Pareja de palomas
Juan Antonio Reig Pla es un hombre joven, sin arrugas apenas para sus 54 a?os; un pipiolo para ser obispo, aunque hace a?os que lo es en Castell¨®n y en Segorbe. Menos mal que las brillantes canas en su pelo ordenado, ocultas con la mitra, le otorgan el aura que pudieran a veces ocultarle sus vivarachos ojos. Adem¨¢s, su redonda faz con papadilla parece suficiente atributo episcopal para que su boca y su nariz correctas, sus cejas bien cuidadas, no distraigan la mirada de una feligres¨ªa devota que s¨®lo busque en ¨¦l al buen pastor. Lit¨²rgicamente revestido, lucir¨ªa m¨¢s de ser m¨¢s alto y, sin duda, otorgar¨ªa m¨¢s prestancia a su modo en¨¦rgico de empu?ar el b¨¢culo. No s¨¦ si hace deporte y tengo la impresi¨®n de que no se cuida en la mesa, pero ni una ni otra cosa parecen necesarias para su vida sin pareja. Y digo sin pareja, no s¨®lo por la obvia raz¨®n de que todo cl¨¦rigo que lo sea debe abstenerse de compa?¨ªa en el colch¨®n, sino porque ¨¦l debi¨® de llegar a su divino oficio por su rechazo radical a ser pareja de alguien. Por eso, ahora, hecho una furia por la existencia de parejas de hecho, que no se daban cuando ingres¨® en el seminario, dice que no emplea la palabra pareja porque se lo tiene prohibido a s¨ª mismo.
No s¨¦ si los psiquiatras o los psic¨®logos poseen explicaciones cient¨ªficas para quien m¨¢s all¨¢ de discrepar sobre la existencia de parejas llega en su malestar a prohibirse la palabra que las nombra, como si en ella se encarnara la tentaci¨®n o el riesgo. Pero deben sentir un cierto alivio sus diocesanos: no s¨®lo les proh¨ªbe a ellos actuar o decir, sino que proh¨ªbe a la eminencia que lo habita toda palabra que describa una realidad que teme. Y, con el humor que su pectoral esconde, comenta a prop¨®sito de su repudio de las parejas: 'Me recuerda cuando mi padre me dec¨ªa: vengo de comprar una pareja de palomas'.
De modo que no acaba uno de saber si es la relaci¨®n con su pap¨¢ lo que tiene que ver con la inquietud que la pareja le origina o viene de un trauma infantil con las palomas esta alergia psico-espiritual del prelado. Desde luego, no es un san Francisco, que se entend¨ªa con los p¨¢jaros, ni un san Antonio, que predicaba a los peces, pero tampoco, tan nervioso con las parejas, puede ser un devoto de san Cosme y san Dami¨¢n, santas Justas y Rufina, los santos Justo y Pastor o los Santos de la Piedra, que tambi¨¦n eran dos. Aunque no s¨¦ si al mencionar las palomas quiso ironizar con los gays, y por eso los homosexuales, qued¨¢ndose cortos, llaman ahora integrista a quien tiene derecho a desahogarse. Tambi¨¦n los obispos pueden haber tenido una infancia compleja.
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