La mano
Hace aproximadamente un a?o dedicaba una de mis columnas al caso de Denis Chatelier. El doble trasplante de manos y antebrazos a que fue sometido este joven pintor en un hospital de Lyon fue una noticia ampliamente comentada en los medios. Era, en cierto modo, la prueba de que la ciencia estaba llegando a l¨ªmites de asombro y, por otro lado, el ejemplo m¨¢s contundente de voluntarismo por parte de un paciente entregado al pulso de la cirug¨ªa conociendo de antemano el deficiente cuadro inmunol¨®gico que se le iba a presentar y la severa mediaci¨®n que deber¨ªa seguir el resto de su vida.
Hablaba yo entonces de Mary Shelley y del mito de Frankenstein, as¨ª como de James Whale y su pel¨ªcula sobre el monstruo creado a partir de despojos humanos. Todo lo que quieran, pero la prueba de que estas conquistas cient¨ªficas chocan muchas veces con el sentido de la felicidad la tenemos estos d¨ªas en otro paciente sometido hace dos a?os a un trasplante semejante. El neozeland¨¦s Clint Hallam llevaba muchos meses rogando a los m¨¦dicos que le sometieron a tan delicada intervenci¨®n que le volvieran a separar de la mano que cosieron a su cuerpo con relativo ¨¦xito. Seg¨²n el testimonio ofrecido el pasado viernes ante las c¨¢maras de la BBC, su convivencia con tan sensible extremidad se le hab¨ªa convertido en una verdadera tortura: 'Era como tener la mano de un muerto', dijo exactamente Hallam. Pero su deseo ha tardado en cumplirse puesto que en el hospital franc¨¦s donde se le realiz¨® la operaci¨®n nadie quiso responsabilizarse de una amputaci¨®n que iba contra las leyes del pa¨ªs. El evento ocurri¨® finalmente en Londres y el australiano ha respirado a gusto al verse liberado de esa carne ajena que se inmiscu¨ªa en su intimidad y parec¨ªa adquirir una consistencia despreciable y monstruosa.
Casos como ¨¦ste, de amputaci¨®n voluntaria, no se dan todos los d¨ªas, de ah¨ª que sea noticia. Pero tambi¨¦n se presta a juegos de imaginaci¨®n y mucho me gustar¨ªa sentarme frente a la mano extirpada de Clint Hallam para ver hasta qu¨¦ punto ha descansado tambi¨¦n de su inquilino y por fin dormir¨¢ en paz sin nadie que la perturbe.
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