Sobre un cierto pasado
Cuando uno arranca a escribir, tiene la remota -e ingenua- esperanza de saber algo sobre lo que escribe. Luego no es para tanto, pero da igual: lo crey¨® durante un instante. Eso basta. En esta ocasi¨®n, sin embargo, prevalece la duda, lo confieso.
De modo que, curado en salud, ah¨ª va mi cuarto a espadas por You're the one, esa estupenda pel¨ªcula (dejemos el 'excelente' para los maestros) de Jos¨¦ Luis Garci. Vaya, de paso, mi entusiasmo por ?lex de la Iglesia y La comunidad, la otra cinta en liza, en la mejor inventiva hispana del cine de terror costumbrista, cine de vecindario y humor grotesco y delirante, con esos magn¨ªficos planos de las azoteas de Madrid.
No quiero entrar aqu¨ª en las excelencias de la cinta de Garci (inolvidable esa declaraci¨®n de amor en off a Lydia Bosch y el ritmo de la narraci¨®n, siempre tan cuidado por Garci; fastuoso Juan Diego) ni en sus defectos (sobra, entre otras cosas, esa solemne banda sonora mientras el coche marcha a la aldea). El hecho cierto es que a m¨¢s de uno nos sedujo intelectual y visualmente. Pero, dec¨ªa, que no quer¨ªa entrar aqu¨ª en una valoraci¨®n est¨¦tica de la cinta (aunque creo que, a la postre, es lo que cuenta), sino en su significaci¨®n sociol¨®gica o en su contenido discursivo.
Abolido definitivamente el futuro en 1989 y sin un Dios que lo reemplace ya desde Nietzsche, el fantasma del pasado se hace omnipresente. Los grandes cocineros de ideas se esmeran en cocinarlas con material hist¨®rico. Quien sea due?o de la Historia, creen, poseer¨¢ el presente (mientras que una suerte de cansancio de la historia se apodera del ahora). As¨ª, en Espa?a: nuestra memoria colectiva est¨¢ siendo contaminada con grandes conmemoraciones de hechos hist¨®ricos (de exposiciones a programas de televisi¨®n, de Carlos I a C¨¢novas del Castillo) en los que se reinterpreta el pasado a la medida de un ahora conservador y acomodaticio. La II Rep¨²blica, se dice, nos aboc¨® a la guerra (?qu¨¦ pod¨ªa hacer aquella confusa derecha, sino responder?) Se suavizan los contornos del franquismo y se desdibuja la Transici¨®n present¨¢ndola como continuidad (?qu¨¦, si no, pretende esa infecta medalla al torturador Melit¨®n Manzanas?) o aproxim¨¢ndola en el tiempo (Yo soy la verdadera transici¨®n).
Pero el terreno est¨¦tico es otra cosa. Y aqu¨ª -y s¨®lo en esto- discrepo del admirado Antonio Elorza, que extiende el guiso ideogr¨¢fico al territorio de la creaci¨®n art¨ªstica (EL PA?S, 22 de enero). Cada producto tiene su lenguaje y el producto art¨ªstico se dirige a los sentidos. Eso es lo que importa en la obra de arte (o en una pel¨ªcula: no nos pongamos estupendos).
Y en ese espacio, m¨¢s all¨¢ de la necesaria inspiraci¨®n genuina y salvaje (que raramente se da), todav¨ªa tenemos que recorrer en Espa?a g¨¦neros, como el melodrama de You're the one, admitir un discurso intimista como ¨¦ste (o el de Volver a empezar, magn¨ªfico Antonio Ferrandis), construir personajes de carne y hueso, etc¨¦tera. Hacer cine, vamos, como en el resto del mundo, y no simples pastiches. Y hacerlo frente a la permanente recreaci¨®n de la comedieta zarria y castiza con personajes arquet¨ªpicos (mod¨¦licamente laico, republicano, si se es de izquierdas; regionalista y paternal, si de derechas), cuyo mejor representante hoy es nuestro otro oscarizado Fernando Trueba. ?Qu¨¦ quiso hacer sino agradar con Belle ¨¦poque rematada con La ni?a de tus ojos (magn¨ªfica Pen¨¦lope Cruz)? Los herederos de Con el viento solano (Mario Camus) o Los Tarantos (Rovira Beleta) son hoy Nadie hablar¨¢... (D¨ªaz Yanes) o Familia (Fernando Le¨®n), o Gracia Querejeta o Almod¨®var, etc¨¦tera.
La clave en la literatura o el cine no est¨¢ en el happy end (tal como sostiene Elorza; ?acaso El capit¨¢n Trueno, rele¨ªdo por todos nosotros, no ten¨ªa finales gloriosos?) La clave tampoco est¨¢ en el contenido; no, si ¨¦ste no es m¨¢s expl¨ªcito que en You're the one, (siempre discutible, claro). La clave son las propias propuestas est¨¦ticas. You're the one, que no se hizo en los cuarenta como se debi¨®, pues no se pod¨ªa, es hoy a¨²n necesaria para actualizar nuestra est¨¦tica. Es, aparte de una buena cinta, en lo que coincidimos todos, una pel¨ªcula necesaria, y, por ello, una propuesta de progreso.
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