El Rayo arrasa en un cuarto de hora
El Girondins demuestra que est¨¢ en decadencia y los vallecanos le destrozan en el tramo final
La afici¨®n del Rayo no pudo contener la angustia. '?Venga, venga, venga...!', grit¨® cuando vio que Poschner robaba un bal¨®n y se lanzaba a la carrera. El partido parec¨ªa condenado al empate, y el Rayo, a sufrir en la vuelta, en Burdeos. El futuro parec¨ªa nublarse hasta que el alem¨¢n emprendi¨® esa carrera, a quince minutos del final. Vio a Bolic por su derecha, le pas¨® el bal¨®n, y el bosnio marc¨® un gol con aroma salvador. Una conquista que dispar¨® una goleada hist¨®rica para Vallecas. Algo que pareci¨® imposible hasta esta acci¨®n, que levant¨® al Rayo en un partido que se complic¨® de manera absurda frente a un rival decadente.
Si los hilos de la suerte determinaron que el duelo de anoche elevara al Rayo a la gloria en los ¨²ltimos quince minutos, en los primeros setenta el espect¨¢culo se aproxim¨® a la mediocridad. Sencillamente porque el Girondins apenas supo batirse en retirada. Opt¨® por guardar su puerta, despu¨¦s de marcar el primer gol, y entonces mostr¨® que tampoco se sab¨ªa defender. De tan encerrado que estaba en su terreno se ahogaba ¨¦l mismo, incapaz de dar tres pases seguidos, sin conductor del juego y sin salida por ning¨²n lado. S¨®lo Laslandes pis¨® el campo rayista. S¨®lo Pauleta, el segunda punta, supo montar un contragolpe, meter pases largos, jugar con inteligencia, desbordar por habilidad o centrar.
Ante la timidez del contrario, el Rayo jug¨® mal. No pudo tener el bal¨®n y sus elementos m¨¢s carism¨¢ticos aparecieron poco, o lo hicieron sin precisi¨®n. Luis Cembranos vivi¨® una noche desafortunada. Comenz¨® jugando entre l¨ªneas, tirado a la derecha, y se le vio apresurado, apurando demasiado las jugadas y los pases, muchos de los cuales terminaron en tierra de nadie. A Michel le ocurri¨® otro tanto. Quevedo se dedic¨® al juego t¨¢ctico, por ejemplo, frenar a Dugarry por la derecha. Helder, en el medio, rem¨® con coraje, aunque limitado por su falta de profundidad y peso futbol¨ªstico. Poschner apenas apareci¨®, y eso le pes¨® al Rayo de manera excesiva. Cuando el alem¨¢n regres¨® de su sue?o, fue para comenzar la goleada.
El Rayo asumi¨® la intenci¨®n ofensiva y el Girondins opt¨® por defenderse y salir al contragolpe. Pero ninguno de los equipos manej¨® la pelota con ritmo y constancia. Predominaron las faltas y los balones a¨¦reos, y el partido entr¨® en una din¨¢mica de largos tiempos perdidos. Se distra¨ªan los futbolistas, de tanto esperar el bal¨®n, de tantos intervalos. Tambi¨¦n el p¨²blico se hart¨® de ver pelotazos que sal¨ªan despedidos del campo a las calles vecinas.
Bolo tuvo mucha de la culpa de que el Rayo no dispusiera m¨¢s del bal¨®n. El delantero centro termin¨® mal muchas de las jugadas de su equipo, pero lo peor fue que lo condicion¨®. Como todos los balones terminaban en sus botas, y como se mostraba tan r¨ªgido para pivotar, generalmente lo que hac¨ªa era traspasar la posesi¨®n al Girondins. Sin embargo, tuvo el m¨¦rito de poner el bal¨®n a los pies de De Quintana para que ¨¦ste hiciera el gol del empate.
El Girondins que pis¨® el maltrecho c¨¦sped de Vallecas fue un pelot¨®n de rezagados. Un resabio torpe del equipazo que domin¨® la Liga francesa a mediados de los noventa. Por lo visto ayer, ya va quedando poco que rascar en una plantilla diezmada por los traspasos.
Poco ofrec¨ªa el Girondins, pero no al punto de despreciarlo, como pareci¨® hacer Ballesteros a dos minutos del comienzo. De otra forma no se explica que de un saque de banda, el veterano Laslandes recibiera solo a cuatro metros del marco de Lopetegui. El enorme delantero franc¨¦s pis¨® el bal¨®n, se encorv¨®, y sin quitarle los ojos de encima lo remat¨® a gol. El tanto condicion¨® el resto del partido. Los franceses tiraron dos remates a los palos y estuvieron a punto de meter al Rayo en un problema grave, de no haber sido por la carrera redentora de Poschner y la magia que enalteci¨® al Rayo en los ¨²ltimos minutos. Esos quince minutos de exaltaci¨®n que borraron el recuerdo del partido aburrido por el de un encuentro hist¨®rico que termin¨® en goleada y en fiesta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.