Bajar a la tierra
Uno de los procedimientos favoritos del psiquiatra Jacques Lacan, buceador incansable de las turbias relaciones entre inconsciente, cultura y lenguaje, era tratar de descubrir qu¨¦ se escond¨ªa tras las repeticiones, deslizamientos, lapsus o equivocaciones de sus pacientes. Hay relatos muy sabrosos de c¨®mo con una palabra, una frase, derribaba la fortaleza de un trauma fat¨ªdico. De esas destrezas, sus seguidores sol¨ªan sacar divertimentos m¨¢s o menos dominicales, que han llenado incluso p¨¢ginas de novelas. Con la sola pretensi¨®n de emular a los ¨²ltimos, y a t¨ªtulo de mero pasatiempo tambi¨¦n, vean lo que se podr¨ªa leer tras la inaudita y ya c¨¦lebre frase del presidente del Gobierno: 'Me apetece bajar a la tierra'. Pronunciada el pasado d¨ªa 4 ante un auditorio fiel, todo indica que lo que realmente baj¨® Aznar fue la guardia. Pues en esa misma ocasi¨®n tambi¨¦n dijo que iba a disertar sobre 'tres cositas' (submarino at¨®mico averiado, vacas locas, bombas de uranio).
De una y otra expresi¨®n, como es natural, sus adversarios pol¨ªticos han hecho blanco para demoledores escarnios. Ahora bien, de justicia es admitir que la vanidad del pr¨ªncipe, por muy hinchada que est¨¦, no pod¨ªa llevarle a compararse p¨²blicamente, ni en broma, con divinidad alguna salvadora, pues ello a?adir¨ªa un grado de imbecilidad preocupante. Sin duda, lo que verdaderamente quiso decir fue: 'Me apetece bajar a la arena', un modismo consolidado que viene a significar tengo ganas de pelea, me apetece enfrentarme directamente con mis adversarios, etc¨¦tera. Esto es, en la arena del ruedo, que es met¨¢fora cultural muy hispana. Pero no fue eso lo que dijo, con ser tan elemental. ?Por qu¨¦? ?Por qu¨¦ cambi¨® la palabra arena por la palabra tierra , en un r¨¢pido ejercicio de sinonimia, aparentemente inocuo? Muy sencillo: por evitar la asociaci¨®n de la ¨²ltima con el apellido de su lugarteniente, Arenas, lo que hubiera producido un peligroso y acaso revelador deslizamiento sem¨¢ntico. Algo as¨ª como: Me apetece bajar al-Arena(s) = Me apetece bajar a Arenas, o sea... Yo desde luego, si fuera el fiel escudero, no estar¨ªa tranquilo.
Con las frases hechas hay que tener mucho cuidado, pues son implacables con quienes las transgreden. En el verano del 99, el indescriptible alcalde de Huelva cometi¨® tambi¨¦n un lapsus hist¨®rico, cuando dijo de su jefa, Te¨®fila Mart¨ªnez, que era 'una rubia que hace muy bien la calle', en lugar de: que llena la calle, seg¨²n otro dicho muy andaluz que llega hasta la copla: 'Calle la Polvera, que es anchita y larga. / Cuando pasaba mi hermanita Rosa, / toa la llenaba'. Tambi¨¦n aqu¨ª la asociaci¨®n incontrolable entre el resbal¨®n del alcalde y el segundo significado de polvera se las trae.
En cuanto a las tres cositas, tampoco puede ser m¨¢s arriesgado el empleo del diminutivo, refiri¨¦ndose a cosas tan principales. Por un diminutivo, partecilla, se busc¨® la muerte la madre Celestina, al desvelar con ¨¦l cu¨¢les eran sus verdaderas intenciones, cuando tuviera que dar participaci¨®n de sus ganancias a los criados de Calixto. Los deslices ling¨¹¨ªsticos son as¨ª, que no perdonan. Y esta derecha que no lee a Freud ni a Lacan, y ni siquiera a Fernando de Rojas, deber¨ªan hacer por lo menos un cursillo acelerado de paremiolog¨ªa, que es pura literatura popular. Ya empezamos.
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