Ejercicio de admiraci¨®n
Fernando Savater en Barcelona, hablando sobre este tiempo de los asesinos que parece que no se acaba nunca. Josep Ramoneda le iba planteando las preguntas que m¨¢s nos preocupan -cu¨¢l es la singularidad radical del problema, en qu¨¦ nos hemos equivocado al tratar de resolverlo, hasta qu¨¦ punto el nacionalismo vasco es c¨®mplice del nacionalismo terrorista vasco- y Savater iba respondiendo con los mismos inteligencia, pasi¨®n y humor que le he le¨ªdo siempre.
Como ya saben los lectores de este peri¨®dico, Perdonen las molestias. Cr¨®nica de una batalla sin armas contra las armas recoge las contribuciones de Fernando Savater a desenmascarar el mal de los encapuchados. Contribuciones valios¨ªsimas, en mi opini¨®n, y tambi¨¦n (y esto es lo que deber¨ªa resultarnos extra?o) numerosas. Extra?o, pues para cualquiera, y quiz¨¢ m¨¢s para un intelectual como Savater, cuya curiosidad reclaman tantos otros asuntos intelectualmente m¨¢s excitantes, el tema del nacionalismo vasco ha de resultarle en efecto 'obtuso, ¨¢rido y superfluo'.
La felicidad que Savater lleva 20 a?os, y muchos libros, postulando va en serio y compromete
Aunque, pens¨¢ndolo bien, conoci¨¦ndole o ley¨¦ndole bien, nos daremos cuenta de que era inevitable que Savater tuviera que afrontar este asunto, pensar sobre el horror, sus verdugos y sus sacristanes, combatirlo y escribir este libro. La alegr¨ªa y la libertad con que ¨¦l siempre ha pensado, polemizado y escrito, la alegr¨ªa de su pensamiento cuando cuaja en un Panfleto nada menos que contra el todo, cuando celebra el humo de un cigarro o el galope de un pura sangre durante ese inefable derby de Epson que ¨¦l ha popularizado entre nosotros con sus art¨ªculos entusiastas, ese ego¨ªsmo bien entendido que ha predicado con una forma oblicua de la solidaridad... en fin, esa su multiforme llamada a vivir la vida a toda potencia, no era (ya lo sab¨ªamos; pero me gusta escribirlo) la excentricidad de un hedonista graciosillo o los caprichos de un fil¨®sofo brillante al que le aburre el clima riguroso de Koeningsberg. La felicidad que Savater lleva 20 a?os, y muchos libros, postulando va en serio y compromete.
Escuch¨¦ a Savater el otro d¨ªa en la FNAC, donde habl¨® con su habitual agudeza, inteligencia, sentido del humor y generosidad, y luego compr¨¦ su libro, que ahora tengo aqu¨ª delante y que me parece un objeto real... Una de las pocas cosas reales que a veces suceden en Barcelona.
Al final del acto me fui andando a casa y de camino iba pensando en la cantidad de cosas que le debo, la cantidad de cosas que le debemos los que ¨¦ramos j¨®venes universitarios cuando ¨¦l, apenas unos a?os mayor que nosotros y no s¨¦ si PNN o ya profesor titular de Filosof¨ªa, empezaba a publicar.
En la Universidad era la ¨¦poca languideciente de los aprobados generales pol¨ªticos, el descr¨¦dito general y hastioso de un r¨¦gimen agonizante y un futuro hacia el que nos encamin¨¢bamos desganados y con la espalda doblada. Hubi¨¦ramos podido caer en un pragmatismo que ahora, como a tantos de otras generaciones, nos tendr¨ªa sumidos en la angustia de la crisis de los cuarenta, o hacernos c¨ªnicos de manual. O pod¨ªamos habernos hecho nacionalistas, como cualquier infeliz. Pero entonces son¨® la voz de Fernando Savater como la carcajada de un fauno. Si no soy del todo idiota, se lo debemos a algunos maestros a los que no encontramos precisamente en la Universidad.
Los encontramos gracias a azares felices como el de abrir en una librer¨ªa un volumen de Editorial Taurus titulado Ensayo sobre Cioran, el primer libro de Savater, descubrir de golpe a ¨¦l y a Cioran y desde entonces, y gracias a ¨¦l, a los fil¨®sofos presocr¨¢ticos; a Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo; a Nietzsche; el soneto de Paz cuyo primer verso dice: 'El espejo que soy me deshabita'; a una docena de ap¨®statas razonables, Marco Aurelio el primero; a la novela de aventuras de La infancia recuperada; eso, para empezar.
Alzo la vista, veo en su estante los libros de Savater, y pienso: 'Si fuera un cursi, podr¨ªa acabar este ejercicio de admiraci¨®n diciendo algo as¨ª como que 'lo mejor de mi juventud est¨¢ encerrado entre las tapas de sus libros'. Pero como no lo soy, dir¨¦ que lo m¨¢s divertido de mi juventud sale de esos libros'.
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