A salvo de los buscadores de tesoros
El Supremo de EE UU certifica la soberan¨ªa espa?ola sobre dos buques hundidos en las costas de Virginia
Salvo que Espa?a decida alg¨²n d¨ªa efectuar sus propias exploraciones, las fragatas Juno y La Galga seguir¨¢n durmiendo un sue?o eterno frente a la playa de Tom's Cove, en la isla de Assateague, en el Estado de Virginia, y con ellas, sus muchos misterios. El Tribunal Supremo de Estados Unidos puso ayer punto final a tres a?os de batalla legal entre la Embajada de Espa?a en Washington y el buscador de tesoros Ben Benson. Como ya hab¨ªan sentenciado tribunales de rango inferior, el Supremo revalid¨® que los restos de los buques Juno y La Galga, hundidos en 1802 y 1750, respectivamente, en las aguas de Virginia, siguen perteneciendo a Espa?a.
Javier Rup¨¦rez, embajador espa?ol en Washington, que hered¨® esta batalla de alto contenido simb¨®lico de su predecesor Antonio Oyarz¨¢bal, expres¨® ayer su satisfacci¨®n. Como reclamaban los diplom¨¢ticos espa?oles en nombre de su Gobierno, ning¨²n cazador de tesoros perturbar¨¢ el descanso de los compatriotas hundidos con esos nav¨ªos.
Espa?a, seg¨²n el Supremo de EE UU, es propietaria de los pecios de las fragatas. El m¨¢ximo organismo judicial norteamericano sent¨® as¨ª un precedente hist¨®rico frente a los buscadores de tesoros como Benson, que hasta ahora se acog¨ªan a una vieja ley anglosajona del mar llamada 'Finder Keepers', que puede traducirse como 'el que lo encuentra se lo queda'. En uno de los ¨²ltimos actos de su mandato presidencial, Bill Clinton ya firm¨® una orden ejecutiva para proteger de este tipo de aventureros los restos de buques extranjeros hundidos en aguas norteamericanas.
Benson llevaba m¨¢s de cuatro a?os buscando los restos del Juno. Este buque de guerra espa?ol naufrag¨® el 28 de octubre de 1802 frente a la isla de Assateague, en Virginia. Benson, un millonario norteamericano y fundador de la empresa Sea Hunt, est¨¢ convencido de que el nav¨ªo transportaba un tesoro de 700.000 pesos de plata, unas 22 toneladas del preciado metal que hoy valdr¨ªan m¨¢s de 500 millones de d¨®lares (alrededor de 90.000 millones de pesetas). Hasta que la Embajada de Espa?a se opuso a sus proyectos, Benson so?aba con convertirse en un segundo Mel Fisher, el estadounidense que en 1985 arrebat¨® a los cayos de Florida el tesoro del gale¨®n Nuestra Se?ora de Atocha.
Benson comenz¨® sus exploraciones en 1997. Seg¨²n su acuerdo con las autoridades de Virginia, ¨¦l se llevar¨ªa el 25% de cualquier tesoro que fuera encontrado. La pasi¨®n del aventurero por la historia de la fragata Juno era tan fuerte como la de los diplom¨¢ticos y abogados de la Embajada espa?ola que luchaban para que nadie removiera las aguas. Seg¨²n su reconstrucci¨®n, el Juno naufrag¨® frente a la playa de Tom's Cove, en la isla de Assateague, hoy un parque nacional. Todos los miembros de la tripulaci¨®n y el pasaje murieron, menos uno. Una vieja leyenda local cuenta que un ni?o de tres a?os fue descubierto atado a un madero en octubre de 1802. El ni?o fue bautizado por la comunidad de pescadores isle?os como James Alone. 'Cientos de los residentes actuales en la isla son descendientes directos de aquel hu¨¦rfano espa?ol', declar¨® Benson a EL PA?S en mayo de 1998.
El Juno hab¨ªa salido del puerto mexicano de Veracruz con un gran cargamento de plata. Pero Espa?a siempre ha sostenido que no es seguro que haya tesoro. Seg¨²n Rafael Conde, que en 1998 era ministro consejero de la Embajada de Espa?a en Washington, el Juno tuvo problemas al salir de Veracruz y fue reparado en Puerto Rico. En esa pausa, el tesoro fue transferido a otro buque.
Desde Conde y Oyarz¨¢bal hasta el actual embajador, Rup¨¦rez, la oposici¨®n espa?ola a las pesquisas de Benson ha estado basada en el deseo de no violar la sepultura marina de m¨¢s de 400 compatriotas. En este pulso, el Gobierno federal de EE UU siempre ha estado de parte espa?ola, y el de Virginia, al lado de Benson.
El deseo de no remover las aguas fue santificado ayer por el Supremo estadounidense: el pecio del Juno es propiedad espa?ola, y tambi¨¦n el de La Galga, otra fragata espa?ola hundida cincuenta a?os antes frente a Virginia. Nadie piensa que La Galga llevara un tesoro, pero otra tradici¨®n local afirma que unos caballos que lograron escapar a su naufragio son los ancestros de los c¨¦lebres ponis de la isla de Assateague. Los historiadores deber¨ªan ahora tomar el relevo de los cazadores de tesoros.
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