Cerd¨¢n Tato no ha muerto
Enrique Cerd¨¢n Tato ha dejado de ser el cronista oficial de Alicante. As¨ª lo ha decidido la mayor¨ªa absoluta popular de la capital alicantina. Hasta ahora hab¨ªa una norma no escrita por la que se ostentaba ese cargo hasta la desaparici¨®n. As¨ª que Cerd¨¢n Tato ha sido muerto civilmente para el Consistorio popular. Se crea una nueva plaza nombrada a dedo, pagada con justeza, vinculada directamente a la confianza del alcalde y con una enorme capacidad de influencia y prestigio social.
Cuando desde el Ayuntamiento se filtr¨® la noticia a los medios, el concejal de Cultura, Pedro Romero, estaba de viaje en Madrid, en Fitur. Nadie se tom¨® la molestia ni invirti¨® unos miligramos de delicadeza en informar al cronista de esta decisi¨®n sin precedentes. Son las formas del se?or Alperi y su equipo con los que no son de su cuerda. Se anuncia como candidato al se?or Cutillas, un erudito en los avatares de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, frufr¨² de sotanas y sacrist¨ªas, en especial del monasterio de la Santa Faz, s¨ªmbolo sagrado en el imaginario colectivo de los alicantinos. Su dedicaci¨®n a la transcripci¨®n de la literatura oficial del pasado es indiscutible. Para presentarse ante la ciudadan¨ªa, el se?or Cutillas ha declarado al diario Informaci¨®n que no aguanta 'supeditarse al ideario de un partido'...
Ah¨ª radica la clave de su nombramiento. Su falta de alma ciudadana, de pulsi¨®n p¨²blica y oportunidad pol¨ªtica, de inteligencia moral -a la vista de lo que declara- y dignidad historiogr¨¢fica. Tenemos un supuesto historiador que reniega y penaliza la materia prima de la que est¨¢ constituida y cocinada su ciencia: la pol¨ªtica. Enrique Cerd¨¢n Tato no s¨®lo es Premio de las Letras Valencianas, ni uno de los maestros del periodismo espa?ol en ejercicio. No. No es uno de nuestros mejores novelistas en castellano cuajado de la segunda mitad del siglo XX y uno de nuestros intelectuales m¨¢s respetados y considerados. Es mucho m¨¢s que eso.
Es una poderosa conciencia ¨¦tica de una enorme fuerza y empuje social, cargada de una trayectoria comprometida con los valores b¨¢sicos en los que se basa la convivencia en libertad: la democracia. Su enorme capacidad de influencia, autoridad civil y moral, su rigor intelectual, impulso ¨¦tico, elegancia y compromiso c¨ªvico lo hace inc¨®modo por contraste ante la nueva intelectualidad de cabecera surgida al socaire de la sopa boba del dinero popular. Su simple existencia -o sobrevivencia- es un testimonio de que existen alternativas desde la dignidad al populismo, a la pol¨ªtica cultural como negocio y espect¨¢culo y al pensamiento impecable. Hablando claro, el problema es que el se?or Enrique Cerd¨¢n Tato es directamente rojo. Aparte, claro est¨¢, de muchas otras cosas.
Premiado por Zaplana, muerto civil por Alperi. No es una cuesti¨®n de geograf¨ªa, escala ni de graduaci¨®n. Ha cambiado el viento. Malos tiempos para la izquierda. La derecha espa?ola -y con ella la valenciana y la alicantina si cabe siempre m¨¢s entusiastas- siente un fuerte complejo ab origine ante la cultura. La fascinaci¨®n, la autoafirmaci¨®n o complacencia, el exterminio o la voluntad de compra son la constante de su dif¨ªcil relaci¨®n con el mundo de la creaci¨®n y el esp¨ªritu. Los dirigentes populares odian la pol¨ªtica tanto como aman el dinero. La aversi¨®n y alergia a todo lo intelectual nos precipita a la cultura del acontecimiento y a la civilizaci¨®n del entretenimiento, del gran almac¨¦n de todo a cien. A la muerte de la sociedad civil.
Enrique Cerd¨¢n Tato es viejo, muy viejo, pero vive: uno lo ve andar, escribir, refunfu?ar, opinar. Vivimos en un lugar de Europa tambi¨¦n muy viejo y desdentado que no puede morir a su propia historia. Hay alguien preocupado por solucionar esto. Enrique Cerd¨¢n Tato lleva dentro el cad¨¢ver de la especie. Sobrevivir¨¢. Y alguien contar¨¢ su historia. La de todos.-
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