?Y si enterramos a Vicen? Vives?
Casado como estaba con una Rahola, pariente pues, y a la par historiador por el que profeso una confesada admiraci¨®n, no tengo ning¨²n perverso objetivo de revisarle la ganada gloria. Bien estuvo Vicen? Vives, y con ¨¦l los Soldevila que poblaron nuestra trinchada historia y la reconstruyeron desde la derrota. Al contrario, tocar¨ªa un d¨ªa de ¨¦stos volver a tener referentes s¨®lidos en una sana y seguramente revolucionaria recuperaci¨®n de la memoria. Pero al margen de la m¨ªtica hist¨®rica, este pa¨ªs ya no tiene nada que ver con la Catalu?a que teorizaron nuestros ide¨®logos y compactaron nuestros historiadores en el siglo XX. No es que hayamos cambiado de siglo, es que en poqu¨ªsimo tiempo hemos dado un salto de siglos y hemos cerrado definitivamente el episodio hist¨®rico que publicitariamente se resumi¨® en el 'Catalunya t¨¦ mil anys'. M¨ªtica medieval incluida. Habr¨¢, pues, que revisar las definiciones al uso, los proyectos a largo plazo, volver a preguntarnos, quiz¨¢ para saberlo, qu¨¦ significa ser catal¨¢n. Porque no lo sabemos, aunque ya intuimos que no es lo que pens¨¢bamos...
Primero, el formato religioso. De Mart¨ª l'Hum¨¤ a Torres i Bages, durante siglos Catalu?a 'ser¨¤ cristiana o no ser¨¤', con una identidad colectiva tan fuertemente ligada al hecho religioso que una no se explicaba sin la otra. De aqu¨ª la simbolog¨ªa montserratina, las luchas del catalanismo eclesi¨¢stico, los or¨ªgenes mismos de quien gobierna el pa¨ªs, con su Catalu?a cristiana en el primer cap¨ªtulo biogr¨¢fico. No me parar¨¦ ahora a hacer la descripci¨®n detallada de la simbiosis de lo uno con lo otro, ni tampoco cometer¨¦ el burdo error de considerarlo genuino del pa¨ªs. Pero, en proceso paralelo a otras naciones m¨¢s o menos en lucha -quiz¨¢ Polonia es la m¨¢s emblem¨¢tica, si obviamos Irlanda o el propio Pa¨ªs Vasco-, el cristianismo ha formado parte de la mism¨ªsima definici¨®n nacional, de su esencia. Es decir, de su trascendencia hist¨®rica. Por ello el cambio de papel eclesi¨¢stico representa, en lo catal¨¢n, un choque tan brutal consigo mismo, casi dir¨ªa una catarsis. Si en otros pa¨ªses la resituaci¨®n de la Iglesia hacia lo privado en detrimento de lo p¨²blico ha significado un movimiento importante en las jerarqu¨ªas de poder, en Catalu?a ha trastocado su naturaleza colectiva. Sin embargo, ah¨ª estamos, en un doble flujo que, retroalimentado, cambia definitivamente el paisaje identitario: p¨¦rdida de poder e influencia de lo cat¨®lico en lo catal¨¢n y, a la vez, una masiva y ya irreversible afluencia de todo el mosaico religioso internacional. Si no sabemos muy bien c¨®mo va a ser esa Catalu?a mezclada en lo log¨ªstico, en lo cotidiano, puedo asegurar que nadie ha pensado qu¨¦ significa en lo conceptual. Ello a pesar de que los viejos conceptos, las viejas definiciones, ya no nos definen. Catalu?a no va a ser nunca m¨¢s la que ha sido durante el milenio pasado, y si los discursos pol¨ªticos, los proyectos colectivos, las iniciativas sociales no se preparan para una definici¨®n radicalmente nueva del pa¨ªs, no van a servir para nada. Especialmente tiene que reciclarse el nacionalismo, que tutela protectoramente a la emigraci¨®n, en buena l¨®gica de su moral cristiana, pero no la asume. Y se?or¨ªas, no se va a tratar de c¨®mo damos de comer a los que vienen, que tambi¨¦n, sino de c¨®mo reinventamos el pa¨ªs para que ellos mismos sean Catalu?a. ?Ay, c¨®mo va a doler eso en las esencias!
Un pa¨ªs, una lengua, tampoco eso va a servir. Y no por la torre de Babel que, en tr¨¢gico simbolismo, se amontona en la iglesia del Pi -por cierto, escenario de nuestras peores miserias-, sino porque el multiling¨¹ismo va a formar parte de la propia identidad, estar¨¢ en la medula ¨®sea de la naci¨®n, reinvent¨¢ndola, trastorn¨¢ndola. ?No es as¨ª ya hoy en d¨ªa, con nuestros Mendoza y nuestro Mars¨¦ convertidos en los cronistas de nuestra memoria sentimental? Es aqu¨ª donde el nacionalismo tendr¨¢ que regenerarse con m¨¢s radicalidad y donde tiene su asignatura m¨¢s compleja. Y es aqu¨ª, tambi¨¦n, donde los mil a?os vuelven a quedar definitivamente caducos. Catalu?a tampoco va a ser nunca m¨¢s un pa¨ªs monoling¨¹e, ni tan s¨®lo biling¨¹e, y su futuro pasar¨¢ por su capacidad de digerir adecuadamente esta nueva realidad. Me dir¨¢n que ya llevamos a?os haci¨¦ndolo, con todo lo de la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica y etc¨¦tera. S¨ª, pero no. No hablo de prudencia pol¨ªtica en tema sensible como ¨¦ste, ni tan s¨®lo hablo de derechos individuales, ni de armonizar lo catal¨¢n y lo castellano. Hablo de poner el bistur¨ª al concepto mismo de pa¨ªs e introducir en ¨¦l cambios sustanciales. Un pa¨ªs, una religi¨®n y una lengua, nunca m¨¢s. Aunque quisi¨¦ramos. Aunque resucit¨¢ramos todo el ej¨¦rcito de almog¨¢vares y levant¨¢ramos la trinchera, la Catalu?a medieval, alargada hasta el siglo XX, ha muerto definitivamente. El tri¨¢ngulo tierra-idioma-religi¨®n, nacido en los albures de nuestra cultura, ha estallado por los tres costados.
En este big-bang de par¨¢metros milenarios, ?qu¨¦ va a quedar de la reivindicaci¨®n pol¨ªtica? Aqu¨ª tenemos un problema importante: que los interlocutores espa?oles de la cosa a¨²n son m¨¢s medievales que nosotros. Ser¨ªa el momento de reinventar relaciones, de crear paisajes de complicidad c¨®moda y a la vez respetuosa, de encontrar el formato que la modernidad exige. Quiz¨¢ de superar el concepto de Estado. Pero claro, con la sobredosis de Estado que padecemos en Catalu?a -y celebran en Espa?a-, cualquiera revisa las reivindicaciones. A pesar de ello, y en un intento desesperado de obviar los excesos de los vecinos, creo que tambi¨¦n el cuarto lado del cuadril¨¢tero va a estallarnos. Tierra-idioma-religi¨®n-Estado: ni uno solo de los axiomas definen ya lo que somos. S¨®lo lo que hab¨ªamos sido. Quiz¨¢ a¨²n no estamos consolidados en lo nuevo, pero ya no estamos instalados en lo viejo: es decir, en estos momentos no sabemos qu¨¦ somos, pero ya no somos los herederos directos de Jaume I. La simplicidad medieval ha dado paso a la complejidad, la precisi¨®n identitaria ha dado paso a una identidad casi indefinible, los valores inmutables han sido mutados por todas partes. ?Qu¨¦ es Catalu?a? S¨®lo s¨¦ que ya no es lo que fue durante 1.000 a?os. Aquello, llanamente, ya no sirve para explicar el presente. S¨®lo sirve para alimentar los bajos fondos del alma.
Pilar Rahola es periodista. pilarrahola@hotmail.com
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