Al dentista americano
Ha sido Henry Kissinger quien en la conferencia anual sobre pol¨ªtica de seguridad, en su 37? edici¨®n, en M¨²nich, ha considerado que los europeos afrontan el di¨¢logo con EE UU sobre el escudo antimisiles como una visita al dentista, en la que el objetivo principal es minimizar el dolor y los destrozos. Y as¨ª es. Los europeos, m¨¢s bravos hace unos meses, parecen resignados a que les saquen, o mejor dicho, les pongan, esa muela. Pues el movimiento en Washington es imparable: hay dinero; hay tecnolog¨ªa que desarrollar; y hay un acuerdo pol¨ªtico entre los dos grandes partidos. ?Qu¨¦ presidente se puede resistir, cuando adem¨¢s se envuelve en la bandera de la moral o incluso del mandato constitucional de defensa del pa¨ªs?
Ahora bien, lo que no se sabe es si, dentro de cinco a diez a?os, llegar¨¢ a funcionar esta defensa nacional contra misiles (NMD), dirigida contra ataques limitados por disparos sin permiso, por error, o a amenazas de chantajes. Ya no se trata de buscar una invulnerabilidad total -ni contra un ataque masivo ni contra el terrorista con el arma en una mochila-, sino de evitar que EE UU, ante una intervenci¨®n en alguna parte del mundo, se vea sometido a amenazas de este tipo. Y aunque no se diga en voz demasiado alta, la NMD, adem¨¢s de contra posibles amenazas de estados descontrolados, est¨¢ tambi¨¦n dirigida contra la China del futuro, antes que contra una Rusia venida a menos, aunque conserve una gran capacidad de destrucci¨®n e incluso disponga de un sistema antimisiles operativo en torno a Mosc¨².
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, cuando a¨²n no ha recalentado su sill¨®n en el Pent¨¢gono, se desplaz¨® a M¨²nich para lanzar este mensaje, entre otros. Ofrece consultas y participaci¨®n a los europeos. Desde Washington no se descarta desplegar un sitio (radar y contramisiles) de NMD en alg¨²n lugar de la Europa de la OTAN, como podr¨ªa ser Polonia, y que empresas europeas liciten por contratos.
En la Administraci¨®n de Bush, con tres pesos pesados que han pasado por el Pent¨¢gono -Cheney, Rumsfeld y Powell-, la influencia de Defensa se puede hacer sentir a¨²n m¨¢s que en el pasado. La NMD es tambi¨¦n, o principalmente, un programa destinado a inyectar dinero en la industria militar, particularmente la aerospacial, cuando hay una carrera por el espacio. La comisi¨®n senatorial Rumsfeld concluy¨®, justo a tiempo de ser ¨¦ste nombrado para el Pent¨¢gono, que una prioridad debe ser la defensa de los dispositivos en el espacio, el mar del siglo XXI, por cuyo dominio comercial hay una seria competencia entre EE UU, Europa, Jap¨®n y, desde hace unos a?os, China, la nueva obsesi¨®n.
Con la NMD, EE UU m¨¢s que seguridad puede obtener una a¨²n aplastante superioridad tecnol¨®gica militar por muchos a?os. Pero, a la vez, puede estar sacando a un genio de su botella, sin controlarlo. La NMD, incluso si funciona, puede constituir una soluci¨®n a un problema que no existe, y generar otros nuevos. O como se?al¨® el veterano democristiano alem¨¢n Karl Lamers: 'La invulnerabilidad es un sue?o, pero el intento de alcanzarla puede tener consecuencias' negativas. Pues, parad¨®jicamente, la b¨²squeda de mayor seguridad puede acabar produciendo una situaci¨®n menos segura. Por eso el ministro de Exteriores alem¨¢n, Joschka Fischer, condiciona la NMD a m¨¢s seguridad, lo que implica que vaya acompa?ada de m¨¢s desarme y nuevas medidas de control de armamentos, adaptadas a un mundo que ha dejado de ser bipolar. De otro modo, la NMD puede producir menos control de armamentos si lleva a vaciar tratados existentes (el ABM o el START-2), mientras EE UU sigue sin ratificar la prohibici¨®n total de pruebas nucleares. Ese pa¨ªs, Rusia, Francia y China, adem¨¢s de varios oficialmente no nucleares, est¨¢n desarrollando nuevas generaciones de misiles bal¨ªsticos de largo alcance. ?Tiene eso sentido? Kissinger plantea que 'la alternativa a la defensa contra misiles es la destrucci¨®n mutua asegurada' (MAD). No. Entre medio hay muchas otras posibilidades. ?Ha pensado en alguna Espa?a? En M¨²nich estaban muchos ministros de Defensa. Pero, lamentablemente, no el espa?ol.
aortega@elpais.es
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