Los emigrantes de ayer
En 1907 el c¨®nsul argentino en C¨¢diz escrib¨ªa que 'esta oficina se ve con frecuencia invadida por familias enteras que desean marchar a la Rep¨²blica'. Por las mismas fechas, sus compatriotas pensaban que hab¨ªa que contener la corriente de inmigrantes espa?oles 'dentro de los l¨ªmites prudenciales', y en los Estados Unidos, una comisi¨®n parlamentaria consideraba como inmigrantes no deseables, entre otros, a los espa?oles. Nuestra historia es la de un pa¨ªs de emigrantes. Los movimientos migratorios, ayer y hoy, son fen¨®menos complejos que deben ser analizados de manera rigurosa, pues s¨®lo as¨ª podremos afrontar con ciertas garant¨ªas de ¨¦xito lo que ya se llama 'el problema de la inmigraci¨®n'. En el pasado, los an¨¢lisis y debates serios brillaron por su ausencia y lo mismo parece estar sucediendo en la actualidad. Recuperar la memoria hist¨®rica puede ser ¨²til en la necesaria reflexi¨®n que nuestra nueva condici¨®n de pa¨ªs de inmigraci¨®n nos impone y a m¨¢s de uno pueden sorprender las enormes similitudes y coincidencias entre el pasado y la situaci¨®n actual. Las diferencias son, obviamente, muchas, empezando por el motivo de este art¨ªculo: en el pasado nosotros ¨¦ramos los emigrantes. Desde la d¨¦cada de 1880 hasta la Primera Guerra Mundial, m¨¢s de tres millones de espa?oles emigraron. Fueron el primer grupo inmigrante en Cuba, el segundo en Argentina y el tercero en Brasil. La Cartilla del Emigrante recomendaba a los espa?oles de 1910 dedicarse a los siguientes empleos en Am¨¦rica Latina: trabajador en el campo, dependiente en un comercio y servicio dom¨¦stico.
Desde fechas muy tempranas se tuvo en Espa?a una consideraci¨®n negativa de la emigraci¨®n y tom¨® cuerpo la idea de que 'tenemos un problema' - El problema de la emigraci¨®n fue el t¨ªtulo de un libro muy difundido- por el supuestamente excesivo n¨²mero de emigrantes: se habl¨® de 'sangr¨ªa humana' y 'despoblamiento alarmante'. Sin embargo, la tasa de emigraci¨®n espa?ola durante el periodo 1880-1914 (la ¨¦poca de las grandes emigraciones masivas en Europa) resulta ser de las m¨¢s bajas, especialmente si se la compara con pa¨ªses como Italia. La misma idea de un n¨²mero excesivo de inmigrantes aparece hoy difundida frecuentemente por los medios de comunicaci¨®n y desde instancias oficiales, sobre todo con relaci¨®n a los inmigrantes que cruzan el Estrecho. La realidad es, de nuevo, que el n¨²mero de inmigrantes no comunitarios en nuestro pa¨ªs es comparativamente mucho menor que en otros pa¨ªses europeos. Mucho se habl¨® en el pasado de salidas y poco de regresos, excepto en el caso de los indianos -un ejemplo pernicioso para los j¨®venes, seg¨²n algunos-, pero la tasa de retornos fue bastante elevada durante los a?os 1900-1914. Es dif¨ªcil encontrar hoy en d¨ªa alguna referencia a los posibles retornos de los inmigrantes. La imagen que la opini¨®n p¨²blica tiene es que esas 'masas' de inmigrantes han venido a quedarse para siempre. La experiencia hist¨®rica indica que muchas de las migraciones ten¨ªan un car¨¢cter temporal (4-5 a?os) y que el objetivo era maximizar el diferencial de ingresos existente entre zonas emisoras y receptoras durante algunos a?os para luego retornar al lugar de origen. ?Es ¨¦ste el caso de las corrientes migratorias actuales? ?Por qu¨¦ no se distingue con claridad entre el flujo de inmigrantes (probablemente muy numeroso) y el stock (peque?o por ahora)?
La emigraci¨®n de ilegales y las mafias, entonces llamadas 'agentes' o 'ganchos', es uno de los temas m¨¢s recurrentes de nuestra historia emigratoria. Igual que hoy, las mafias recibieron las m¨¢s duras condenas. La emigraci¨®n clandestina se produc¨ªa por las restricciones legales que exist¨ªan para la salida, en especial de los j¨®venes en edad militar. Los clandestinos fueron, sin embargo, pocos frente a los ilegales que, gracias a una sistem¨¢tica falsificaci¨®n de documentos, consegu¨ªan emigrar 'legalmente'. La gran mayor¨ªa de los actualmente llamados 'ilegales' entra en Espa?a con pasaporte y muy pocos lo hacen de manera totalmente ilegal y clandestina jug¨¢ndose la vida en una patera por el Estrecho. Desde la aprobaci¨®n de la Ley de Emigraci¨®n de 1907 (a la que, por cierto, la oposici¨®n de entonces acus¨® de ser represiva y no respetar los derechos de los emigrantes) se encomend¨® a la Guardia Civil la persecuci¨®n de la emigraci¨®n ilegal, especialmente en la zona del Estrecho, pues desde Gibraltar se organizaron las mayores reclutas de emigrantes. Las condiciones de trabajo de estos trabajadores espa?oles que emigraban ilegalmente a las haciendas cafetaleras de Brasil, la construcci¨®n del canal de Panam¨¢ o las plantaciones de Hawai recuerdan a las que recientemente hemos le¨ªdo en la prensa sobre las condiciones laborales de los marroqu¨ªes en El Ejido o de los ecuatorianos en Lorca. En Hawai, donde trabajaron miles de espa?oles en la primera d¨¦cada del siglo XX, el n¨²mero de horas de trabajo era desde las cinco de la ma?ana hasta las cuatro y media de la tarde, con un calor infernal, y era normal que tuviesen que andar hasta las plantaciones por lo menos una hora de ida y otra de vuelta. Viv¨ªan en barracones, no ten¨ªan vacaciones, y muchos de ellos fueron estafados. Estas mafias actuaban, seg¨²n dec¨ªan entonces pol¨ªticos, periodistas y 'expertos', porque nuestros emigrantes eran pobres ignorantes, v¨ªctimas f¨¢ciles de cualquier enga?o. Los historiadores han demostrado que la mayor parte de los emigrantes de principios del siglo XX conoc¨ªan perfectamente su lugar de destino y las posibilidades de empleo. El fen¨®meno se conoce como 'cadenas migratorias' o efecto 'familia-amigos' que informan al que quiere partir y ayudan y buscan empleo al reci¨¦n llegado. La mayor¨ªa de los inmigrantes actuales, incluso los detenidos en el Estrecho, declaran conocer a alguien en Espa?a y tienen n¨²meros de tel¨¦fono de parientes y amigos viviendo aqu¨ª. En t¨¦rminos hist¨®ricos, el verdadero 'efecto llamada' lo constituyen dos elementos: los que ya han emigrado, que son la fuente m¨¢s fiable de transmitir informaci¨®n a los potenciales emigrantes, y la existencia de demanda de mano de obra no cualificada. Ambos elementos est¨¢n presentes en la Espa?a actual.
Los historiadores sabemos hoy que nuestros emigrantes no eran tan ignorantes ni analfabetos como los pol¨ªticos y contempor¨¢neos pensaban y que, tal y como predice la teor¨ªa econ¨®mica de las migraciones, los individuos con menor nivel de renta, los verdaderamente pobres, no forman el grueso de las corrientes migratorias. En t¨¦rminos individuales, emigrar es caro, no s¨®lo por el coste del pasaje, sino por los gastos de instalaci¨®n y mantenimiento durante el periodo de b¨²squeda de empleo (sin entrar en los costes emocionales y afectivos). A casi nadie le llama la atenci¨®n el hecho de que los inmigrantes que se lanzan a cruzar el Estrecho en patera puedan llegar a pagar entre trescientas mil y ochocientas mil pesetas por el viaje. ?Millares de pobres magreb¨ªes y subsaharianos impulsados por el hambre y la miseria disponen de esa cantidad? ?No vienen porque en sus pa¨ªses de origen no tienen qu¨¦ comer? Pocas referencias se encuentran en la actualidad al hecho, de sobra conocido por los analistas de la emigraci¨®n tanto hist¨®rica como actual, de que los emigrantes y, sobre todo, sus familias tienen alguna capacidad de ahorro y, sobre todo, propiedades que se pueden hipotecar o entregar como aval a los prestamistas. No son, pues, pobres miserables en comparaci¨®n con sus poblaciones de origen. De la misma manera en que se financia en la actualidad la emigraci¨®n se financi¨® la emigraci¨®n de los espa?oles, y existen multitud de testimonios sobre hipotecas y ayudas familiares para financiar la emigraci¨®n de la cornisa cant¨¢brica. Si los emigrantes espa?oles del pasado no eran ni los m¨¢s analfabetos ni los m¨¢s pobres, ?por qu¨¦ no introducimos matices en la idea de que los inmigrantes que recibimos son pobres ignorantes y vienen enga?ados y empujados por la miseria y el hambre?
Sin llegar al extremo de nuestros antepasados, que, en un desconcierto similar al actual, pensaban que la emigraci¨®n produc¨ªa 'la s¨ªfilis y un incurable extrav¨ªo mental', corremos el riesgo de volver a tener una imagen muy desenfocada de la inmigraci¨®n, donde predominan los t¨®picos, el desconocimiento y las visiones apocal¨ªpticas de un fen¨®meno que, sin duda, nos va a ocupar en los pr¨®ximos a?os. Es cierto que el mundo de comienzos del siglo XXI no es igual que el de 1900, pero tambi¨¦n es cierto que las motivaciones de los emigrantes, buscar una vida mejor, son las mismas ayer y hoy.
Blanca S¨¢nchez Alonso es profesora agregada de Historia Econ¨®mica de la Universidad San Pablo-CEU.
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