'Traffic' y 'La ci¨¦naga' reanudan los lazos perdidos del cine con la inteligencia subversiva
Argentina y Estados Unidos traen dos vigorosas aportaciones al pesimismo contempor¨¢neo
Lo m¨¢s singular del cotejo -ayer, en la primera jornada competitiva de esta Berlinale- entre Traffic y La ci¨¦naga es que su cercan¨ªa rec¨ªproca tiene forma de choque. Son obras ¨¦ticamente cercanas, pero estil¨ªsticamente muy divergentes. Las hermana su mirada limpia a un tiempo que corre igual de sucio en una punta y otra de Am¨¦rica. Pero ah¨ª se acaba el parentesco, y la pantalla del Berlinale Palast dio ayer testimonio de dos formas casi opuestas de hacer cine que, no obstante, se complementan, porque ambas son arte de lucha y su energ¨ªa motora es el mismo estado de esp¨ªritu, la indagaci¨®n de una c¨¢mara libre en los dolorosos territorios de las ci¨¦nagas contempor¨¢neas, los basureros de la historia.
Lucrecia Martel es una joven documentalista que en La ci¨¦naga, su primer largometraje, entra con la c¨¢mara abierta de par en par en la vida diaria, s¨®rdida y en ca¨ªda lenta e inexorable a la dejadez y el abandono, de una familia de la peque?a burgues¨ªa argentina en una ciudad norte?a, fronteriza con Bolivia. Apenas nada, ninguna aventura, ning¨²n vuelco emocional, ning¨²n suceso relevante, ocurre entre las cuatro paredes del ¨¢mbito muerto y sin calidades de la casa.
Pero poco a poco se va abriendo paso en la pantalla la sospecha de una agobiante tensi¨®n de espera, la inminencia de algo impreciso pero terrible que puede ocurrir, que va a ocurrir o que quiz¨¢ est¨¢ ya ocurriendo y es todav¨ªa imperceptible. El tiempo de esa lenta y agobiante espera viciada, de ese espeso y enrarecido tiempo cotidiano, es el de un permanente, ap¨¢tico e in¨²til deseo de huir de all¨ª, de escapar de la opresi¨®n del ambiente de derrota colectiva que flota en la espesura del aire de la casa, en su abandono, en la suciedad y la sensaci¨®n de hedor y de hacinamiento que la invaden.
Y ese tiempo de espera adquiere, poco a poco, en la mirada libre de la c¨¢mara de Laura Martel, una n¨ªtida condici¨®n de met¨¢fora, de espejo singular del estado interior de una colectividad perturbada. Ignoro con qu¨¦ grado de voluntariedad, pero hay una fort¨ªsima capacidad referencial de la pantalla de La ci¨¦naga respecto de la vida de ahora, ahogada por la argolla de un siniestro pasado a¨²n no cerrado, en Argentina; y lo hay tambi¨¦n, obviamente, respecto del modelo de sociedad en que ese pa¨ªs -como el nuestro, como el de todos- est¨¢ atrapado, aprisionado. La pura ficci¨®n se hace as¨ª puro documento, una indagaci¨®n despiadada de nuestro subsuelo cotidiano, porque su verdad no da respiro, es irrespirable.
El trasvase de formas entre la ficci¨®n y el documento es en Traffic a¨²n m¨¢s ¨¢gil, fluido y generoso que en las angosturas de La ci¨¦naga. El deslumbrante juego entre la indagaci¨®n period¨ªstica televisiva y el thriller puro es continuo en esta nueva -y, con mucho, la m¨¢s ambiciosa y mejor elaborada- pel¨ªcula del ex ni?o prodigio del cine estadounidense Steven Soderbergh, que mueve con un desparpajo y una exactitud asombrosos un largo reparto, encabezado por Michael Douglas, Don Cheadle, Dennis Quaid, Catherine Zeta-Jones y el puertorrique?o Benicio del Toro, que logra una composici¨®n de arrolladora vitalidad, en los bordes de la genialidad interpretativa.
La pel¨ªcula est¨¢ en gran parte rodada en idioma espa?ol. Transcurre su violenta galer¨ªa de sucesos de la mejor estirpe del g¨¦nero negro en los bastidores, los entresijos y los vericuetos por donde se mueven las bandas de los narcotraficantes, y sus r¨¦plicas policiales, en la frontera de las dos Californias, la estadounidense y la mexicana. Su desarrollo obedece a un crescendo trepidante, magistral, lleno de velocidad, casi extra¨ªdo de un noticiario, pero que por desgracia conduce a una zona de desenlace completamente arbitraria e inoportuna, que desmiente con una blanda ca¨ªda en el tinglado comercial oportunista del happy end, la rigurosa dureza del planteamiento. Pero, sin embargo, merece la pena olvidarse de la cobard¨ªa final de Sorderbergh y su equipo, para recordar su osad¨ªa previa al arrugamiento.
Moralina
Pero no es de recibo que el mejor, el m¨¢s inteligente sector del cine norteamericano, el que ha decidido escapar de las leyes, humillantes para los cineastas de casta, del negocio de Hollywood, acabe en su propia casa imitando a lo m¨¢s rastrero de estas leyes. Traffic, con todas las servidumbres de distribuci¨®n que se quieran, es una pel¨ªcula que merece beneficiarse del prestigio que ha adquirido la producci¨®n independiente de su pa¨ªs en los mercados del mundo. Por eso no se entiende que el rigor de su autoexigencia se desv¨ªe al final hacia una resoluci¨®n de la pel¨ªcula en clave de moralina. Es m¨¢s que dudoso que las ventas de esta notable pel¨ªcula aumenten a causa de las escenas finales de boba claudicaci¨®n. Da la impresi¨®n de que, resuelta as¨ª, la pel¨ªcula pierde una parte importante de su atractivo y que, por tanto, pierde parte de su p¨²blico natural.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.