Vinos patri¨®ticos
No es una voz que clama en el desierto. No es un iluminado que recorre las noches absorbiendo palabras de los astros. No es un insensato, aunque a veces lo parezca. Ni el diablo, ni un cartel trasnochado, ni Olentzero pasado por la peluquer¨ªa antes de asistir a las campas, ni un escanciador. Tampoco es un acertijo. No, Xabier Arzalluz no es un acertijo. Ni es el Mal. De ah¨ª que, en realidad, no quisi¨¦ramos hablar de ¨¦l, pero su voz nos sale siempre al encuentro como la niebla que desciende al valle, lo cubre todo y se impone como realidad ¨²nica. Como un exudado de las sombras que encierra, a las que reduce a la condici¨®n de fugaces condensados de s¨ª misma, la niebla asume en s¨ª el bullicio del silencio, se exhibe como culpable, obnubila y se esfuma. Esencia de humo, es nada, o casi nada, simula una apariencia, y cuando el sol la rompe, todo lo que cubri¨® emerge tan normal como siempre, tan inocente, libre de culpa, pues la culpa fue aire y se fue al aire. As¨ª Xabier Arzalluz.
Alguien me dijo el d¨ªa pasado que quienes quer¨ªan querellarse contra ¨¦l por sus ¨²ltimas declaraciones se pasaban, y que hab¨ªa que entender ¨¦stas en su contexto. Y yo me dije que no comprend¨ªa por qu¨¦ a este hombre se le supon¨ªa siempre un contexto de taberna. Uno de los hombres m¨¢s poderosos de este pa¨ªs s¨®lo puede ser imaginado entre efluvios espiritosos, all¨ª donde el vapor y el verbo juegan a intercambiarse y caen juntos en un trenzado tan irresponsable como un eructo. Y esa ubicaci¨®n tan poco sobria, no s¨¦ si habla en contra de ¨¦l o en contra de un pa¨ªs incapaz de discernir entre entender fuera de contexto y hablar fuera de contexto, entre opini¨®n e irresponsabilidad. Un pa¨ªs que se esconde en la niebla para ocultar su mezquindad y trata luego de quitar importancia a sus efectos diciendo que s¨®lo era niebla, o sea aire, o sea nada. O efluvio de taberna.
Llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que ese alguien que tan bien contextualizaba las palabras de Xabier Arzalluz pensaba de hecho igual que ¨¦l, aunque acompa?ara sus justificaciones de volutas izquierdistas y noli me tangere, pues, y eso que ¨¦l no era nacionalista, dec¨ªa como tantos y tantos que, si no son nacionalistas, deben de estar mantenidos por alguna ¨ªdem. Y record¨¦ entonces aquello de 'un pobre hombre', calificativo aplicado a Ram¨®n D¨ªaz, ¨²ltima v¨ªctima de ETA, y que yo no hab¨ªa pasado de esas palabras cuando quise leer las pol¨¦micas declaraciones. Hice un esfuerzo, les juro, para tratar de comprender que aquel 'pobre hombre' no se?alaba a las v¨ªctimas sino a sus asesinos. Que quer¨ªa decir que la val¨ªa no se demuestra ante el d¨¦bil, sino ante el poderoso, y que all¨ª estaba ¨¦l, un aut¨¦ntico poder, con el que no ten¨ªan narices para meterse. Pero no consegu¨ª ver esa bravura por ninguna parte, y aquel 'pobre hombre' no pod¨ªa despojarse del significado despectivo que habitualmente tiene. Un 'pobre hombre' que, con su muerte in¨²til a diferencia de la de los poderosos, pasar¨¢ r¨¢pidamente al terreno de la an¨¦cdota y del olvido entre gentes que se dejan conducir por quien habla por ellos, y a quien luego justificar¨¢n apelando al contexto. En realidad, ellos son el contexto, quienes hacen posible la voz que emerge de la niebla en la que se escudan.
Ser¨¢n tambi¨¦n ellos quienes beban vinos patri¨®ticos de cara a la pr¨®xima campa?a electoral, tal y como les ha demandado la voz de su contexto. Con el fin de convencer a sus compa?eros de taberna de que voten lo que hay que votar, hablar¨¢n de lo torpes que son los chicos de ETA porque no matan a quien tendr¨ªan que matar en lugar de cebarse en pobres hombres. No matan al poderoso, como ser¨ªa deducible de los objetivos que postulan, es decir, a los otros, a los que no est¨¢n en el contexto, no claro, no es que lo digan ellos, no, decir lo dicen tambi¨¦n los otros. Entre vino y vino, ellos s¨®lo exponen la l¨®gica y la incoherencia de los otros. Los otros, los de la refriega, los que asesinan y los que mueren. En la taberna patri¨®tica, ellos tan s¨®lo contextualizan, votan y se benefician. Despu¨¦s, la niebla difunde la buena nueva. Y se difumina. Hasta el pr¨®ximo cad¨¢ver, por supuesto. ?Ser¨¢ acertado?
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