El miedo
He llegado de un viaje y me encuentro con la pol¨¦mica por unas palabras de Marta Ferrusola sobre los peligros que la inmigraci¨®n puede significar para la identidad catalana. ?Alerta!, ha venido a decir la mujer del presidente de la Generalitat, ?la llegada de toda esta gente nos puede descatalanizar! ?Ellos son muchos y tienen muchos hijos! ?Vienen a imponernos su cultura y su religi¨®n! ?Pueden convertir las iglesias rom¨¢nicas en mezquitas! ?ste ven¨ªa a ser el mensaje, al que hay que agracecer su claridad y su coherencia con lo que ha significado el pujolismo en estos 20 a?os.
La se?ora Ferrusola hab¨ªa dado una conferencia en la que se mostr¨® pesimista sobre la coyuntura pol¨ªtica y, de acuerdo con la versi¨®n publicada por Antoni Puigverd en este peri¨®dico, dijo: 'Si los catalanes no nos preocupamos de Catalu?a, los otros nos la destruir¨¢n. Todas las bater¨ªas apuntan en contra de Catalu?a. Estamos retrocediendo no cinco, sino 19 o 20 a?os'. No dijo qui¨¦nes eran los otros. Pod¨ªan ser los inmigrantes, pero tambi¨¦n esos anticatalanes de siempre: ?el PP?, ?los socialistas?, ?los madrile?os?, ?o acaso se trata de una conspiraci¨®n anticatalana entre inmigrantes y centralistas? El caso es que, una vez m¨¢s, seg¨²n esto, ?Catalu?a est¨¢ en peligro! Las palabras de la mujer del presidente Pujol han sonado a rebato: ?prietas las filas, catalanes com cal! ?El enemigo acecha!
No s¨¦ si las j¨®venes generaciones se habr¨¢n impresionado por el llamamiento, pero, ciertamente, las senyores Maries y no pocos senyors Pepets de nuestro pa¨ªs se han apresurado a llamar a las radios para manifestar que ellos tambi¨¦n percib¨ªan el peligro. Ferrusola y sus opiniones personales sintonizaban, pues -no pod¨ªa ser de otra forma-, con lo que el pujolismo ha sembrado en el pa¨ªs durante m¨¢s de veinte a?os. Por decirlo con toda claridad, ¨¦sta es la siembra: los catalanes somos el mejor pueblo del mundo, pero no nos comprenden y nos odian por ello; s¨®lo siendo buenos catalanes podremos hacer frente a nuestros enemigos, que son todos los dem¨¢s; ?ah!, y mucho cuidado con los malos catalanes: ¨¦sos son los peores.
Los que hemos vivido el pujolismo en toda su extensi¨®n hist¨®rica no podemos, pues, sorprendernos por esta expansi¨®n de do?a Marta. Antes al contrario, lo que ha dicho nos suena a dej¨¤ vu y vuelve a poner sobre el tapete la versi¨®n ¨²nica de esas esencias catalanas de las que el pujolismo se ha apropiado al dise?ar una Catalu?a homog¨¦nea y unidireccional. ?se ha sido el principal problema de estos 20 a?os: ignorar que Catalu?a es -por pura supervivencia- plural, variopinta, m¨®vil. Y ello ha ocurrido hasta el punto de que todo lo que no fuera pujolismo ha llegado a parecer poco catal¨¢n.
Seguramente la historia juzgar¨¢ mejor c¨®mo ha influido esta doctrina cerrada en la Catalu?a contempor¨¢nea y c¨®mo ha modelado nuestro car¨¢cer colectivo. Pero ahora lo que se ve es que no nos ha preparado, precisamente, para hacer frente a un irreversible mundo mestizo. Un mundo en el que los m¨¢s pobres huyen de la miseria extrema en la que viven: no es otra la verdadera raz¨®n de la inmigraci¨®n. Si no habit¨¢ramos un mundo en el que los desequilibrios de todo tipo crecen y crecen -un mundo en el que, como vi la semana pasada en El Salvador, los terremotos s¨®lo matan a los m¨¢s pobres-, no existir¨ªa ese trasiego de gente que desea escapar de la muerte, de la enfermedad, del hambre y de la sed.
Ignorar esta circunstancia impide no s¨®lo poner remedio a sus causas, sino actuar con humanidad y justicia. Cerrarse en la defensa ultramontana de la finca propia es, adem¨¢s, una ambici¨®n mediocre e indigna de un pueblo -los catalanes- que no merece un horizonte colectivo tan rastrero y basado en el miedo. Vivir con miedo a lo diferente es el peor de los castigos que podemos esperar los catalanes: significa no reconocer la riqueza y el est¨ªmulo de la diversidad; es decir, ignorar lo mejor que existe.
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