Diario
Me levant¨¦ de la cama y nada m¨¢s poner los pies en el suelo me di cuenta de que no pod¨ªa pensar. Fui a la cocina esperando que la cabeza se pusiera en marcha de un momento a otro, pero no sucedi¨®. Nombraba las cosas sin advertir la relaci¨®n que hab¨ªa entre unas y otras. Estaba sola, pues mi marido se hab¨ªa ido a trabajar, y mi hijo, al colegio. Entonces son¨® el tel¨¦fono y al descolgarlo encontr¨¦ a mi madre al otro lado. Sab¨ªa que era mi madre, pero no estaba segura de lo que eso quer¨ªa decir. Estuvo habl¨¢ndome mal de mi padre durante media hora y luego colg¨® precipitadamente. Me sent¨¦ en el sof¨¢ y tuve un ataque de p¨¢nico. Llam¨¦ a mi marido a la oficina. Le dije que no era capaz de pensar y respondi¨® ¨¦l que 'vaya cosa'. Le ped¨ª que viniera corriendo, pero ten¨ªa una reuni¨®n de presupuestos y prometi¨® que llamar¨ªa m¨¢s tarde.
Hace un a?o me levant¨¦ de la cama sin visi¨®n, por culpa de una bajada de az¨²car, y se present¨® enseguida en casa con un m¨¦dico. Comprend¨ª que estaba peor considerado no ver que no pensar, aunque no pensar parec¨ªa una forma de no ver. Era tan consciente ahora de que no pensaba como entonces de que no ve¨ªa. Cuando se pierde una de estas capacidades, se deber¨ªa perder al mismo tiempo la de advertir la p¨¦rdida. A media ma?ana fui al mercado e intent¨¦ comprender in¨²tilmente la circulaci¨®n de personas y veh¨ªculos. Me di cuenta de que tampoco comprend¨ªa el dinero, pero hice como que s¨ª. ?sta es la diferencia entre estar ciego y estar tonto: que el tonto puede disimular su necedad componiendo expresiones reflexivas con los m¨²sculos de la cara, que est¨¢n para eso.
En el mercado nadie se dio cuenta de que no pensaba. Al entrar en casa son¨® el tel¨¦fono. Era mi marido. Le dije que ya hab¨ªa pasado todo y que razonaba normalmente. Al mediod¨ªa se puso a llover con furia y me encerr¨¦ en el cuarto de ba?o, porque era incapaz de comprender aquella violencia atmosf¨¦rica. Por la noche cenamos juntos mi hijo, mi marido y yo, y disimul¨¦ mi ofuscaci¨®n sin problemas. Luego nos sentamos a ver la televisi¨®n y salieron dos ministros. Me di cuenta de que estaban tontos como un loco reconoce a otro loco, pero no dije nada para no asustar a los m¨ªos.
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