La patente o la vida
Un reciente informe de una ONG brit¨¢nica ha puesto en el disparadero el tema de las patentes y el acceso de los pobres a medicinas esenciales. El informe ilustra c¨®mo la protecci¨®n a ultranza de los derechos de propiedad intelectual, y su traducci¨®n en el precio, condena a los despose¨ªdos, en ?frica y otras partes del mundo, a morir por carecer de medios para pagar un tratamiento.
No hay probablemente divisi¨®n m¨¢s neta entre ricos y pobres que la que concierne a la salud. Mientras la poblaci¨®n de los pa¨ªses desarrollados vive cada vez m¨¢s a?os en mejores condiciones, en buena parte del mundo la gente muere de sida, malaria o tuberculosis. La situaci¨®n es intolerable, pero el mundo acomodado hace poco para combatirla, pese a lo obvio de que las grandes crisis de salud p¨²blica son un enemigo formidable de toda la especie humana. V¨¦ase el sida.
Las patentes farmacol¨®gicas -un monopolio de venta durante determinados a?os estrictamente regulado por la Organizaci¨®n Mundial del Comercio- colocan a los nuevos f¨¢rmacos, muchas veces vitales, fuera del alcance de los desfavorecidos. Es cierto que la innovaci¨®n cient¨ªfica deriva en parte de la protecci¨®n de estos derechos y los ingresos que generan. Pero si las reglas comerciales tienen consecuencias desastrosas para la salud de muchos millones de personas, es que algo fundamental falla. Las patentes son un medio para promover descubrimientos, pero no el ¨²nico. Y es indecente mantenerlas como dogma, como quieren las multinacionales que figuran entre las industrias m¨¢s lucrativas del planeta.
Los pa¨ªses en los que conseguir medicamentos b¨¢sicos es un lujo ocasional necesitan ayuda global para combatir la enfermedad. Es cierto que a veces ni con las mejores intenciones es posible hacerlo, sea por lo ruinoso de su infraestructura sanitaria o por las prioridades de Gobiernos dictatoriales o corruptos. Pero los grandes del sector deben dar ejemplo: investigando m¨¢s sobre medicinas superfluas para los ricos, pero vitales para los pobres; renunciando a sus derechos de monopolio en determinados mercados, o eliminando los obst¨¢culos al desarrollo de una industria de gen¨¦ricos en las zonas m¨¢s atrasadas.
Casi el 75% del mercado farmac¨¦utico mundial est¨¢ copado por un pu?ado de titanes de EE UU y Europa, capaces por ello de dictar reglas inapelables. Una actitud m¨¢s sensible y menos mercantilista por su parte no solucionar¨¢ la tragedia de millones de seres humanos, pero contribuir¨¢ a aliviar su situaci¨®n en tanto se revisan las draconianas normas de la OMC. Hay reglas que pueden tener sentido aplicadas a las naciones pr¨®speras, pero que resultan inhumanas elevadas a rango universal.
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