El poder de la impotencia
La relaci¨®n entre econom¨ªa, Estado y movimientos sociales siempre fue un juego de poder. Las reglas estaban controladas por el Estado de la naci¨®n y por ello eran m¨¢s o menos perceptibles para el individuo particular. As¨ª era antes, pero el nuevo mundo digital no tiene por qu¨¦ atenerse a las fronteras estatales. Sobre todo, la econom¨ªa ha roto la jaula del juego de poder dominado por el Estado de la naci¨®n y ha descubierto nuevas salidas para este juego del poder. Es como si se hubieran inventado nuevas reglas para el juego del ajedrez. Bajo las condiciones de movilidad de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n, el pe¨®n -la econom¨ªa- se convierte de repente en alfil, pudiendo incluso atacar al rey -el Estado- y hacerle un jaque mate.
La econom¨ªa global emplea para ello su medio de poder m¨¢s eficaz: las inversiones. 'Perdonamos a los cruzados y que vengan los inversores', dec¨ªa en sus titulares un peri¨®dico de Europa del Este con motivo de la visita del canciller alem¨¢n. La inversi¨®n exacta de la idea cl¨¢sica de dominio maximiza el poder de las empresas multinacionales. El medio coercitivo no es la invasi¨®n amenazadora, sino la amenazadora no-invasi¨®n de los inversores o su amenazador abandono. S¨®lo hay una cosa peor que ser arrollado por las multinacionales: no ser arrollado por ellas.
Esta forma de dominio ya no est¨¢ ligada a la ejecuci¨®n de ¨®rdenes, sino a la posibilidad de invertir de manera diferente -en otros pa¨ªses- de forma m¨¢s rentable. Con ello se crea un nuevo tipo de amenazadores bastidores: no hacer algo, es decir, dejar de invertir en ese pa¨ªs. En este sentido, el nuevo poder de los consorcios no est¨¢ basado sobre algo tan pasado de moda como el poder como ¨²ltima ratio para imponer a los dem¨¢s la voluntad propia. Este poder es m¨®vil, independiente del lugar donde se encuentre y, por consecuencia, 'de aplicaci¨®n global'. Una no-conquista premeditada -ese 'No' invisible, carente de violencia y plenamente intencionado de la renuncia- ni est¨¢ sujeto a acuerdo ni es apto para el acuerdo.
Consecuentemente, 'Gobernar' tiene lugar tambi¨¦n de forma cada vez m¨¢s privada. 'Estamos escribiendo los estatutos de una econom¨ªa global y ¨²nica', presagiaba en este sentido el director general de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio en el a?o 1997, Renato Ruggerio. Seg¨²n esto, las reformas pol¨ªticas deben orientarse, a nivel mundial, por los baremos de los objetivos econ¨®micos: una baja inflaci¨®n, unos presupuestos equilibrados, el desmantelamiento de las barreras comerciales y los controles de divisas, una m¨¢xima libertad para el capital, una regulaci¨®n m¨ªnima del mercado de trabajo y un Estado del bienestar esbelto y con capacidad de adaptaci¨®n, que instigue a sus ciudadanos al trabajo; ¨¦stos son los objetivos de reforma del neoliberalismo que act¨²a a nivel mundial. De este modo, el dominio econ¨®mico puede seguir siendo 'apol¨ªtico', ya que la adaptaci¨®n a los mercados financieros de la globalizaci¨®n se ha convertido en el comp¨¢s interno de la pol¨ªtica supuestamente 'reinante'.
Las empresas multinacionales, as¨ª como la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, se convierten en este sentido en 'semiestados', con una consecuencia fundamental: en su calidad de semiestados, esas empresas tienen que adoptar tambi¨¦n decisiones semipol¨ªticas, como hoy en d¨ªa se ve, claramente, en la tecnolog¨ªa gen¨¦tica, por ejemplo. Las cuestiones de si est¨¢ permitido, y bajo qu¨¦ circunstancias, experimentar con el material gen¨¦tico de los animales, e incluso de los hombres, son temas pol¨ªticos absolutamente neur¨¢lgicos. En la realidad, los gobiernos nacionales son, si acaso, asesores en esa clase de cuestiones. La ejecutiva de los consorcios adopta finalmente sus decisiones sin su consentimiento y las ejecuta tambi¨¦n del mismo modo. Si a una instituci¨®n nacional se le ocurriera restringir el ¨¢mbito de actuaci¨®n de una empresa, ¨¦sta se buscar¨¢ otro lugar donde actuar. La cuesti¨®n ya no es, por tanto, si algo se puede hacer o no, sino simplemente, d¨®nde realizarlo.
Por consiguiente, los agentes de la econom¨ªa mundial adoptan decisiones pol¨ªticas sin una legitimaci¨®n pol¨ªtico-democr¨¢tica. Este vac¨ªo de legitimaci¨®n es, por otro lado, una fuente de poder para los movimientos sociales. ?ste es el punto en el que se centran. El movimiento contra la globalizaci¨®n, a pesar de no estar tampoco organizado ni legitimado democr¨¢ticamente, es, para muchos, una especie de movimiento a lo Robin Hood. Por ejemplo, si se pregunta a los j¨®venes cu¨¢les son los agentes pol¨ªticos que m¨¢s estiman, conceden a los movimientos de este tipo -Greenpeace o Amnist¨ªa Internacional- los mejores puestos. Ello quiere decir que hay una paradoja entre poder y legitimaci¨®n: los consorcios internacionales disponen de un gran poder y de una escasa legitimaci¨®n. Los movimientos sociales, por el contrario, s¨®lo tienen un reducido poder, pero una legitimaci¨®n alta. Y el ritmo acelerado de la interconexi¨®n econ¨®mica mundial acelera la ca¨ªda de la legitimaci¨®n de los nuevos amos.
Esta p¨¦rdida de legitimaci¨®n del poder econ¨®mico mundial representa un considerable potencial de politizaci¨®n. La carencia cr¨®nica de legitimaci¨®n hace extremadamente fr¨¢giles a los mercados mundiales, ya que tambi¨¦n los grandes consorcios est¨¢n sometidos a relaciones de dependencia. Cuanto m¨¢s se emancipen de los votantes o de las instituciones estatales, tanto m¨¢s dependientes se har¨¢n de los consumidores, de los clientes y de los mercados. La credibilidad se convierte en un capital decisivo, pues los mercados mundiales dan por sentada la existencia de confianza de la opini¨®n p¨²blica y de los consumidores. Como pongan en juego su confianza -tal y como le est¨¢ ocurriendo actualmente a parte de la industria internacional de la alimentaci¨®n con sus productos c¨¢rnicos- se puede poner en peligro la existencia de mercados enteros. La fragilidad de la confianza en los mercados de consumo globales muestra la fragilidad de la legitimaci¨®n de los consorcios de actuaci¨®n mundial. ?ste es su tal¨®n de Aquiles.
?sas son las miras de los movimientos sociales y tambi¨¦n de los manifestantes que han alzado su voz en el congreso de Davos. Los programas informativos nocturnos en las televisiones mundiales pueden hacer que estas estrategias de provocaci¨®n de los movimientos sociales obtengan muchas oportunidades y adquieran un gran poder. Las redes quieren poner al descubierto ante la opini¨®n p¨²blica, con alfilerazos informativos, la contradicci¨®n que existe entre la maximizaci¨®n del poder econ¨®mico mundial y la minimizaci¨®n de la legitimaci¨®n del poder econ¨®mico mundial.
Para las redes sociales, se tra-ta de cuestiones esenciales para la humanidad: la destrucci¨®n del medio ambiente, los peligros econ¨®micos a nivel mundial, los derechos humanos, los derechos de los ciudadanos y la pobreza global no son 'asuntos internos' de los Estados nacionales o de los consorcios internacionales. Por esa raz¨®n, es leg¨ªtimo mezclarse en ellos. Por todas partes, a nivel mundial. Aunque los distintos grupos, y especialmente los del movimiento contra la globalizaci¨®n, sigan peleando resueltos por el proteccionismo y en contra de una interconexi¨®n mundial de la econom¨ªa, su propio compromiso tampoco puede detenerse ante l¨ªmites fronterizos. La lucha contra la globalizaci¨®n hace ya mucho que se convirti¨® en una lucha globalizada. S¨®lo su actuaci¨®n dentro de una red mundial hace que los movimientos sociales se conviertan en la ¨²nica oposici¨®n pol¨ªtica a tomar en serio dentro del ¨¢mbito del dominio de la econom¨ªa mundial. Los consorcios frente a los movimientos; ¨¦stos son los dos grandes bloques que se enfrentan a nivel internacional.
Para ello, el ¨²nico instrumento de poder del que se pueden servir estas redes es la honestidad. En un mundo en el que se miente por principio, y no s¨®lo ocasionalmente, todo aquel que diga lo que hay es peligroso. Los Estados y consorcios suelen tener un trato estrat¨¦gico con la verdad, es decir, solapan las realidades que les perjudican, y propagan aquellas con las que se prometen obtener ventajas. Para este cometido se sostiene un aparato enorme y costoso. En su contra, el 'poder de legitimaci¨®n' de los movimientos sociales se basa en su credibilidad como productores de informaciones fiables.
Sabido es que hacer predicciones es dif¨ªcil, sobre todo cuando se proyectan al futuro. No obstante, a ra¨ªz de la contraposici¨®n esbozada entre poder y legitimidad en la econom¨ªa mundial, se puede extraer un pron¨®stico: a corto plazo, puede que triunfen las fuerzas proteccionistas, esa 'coalici¨®n de contrarios'. Bajo su techo se revolver¨¢n agrupaciones con objetivos en parte contradictorios: nacionalistas, anticapitalistas, protectores del medio ambiente, defensores de la democracia y de la autoridad estatal, as¨ª como movimientos xen¨®fobos. A largo plazo, sin embargo, una parad¨®jica coalici¨®n entre los supuestos 'perdedores' de la globalizaci¨®n econ¨®mica (sindicatos, protectores del medio ambiente, dem¨®cratas) y los ganadores de la globalizaci¨®n (consorcios, mercados financieros, Banco Mundial, Organizaci¨®n Mundial de Comercio...) podr¨ªa conseguir una revitalizaci¨®n, e incluso la invenci¨®n de la vida pol¨ªtica en el espacio internacional, porque ambas partes tendr¨¢n que reconocer, antes o despu¨¦s, que lo mejor para los intereses de ambas son unos sistemas de regulaci¨®n supranacionales. Los representantes de los trabajadores, los protectores del medio ambiente y los defensores de la democracia abogar¨¢n por unas normas de derecho internacional. Esto tambi¨¦n es v¨¢lido para las empresas multinacionales, o al menos para su fracci¨®n cosmopolita. A fin de cuentas, ¨¦stas s¨®lo podr¨¢n triunfar a nivel econ¨®mico bajo unas condiciones b¨¢sicas que les garanticen a ellas y a los dem¨¢s un m¨ªnimo de seguridad jur¨ªdica, pol¨ªtica, social y, por tanto, tambi¨¦n econ¨®mica. Una ampliaci¨®n del compromiso estatal democr¨¢tico-social que constituya el capitalismo nacional de la primera modernidad, que se abra al espacio multinacional, podr¨¢ finalmente garantizar tambi¨¦n los intereses de los beneficios de las empresas. Ciertamente, el camino para llegar a ello es un camino inseguro y pavimentado a base de desmoronamientos. Pero actualmente hay ya muchos indicios -ya no s¨®lo en las actuaciones de los movimientos sociales, como ahora en Davos, sino tambi¨¦n en las actividades de empresas y gobiernos- que permiten empezar a entrever este nuevo mundo pol¨ªtico.
Ulrich Beck catedr¨¢tico de soci¨®logia de la Universidad de M¨²nich.
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