
El ejemplo de Nixon
El ¨²ltimo cartucho, pocas horas antes de expirar el ultim¨¢tum opositor, fue reclamar una amnist¨ªa a cambio de su dimisi¨®n. Tambi¨¦n le fue negada esa salida. A las seis y media de la ma?ana del s¨¢bado, media hora despu¨¦s de finalizar el plazo, unas 3.000 personas, con banderas rojas y filipinas, iniciaron una entusiasta marcha sobre Malaca?ang. Eran la vanguardia juvenil; detr¨¢s empezaron a moverse otros miles, entre los que hab¨ªa monjas y gente de clase media. El pulso final estaba echado. De la avenida de Epifanio de los Santos (conocida por las iniciales EDSA y donde hace 14 a?os se maquin¨® la quiebra del aut¨®crata Marcos) al palacio presidencial apenas hay 10 kil¨®metros. A esa hora, Estrada, seg¨²n su portavoz, Ike Guti¨¦rrez, tomaba el desayuno con su familia. '?l est¨¢ aqu¨ª, y est¨¢ muy triste', admiti¨®. Horas antes, este mismo portavoz hab¨ªa desmentido que Estrada y su familia se hubieran fugado de palacio a bordo de un blindado militar.
Gloria Macapagal anunci¨® que jurar¨ªa como nueva presidenta a mediod¨ªa, independientemente de lo que decidiera Estrada. Poco antes de esa hora, el presidente elegido en las urnas en 1998, acusado de graves delitos de corrupci¨®n, tir¨® la toalla. Sin firmar su cese, sin huir a Hawai como Marcos, Estrada opt¨® por el remedo asi¨¢tico de Richard Nixon. Sonriente, vestido con una cazadora beis, avanz¨® sin prisa entre su personal de palacio, dispensando apretones de manos o abrazos seg¨²n el rango de amistad.
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