Al hilo de Pen¨¦lope
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que la actriz Pen¨¦lope Cruz es oriunda de Alcobendas, me dispongo a relatar en espa?ol mis impresiones acerca de un confuso asunto que tiene que ver con Pamplona, justificando de antemano este presunto desv¨ªo de lo local en la firme creencia de que Pamplona, en lo que a la demarcaci¨®n moral ata?e, somos todos.
Me explico en espa?ol. Hace unos d¨ªas, la alcaldesa de Pamplona somos todos, del Partido Popular, recibi¨® una carta firmada, supuestamente, por Pen¨¦lope Cruz, en la que la actriz instaba a la representante popular a la abolici¨®n de los famosos, a la par que anacr¨®nicos y sangrientos, encierros de San Ferm¨ªn.
Sosten¨ªa Pen¨¦lope su petici¨®n en argumentos de ¨ªndole moral (terreno que, por cierto, despierta ancestral aunque siempre vivo inter¨¦s entre las filas de la derecha, lado al que se tuerce el partido al que dedica sus desvelos pol¨ªticos la susodicha alcaldesa), argumentos, digo, referidos al maltrato, f¨ªsico y emocional, que tales encierros, con las subsiguientes corridas, suponen para ese bello y nunca bien ponderado animal que es el toro.
?Ol¨¦ por P¨¦!, acertamos muchos a pronunciar, con ese gracejo nuestro, tan espa?ol. Que alguien de su trascendencia internacional usara esa gran tribuna que es la fama transoce¨¢nica para defender una causa que consideramos m¨¢s que justa y para denunciar una pr¨¢ctica tan bruta, nos parec¨ªa de vital importancia, por cuanto, acaso, lo que allende los mares es percibido con la nebulosa del relativismo antropol¨®gico y el artificio de la literatura pudiera empezar a verse como la descarnada violencia que en realidad es.
La alcaldesa de Pamplona somos todos, pulcra y sonriente, como cargada de un simulacro de raz¨®n incontestable, se apresura, forzada, a contestar por televisi¨®n. Adiestrada, suponemos, por su partido en los intr¨ªngulis del crecimiento econ¨®mico y consciente, pues, del peligro que para las arcas de su ciudad supone el que la ni?a que ha devenido en poseedora de un tuteo astral y donde dice Johnny quiere decir Depp, Johnny Depp, o donde escribe Tom ha de leerse Cruise, Tom Cruise, ponga en tela de juicio p¨²blico su mayor reclamo tur¨ªstico, se defiende, incapaz de estructurar una teor¨ªa sostenible sobre la crueldad, esgrimiendo muy infantiles argumentos: que la carta en cuesti¨®n, ?de una espa?ola!, iba en ingl¨¦s (como los folletos tur¨ªsticos, vive Dios, y los originales de Hemingway); que ya le pod¨ªa haber dado a la estrella por atacar la pena de muerte esa (mezclando, la alcaldesa, churras con merinas -¨ªnclitos ovinos, qu¨¦ duda cabe, y as¨ª cambiamos de especie-, en un, colegimos, solidario gesto hacia esos sus correligionarios con cartera que se las est¨¢n teniendo que ver, pobres, los locos bovinos, tan apreciados, como hizo patente en el telediario de la Primera, en su Pamplona somos todos); que, en fin, qu¨¦ poco patriota esta Pen¨¦lope, que denosta lo suyo, embajadora que pudiera ser de la sangre y la arena de nuestro b¨¢rbaro orgullo nacional (m¨¢s o menos).
Todo iba bien; al parecer el texto llegaba en ingl¨¦s porque Pen¨¦lope ven¨ªa apoyada por alguna importante, aunque extranjera, asociaci¨®n de defensa de los animales, globales. ?El principio de una campa?a a gran escala y liderada por la admirada estrella? ?La bella se hab¨ªa dispuesto a desenmascarar a la bestia? Bien, bien. Pero hete aqu¨ª que nuestro gozo ante la iniciativa de Pen¨¦lope (la de Alcobendas, para que quede claro que sigo en lo local) pronto dio paso al pozo del desmentido, pues que su padre, voz tambi¨¦n pulcra y asimismo forzada, se apresur¨® a su vez a dejar claro, al tel¨¦fono y por televisi¨®n, que la ni?a de sus ojos nada ten¨ªa que ver con tal escrito en ingl¨¦s y que, dir¨ªa m¨¢s, con probabilidad su nombre estaba siendo vilmente utilizado por tan zafios defensores de los derechos de los animales (causa con la que siempre cre¨ªmos simpatizaba la actriz). Qu¨¦ decepci¨®n, se?or Cruz. Toda esta Espa?a de la tortilla de patata pendiente de si el nombre de Pen¨¦lope se ve envuelto en los brazos cuch¨¦ de Nicholas o Matt y cuando vemos su nombre envuelto en un valiente texto apenas virtual se apresura todo el equipo a salvaguardar tan esdr¨²jula integridad. Qu¨¦ pena, P¨¦.
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