Peregrinos a EE UU
Muchas cosas han cambiado con la llegada Bush a la Casa Blanca, incluyendo el eclipse de lo que parec¨ªa un proyecto internacional de tercera v¨ªa que apadrinaban Blair y Clinton, dos personas que se llevaban bien. Ahora el primer ministro brit¨¢nico intenta construir una nueva relaci¨®n especial con Bush, y a eso responden las horas que ha pasado en Camp David con el presidente de EE UU y su apoyo sin fisuras al escudo antimisiles y a los bombardeos sobre Irak.
Pero, para Washington, la capital que m¨¢s importa en Europa es Berl¨ªn. De all¨ª tambi¨¦n acaba de viajar a Washington Joschka Fischer, el ministro verde de Exteriores alem¨¢n, que, pese a las cr¨ªticas en su propio partido, significativamente no critic¨® los bombardeos contra Irak, ni se opuso al escudo antimisiles, sino que pidi¨® garant¨ªas de que no llevar¨¢ a nuevas carreras de armamentos ni a m¨¢s proliferaci¨®n nuclear. Antes que ¨¦l, el primer europeo que departi¨® con la nueva Administraci¨®n de Bush hab¨ªa sido m¨ªster Pesc, Javier Solana, con un mensaje parecido.
El franc¨¦s ha sido el ¨²nico Gobierno que ha criticado plenamente los bombardeos y el plan antimisiles. Y, de forma taimada, el ministro espa?ol, Josep Piqu¨¦. Pero incluso los rusos, lejos de su oposici¨®n frontal a la guerra de las galaxias de Reagan, se muestran cautos, y, tras la visita del secretario general de la OTAN, lord Robertson, a Mosc¨², han hablado de di¨¢logo con EE UU sobre el escudo, proponiendo una alternativa paneuropea que, de hecho, legitima la idea misma, en la que los europeos no creen, pues piensan, en voz baja, que se trata de una respuesta impracticable a una amenaza hoy por hoy imaginaria.
Lo que los bombardeos han puesto de relieve es el fracaso de la pol¨ªtica seguida contra Irak en los ¨²ltimos diez a?os. Las sanciones econ¨®micas y los bombardeos s¨®lo han servido para castigar a la poblaci¨®n, no al r¨¦gimen, y no han garantizado que Bagdad no desarrolle armas de destrucci¨®n masiva. Al menos Bush se ha declarado ahora dispuesto a modificar en profundidad esa pol¨ªtica de sanciones, posici¨®n que puede satisfacer a los europeos y a muchos pa¨ªses de una zona a la que ayer viaj¨® Colin Powell, en su deb¨² como jefe de la nueva diplomacia de Washington.
Los europeos titubean. Dan la impresi¨®n de tenerle miedo a un nuevo equipo en Washington que no parece conocer demasiado bien la realidad actual de Europa. Es significativo que para el n¨²mero dos del Departamento de Estado Bush haya designado a John Bolton, un furibundo cr¨ªtico de la Identidad Europea de Seguridad y Defensa, que ha llegado a describir la Fuerza de Reacci¨®n R¨¢pida que est¨¢n desarrollando los europeos como 'un pu?al dirigido al coraz¨®n de la OTAN'. Pese a estos viajes, a las buenas maneras de que han hecho gala todos los europeos que han pasado por Washington, y los que no tardar¨¢n en hacerlo, y a una realidad que en la ¨²ltima d¨¦cada ha hecho mucho m¨¢s interdependientes las econom¨ªas de EE UU y de la UE, algunas se?ales hacen presagiar momentos de mar gruesa en las relaciones transatl¨¢nticas en los pr¨®ximos a?os.
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