Pol¨ªtica y demograf¨ªa
La reducci¨®n del paro o los excedentes de la Seguridad Social no son m¨¦rito del Gobierno, sino que responden a los cambios producidos en la pir¨¢mide de poblaci¨®n, seg¨²n los autores.
?Qu¨¦ pensar¨ªa usted de una persona que, sentada a la sombra de un ¨¢rbol, ve caer de sus ramas una manzana y, tras algunas cavilaciones, llega a la conclusi¨®n de que existe una relaci¨®n de causalidad entre su llegada a ese frutal y la ca¨ªda del fruto? Podr¨ªa creer que semejante sujeto, que obviamente no era Newton, hab¨ªa sido preso de la llamada falacia ex post que, de acuerdo con las ense?anzas de Samuelson, es la que mueve a considerar que todo lo que ocurre despu¨¦s de un hecho es consecuencia de ese mismo hecho. Podr¨ªa tambi¨¦n pensar, si atendiera a nuestra circunstancia hist¨®rica, que nos encontramos ante alguien que, desde el punto de vista psicol¨®gico, est¨¢ muy persuadido de la trascendencia de su propia existencia y que, desde el lado profesional, probablemente forme parte del actual Gobierno.
La Seguridad Social tiene super¨¢vit y se puede permitir el lujo de prestar excedentes al Estado
Hace algunos a?os, cuatro y medio, si queremos ser exactos, que nuestra historia, b¨¢sicamente nuestra historia econ¨®mica, parece construirse desde una fecha fundacional: 1996. Se ha instaurado, al parecer, un a?o cero a partir del cual todo es distinto y mejor que lo anterior. Da igual, a este prop¨®sito, que, en los doce meses inmediatamente anteriores, el empleo aumentara en casi 400.000 puestos de trabajo o que la inflaci¨®n pasara del 5,1% al 3,4%. Para la nueva contabilidad esos datos no existen. El ciclo econ¨®mico, tampoco. Y la coyuntura exterior, menos a¨²n. S¨®lo importa el momento de la llegada al poder del actual Gobierno, explicaci¨®n ¨²ltima de todo lo que, desde entonces, se ha contabilizado.
Una forma ¨¦sta de actuar que entra?a riesgos. Por ejemplo: se ha dicho tantas veces que la bajada de la inflaci¨®n fue obra exclusiva del Gobierno y que nada tuvo que ver en ello que el barril de petr¨®leo redujera su precio hasta los nueve d¨®lares, que ahora es dif¨ªcil explicar el actual encarecimiento de la vida por la fuerte subida de los precios del crudo. Cuando se ha simplificado la realidad hasta ese punto y se ha derogado toda su complejidad en aras de la propaganda, es dif¨ªcil volver a introducir matices en el discurso. Siempre sonar¨¢n a excusa y a elusi¨®n de responsabilidades.
El Gobierno, tras haber abusado de un fort¨ªsimo aparato de propaganda en los momentos en que el ciclo econ¨®mico hac¨ªa bueno todo su trabajo e invisibles sus olvidos, empieza, pues, a estar en serias dificultades no s¨®lo para afrontar la nueva realidad, sino, adem¨¢s, para hacerla compatible con su viejo discurso. Y es que ni la estabilidad macroecon¨®mica, ni la independencia de las pol¨ªticas monetarias ni la liberalizaci¨®n mundial del comercio han conseguido acabar con los ciclos econ¨®micos.
La globalizaci¨®n hace imposible explicar las cosas desde la contemplaci¨®n del propio ombligo. Ni con aterrizajes suaves, ni con d¨¦ficit cero, vamos a evitar los movimientos especulativos de los mercados de capitales o los efectos de un conflicto en el Oriente Pr¨®ximo. Resulta, pues, recomendable para cualquier Gobierno conocer la medida de sus l¨ªmites y saber que la ca¨ªda de la manzana debe m¨¢s a la ley de la gravedad que a su propia llegada al ¨¢rbol. S¨®lo desde la humildad y el realismo ser¨¢ due?o de la situaci¨®n y podr¨¢ explicar las cosas sin necesidad de utilizar siempre la primera persona.
Porque no toda la marcha de la econom¨ªa puede estar bajo el control del ejecutivo. Adem¨¢s de la coyuntura internacional que se nos impone, hay otras circunstancias, m¨¢s cercanas a nosotros y ajenas tambi¨¦n a la acci¨®n del Gobierno, que son, sin embargo, imprescindibles para explicar la evoluci¨®n de algunos datos econ¨®micos. Circunstancias que el Ejecutivo, prisionero de su propio discurso minimalista, tambi¨¦n ha olvidado mencionar, tal vez porque actualmente est¨¢n jugando a favor de sus objetivos. Una de ellas es la demograf¨ªa, que, desde finales de los noventa, viene favoreciendo el comportamiento positivo de algunas variables.
Es sabido que la evoluci¨®n de la poblaci¨®n tiene repercusiones sobre muchas de las magnitudes econ¨®micas. As¨ª, por ejemplo, sus menores crecimientos actuales est¨¢n siendo un factor decisivo para explicar por qu¨¦ ahora, con crecimientos del empleo similares a los que se produjeron a finales de los ochenta, se est¨¢ reduciendo el paro mucho m¨¢s que entonces. Lo son asimismo para explicar otras muchas cosas: la menor presi¨®n del gasto de educaci¨®n primaria, la inferior incidencia del paro juvenil... o la favorable evoluci¨®n de las cifras de la Seguridad Social.
No es infrecuente o¨ªr a responsables del Gobierno afirmar categ¨®ricamente que el crecimiento del empleo, medido en t¨¦rminos de afiliados cotizantes, nos ha hecho pasar, en apenas cuatro a?os, de una situaci¨®n de incertidumbre sobre el futuro del sistema de pensiones a otra, de desahogo, en que la Seguridad Social tiene, por vez primera en su historia, super¨¢vit y se puede permitir el lujo de prestar sus excedentes al Estado para lograr el ansiado objetivo del 'd¨¦ficit cero'.
Ustedes habr¨¢n o¨ªdo este argumento en alguna ocasi¨®n, ?no es verdad? Pues bien, estamos de nuevo ante una forma de simplificar la realidad que, por ocultaci¨®n de datos, conduce a conclusiones tan falsas como peligrosas. Se parte, es cierto, de una afirmaci¨®n indiscutible que forma parte adem¨¢s de la m¨¢s pura ortodoxia: se ha producido un gran aumento de afiliados y este incremento de cotizantes es fundamental para la estabilidad financiera de un sistema de pensiones basado en el reparto. A partir de esta afirmaci¨®n inobjetable, los mensajes y conclusiones que se extraen est¨¢n, sin embargo, manipulados.
Primera manipulaci¨®n. No es correcto afirmar que la actual situaci¨®n de super¨¢vit de las cuentas de la Seguridad Social es un hecho sin precedentes, puesto que los cambios en la composici¨®n de los ingresos y gastos impiden hacer comparaciones hist¨®ricas entre los resultados de ejercicios distintos. Desde 1989, las aportaciones del Estado a la Seguridad Social han venido creciendo progresivamente, para hacerse cargo de una parte cada vez mayor del presupuesto de gastos no contributivos y llegar por este camino a una separaci¨®n de las fuentes de financiaci¨®n, objetivo ¨¦ste que, seis a?os despu¨¦s, fue consagrado por el Pacto de Toledo. En correspondencia con ello, el esfuerzo de financiaci¨®n que han tenido que hacer las cotizaciones sociales ha ido disminuyendo progresivamente, desde aquel a?o, en que una cuarta parte del gasto lo asum¨ªa el Estado, hasta los presupuestos de 2001 en que el Estado financia casi el 34% de las facturas.
?Ad¨®nde nos lleva esto? Muy sencillo: si el a?o pr¨®ximo el Estado se limitara a aportar a la Seguridad Social una cantidad equivalente a la que le transfiri¨® en 1989, la Tesorer¨ªa ingresar¨ªa una cantidad inferior a la presupuestada en m¨¢s de 900.000 millones de pesetas actuales, con lo cual el excedente previsto, equivalente a tres d¨¦cimas del PIB, se nos convertir¨ªa en un d¨¦ficit de seis d¨¦cimas.
Dicho de otra forma, que no es precisamente la oficial y que deber¨ªamos atender como un aviso para la navegaci¨®n: la situaci¨®n financiera de la Seguridad Social al final de la d¨¦cada de los noventa no es mejor que la que ten¨ªa diez a?os atr¨¢s. En 1989, el gasto en pensiones contributivas (incluidos los complementos a m¨ªnimos) equival¨ªa al 90,08% de lo que se recaudaba por cotizaciones sociales para contingencias generales; en 1999 ese mismo porcentaje fue el 98,89%.
Segunda manipulaci¨®n, ¨¦sta por omisi¨®n. No es exactamente cierto que haya sido el aumento de afiliados el que ha conseguido cerrar las cuentas de estos ¨²ltimos a?os con super¨¢vit. Sin ese aumento, es verdad, habr¨ªa sido imposible hacerlo; pero las cuentas no se habr¨ªan saldado con excedentes si simult¨¢neamente a dicho incremento no se hubiera producido una importante reducci¨®n en el crecimiento de las pensiones.
Entre 1990 y 1997, el aumento medio del n¨²mero de pensiones fue de 154.000 cada a?o. En 1998 ese incremento se redujo a 112.000; en 1999, a 85.579, y este a?o se estima que se reducir¨¢ a 84.000. Obviamente este menor crecimiento del n¨²mero de pensiones est¨¢ colaborando decisivamente para que se produzca un importante ahorro. De nuevo la demograf¨ªa ha repercutido positivamente en la evoluci¨®n de una magnitud econ¨®mica sin que el discurso oficial haya hecho menci¨®n alguna al dato.
Pero el caso es que, si en estos tres ¨²ltimos a?os el aumento del n¨²mero de pensiones hubiera sido igual al promedio de los primeros ocho a?os de la d¨¦cada, la factura que habr¨ªamos tenido que pagar por este concepto en 2000 habr¨ªa eliminado toda posibilidad de cerrar con super¨¢vit el ejercicio. Un dato cuyo conocimiento es imprescindible de cara a las previsiones de gasto, puesto que la menor afluencia actual de pensionistas es estrictamente coyuntural (la llegada a la jubilaci¨®n de las generaciones de la guerra civil); algo que no se va a producir en un futuro pr¨®ximo en que llegar¨¢n a la edad de jubilaci¨®n las generaciones del baby boom e invertir¨¢n el actual efecto demogr¨¢fico.
Y es que lo m¨¢s grave, lo ciertamente peligroso de estas manipulaciones no es el efecto propagand¨ªstico que consiguen, sino la materia en la que lo consiguen. La conclusi¨®n evasiva a la que conducen: el super¨¢vit actual aleja los nubarrones del horizonte, puede abocar a un desistimiento suicida para el sistema de pensiones que, por lo dem¨¢s, ha empezado ya a tener consecuencias inmediatas: en 2001 se prev¨¦n unos excedentes de 300.000 millones de pesetas en la Seguridad Social y s¨®lo 90.000 millones de ellos ir¨¢n al fondo de reserva. El resto, a hacer posible el d¨¦ficit cero, que para eso el futuro est¨¢ despejado. Pues qu¨¦ bien.
Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n y Luis Mart¨ªnez Noval son diputados del PSOE.
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