Animales
En Derecha e izquierda, Bobbio pide que el hombre revise su relaci¨®n con los dem¨¢s animales, principio del fin de la hegemon¨ªa humana dentro de la gran chapuza de la creaci¨®n en la que los seres vivos y m¨®viles sobrevivimos por el procedimiento de comernos a otros seres vivos. Desde la melancol¨ªa de la senectud, el instinto de supervivencia se ejerce a partir de una radical tristeza ante tantas cosas que pudieron haber sido y no fueron, y pedir un mejor trato para los animales incluye, sin duda, un mejor trato para el ser humano. Pero dan que pensar las vacas locas como met¨¢fora de la civilizaci¨®n del desprecio, en la que ni las coacciones tel¨²rico-religiosas, ni las legales, son suficientes para contrarrestar la pulsi¨®n del beneficio como dictado fundamental de la conducta. Fundamental incluso para alt¨ªsimas instancias del Estado, el depositario y garante de la ¨¦tica colectiva, que han conspirado contra la salud p¨²blica para que no bajaran los precios de los filetes y las chuletas, as¨ª en el Reino Unido como en Europa y como en los cielos.
Las vacas locas han abierto adem¨¢s una ventana sobre la trastienda de la conducta carnicera del animal humano cuando se relaciona con otros animales a los que comerse. Entre la variedad de cementerios furtivos de vacas locas o sospechosas de serlo, aparece uno que no es clandestino, sino una fosa para vacas muertas independientemente de su estado mental; por ejemplo, cuenta quien puede contarlo: Ah¨ª est¨¢n nueve terneras que murieron en el transcurso de su traslado de Galicia a Catalu?a. Cada d¨ªa se lanzan a las carreteras camiones cargados de ganado y cuando les vemos pasar deber¨ªamos musitar un epitafio por los animales que llegar¨¢n muertos y ser¨¢n salchichones o hamburguesas o simple carne de pudridero. Al parecer, no hay veterinarios ni Guardia Civil suficiente para impedir estas caravanas de la muerte acentuada por la crueldad del hom¨ªnido traficante de esclavos, blancas vacas y cerdos.
Llegar¨¢ un d¨ªa en el que los animales libres en la libre naturaleza nos alimentaremos con pastillas de bacalao al pil pil o de heno fresco y dejaremos de comernos los unos a los otros. Aun as¨ª, ojo: el hombre omn¨ªvoro merecer¨¢ una vigilancia especial.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.