?Hacia una nueva PAC?
Al igual que hace siglo y medio, un fantasma recorre Europa. No se trata en este caso del comunismo, como preconizaban Marx y Engels en la introducci¨®n a su c¨¦lebre Manifiesto. En este 2001, el fantasma se llama encelopat¨ªa espongiforme bovina, m¨¢s conocido como mal de las vacas locas, un fen¨®meno cuyas consecuencias pueden suponer toda una revoluci¨®n en la vida de las sociedades europeas y, probablemente, tambi¨¦n en otras partes del mundo.
Desde que en 1957 se constituyera la CEE, antecedente de la actual Uni¨®n Europea, la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Comunitaria (PAC) se ha venido sustentando en un modelo altamente intensivo, orientado a incrementar la productividad y a abaratar los costes de producci¨®n, en detrimento de un modelo m¨¢s extensivo y de calidad. En los ¨²ltimos a?os, hemos visto c¨®mo se arrancaban cultivos, c¨®mo se suprim¨ªan explotaciones ganaderas o c¨®mo miles de personas abandonaban el campo ante la imposibilidad de llevar a cabo las inversiones necesarias para subsistir en un mercado cada vez m¨¢s competitivo. Hemos visto tambi¨¦n c¨®mo los presupuestos de la UE ten¨ªan que hacer frente a unos gastos desorbitados para mantener las rentas del sector agropecuario, a la vez que se cerraban a cal y canto las fronteras a la producci¨®n exterior.
El resultado final ha sido el desarrollo de una agricultura y una ganader¨ªa fuertemente protegidas e intervenidas, cuyos elevados costes han presionado a favor de una mayor productividad en detrimento de la calidad. Y as¨ª, poco a poco hemos ido asistiendo at¨®nitos a un rosario de noticias relacionadas con antibi¨®ticos para engordar al ganado, leches adulteradas o pollos enfermos, que parec¨ªan tener m¨¢s que ver con la actividad de la industria qu¨ªmica o farmac¨¦utica que con los usos y costumbres tradicionales del campo. Sin embargo, resignados al fast food y a la compra de fin de semana en las grandes superficies, observ¨¢bamos todo ello como si de un designio divino se tratara, como algo propio de los tiempos y ante lo cual nada pod¨ªamos hacer.
Y en esto lleg¨® Jos¨¦ Bov¨¦, cual Asterix del siglo XXI, y se li¨® a mamporros primero contra un Mac Donalds y luego contra una f¨¢brica de transg¨¦nicos, llamando la atenci¨®n sobre el contrasentido de un modelo agroalimentario perjudicial para muchos agricultores y nocivo para los consumidores. Los ecologistas, ciertas asociaciones de consumidores, y algunos sindicatos campesinos contrarios a dicho modelo, mostraron sus simpat¨ªas hacia Bov¨¦. La mayor¨ªa pens¨®, sin embargo, que aquello no eran sino acciones propias de unos lun¨¢ticos, inadaptados al signo de los tiempos. Pero la historia es a veces caprichosa y, miren por donde, parece que las reclamaciones de Bov¨¦ y sus seguidores a favor de otro modelo agropecuario no han resultado estar tan alejadas de las propuestas que, aunque t¨ªmidamente, comienzan a circular en la Uni¨®n Europea.
En efecto, parece que los alemanes ya han puesto sobre la mesa la necesidad de acometer una reorientaci¨®n radical de la PAC, basada en una agricultura menos intensiva y de mayor calidad. No sabemos si la famosa encelopat¨ªa espongiforme tendr¨¢ las graves consecuencias para la salud humana que algunos predicen. S¨®lo el tiempo lo dir¨¢. Pero lo que parece estar fuera de duda es que la enfermedad de marras va a suponer un antes y un despu¨¦s para la agricultura y la ganader¨ªa europeas, y para nuestra seguridad alimentaria. Son muchos los temas que habr¨¢n de ser abordados y, entre ellos, no es menor el referido a las relaciones con otros pa¨ªses. Hasta ahora, los enormes excedentes de un modelo tan intensivo como el europeo se tradujeron en exportaciones subvencionadas que arruinaron el sector agropecuario de muchos pa¨ªses pobres, a los que al mismo tiempo se les imped¨ªa el acceso a nuestros mercados. Esperemos que en la nueva situaci¨®n, la Comisi¨®n Europea no decida enviar la carne con los famosos priones al llamado Tercer Mundo. De momento, para esc¨¢ndalo de la mayor¨ªa, la propia Comisi¨®n ha reconocido que tambi¨¦n este debate est¨¢ abierto.
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