Un lustro de esclavitud sexual por un billete a Espa?a
Las prostitutas nigerianas tardan cinco a?os en saldar la deuda de siete millones con la mafia que las traslad¨®
Jennifer, una nigeriana de 20 a?os, est¨¢ reci¨¦n llegada a Madrid. Proviene de una peque?a aldea pr¨®xima a la ciudad de Benin City. All¨ª viv¨ªa en un chamizo con su familia. La comida, poca. Se alimentaban de la escasa cosecha de una tierra seca y de un par de vacas esquel¨¦ticas a las que se le marcan las costillas. Apenas ha llegado a Madrid, Jennifer ya conoce el futuro que le espera: se pasar¨¢ los pr¨®ximos cinco a?os de su vida trabajando como esclava sexual para saldar la deuda de 40.000 d¨®lares (7,4 millones de pesetas) que ha adquirido con la banda que la trajo clandestinamente hasta Espa?a.
Jennifer cruz¨® el Estrecho en patera, junto con otros 30 subsaharianos. El ¨²nico marroqu¨ª era el piloto. Tardaron unas 10 horas e iban todos de pie en la fr¨¢gil embarcaci¨®n -si van sentados ocupan m¨¢s espacio y el traficante de inmigrantes irregulares no le saca tanta rentabilidad al pasaje-. Jennifer hizo el viaje de Algeciras a Madrid en autob¨²s. Al llegar a la estaci¨®n de M¨¦ndez ?lvaro, pidi¨® un taxi. Le dijo que le llevara a un domicilio de M¨®stoles. En la vivienda le esperaba Iveve O., nigeriana de 22 a?os, ex prostituta como ella pero que subi¨® como la espuma en el escalaf¨®n mafioso.
Ya no hay escapatoria. Jennifer es obligada a firmar el contrato de cuyo cumplimiento ha de responder con su propia vida: 'Prometo pagar la suma de 40.000 d¨®lares [7.400.000 pesetas] a mi t¨ªa Iveve y yo, Jennifer (...), declaro que no voy a fallar las normas y que no contar¨¦ nada a la polic¨ªa hasta que esa cantidad sea pagada. Si fallo normas t¨ªa Iveve tiene el derecho a matarme a m¨ª y a mi familia en Nigeria'. Despu¨¦s, rubrica el papel, redactado en ingl¨¦s y en un mal castellano.
Otras 150 nigerianas, en los ¨²ltimos cuatro meses, hicieron el mismo periplo (de 3.400 kil¨®metros) que hizo Jennifer. El Grupo II de la Brigada Central de Extranjeros ha detenido a una veintena de presuntos miembros del grupo mafioso que ha tra¨ªdo a Jennifer y al resto de las prostitutas. Siete est¨¢n encarcelados. La polic¨ªa ha abierto un expediente de expulsi¨®n contra 12 de ellos y contra tres esclavas sexuales.
Jennifer se prostituye en la Casa de Campo de Madrid. Se ofrece, semidesnuda, a los miles de conductores que atraviesan a diario el gran parque. Cobra 1.000 pesetas por una felaci¨®n -llega a hacer hasta cinco servicios en una hora- y 3.000 por un completo (penetraci¨®n), mucho menos frecuentes-. Saca una media de 12.000 pesetas al d¨ªa. Si llueve o hace mucho fr¨ªo, el n¨²mero de clientes desciende.
A Jennifer le queda poco de esa cantidad. Debe pagar 2.000 pesetas diarias a la banda que la explota a cambio de alojamiento y comida. El resto lo ahorra. Nunca se lo queda. Adem¨¢s, cada 10 d¨ªas debe cumplir con los pagos del pr¨¦stamo: entrega unas 70.000 pesetas a Iveve o bien se las ingresa en una cuenta bancaria.
El poco dinero que ahorra lo invierte en comprar ropa barata o perfumes. 'Es una inversi¨®n. Si llevan ropa nueva, limpia y van perfumadas, tienen m¨¢s clientes y hacen m¨¢s servicios. De esta manera ganan m¨¢s dinero y logran saldar la deuda antes', explica el jefe del grupo II de la Brigada Central de Extranjer¨ªa.
Iveve y Jane Mercy P., nigeriana de 29, a?os, tambi¨¦n ex prostituta, las dos mamis -como las llaman las nigerianas- de la banda, ten¨ªan al menos cuatro cuadernos de hojas rayadas en las que llevaban una detallada contabilidad de los ingresos de las chicas. En esos cuadernos anotaban la fecha, el nombre de la prostituta -generalmente un pseud¨®-nimo- y la cantidad recibida. La polic¨ªa se incaut¨® de esos cuadernos en uno de los cuatro pisos -en Alcorc¨®n (2), Parla y M¨®stoles- de la banda en un registro realizado el 14 de febrero. Rara vez coinciden los nombres. Los cambiaban con frecuencia por si eran detenidas.
Adem¨¢s de los libros de contabilidad, Iveve ten¨ªa una agenda. En ella hab¨ªa citas con otros clientes: las de otros proxenetas que compraban a las chicas por dos millones de pesetas para explotarlas en clubes de carretera, donde las nigerianas hac¨ªan plaza por 21 d¨ªas y luego eran trasladadas a otro club.
Iveve cobraba por la venta en funci¨®n del dinero que tra¨ªa su cliente. En la mayor¨ªa de los casos, cobraba un mill¨®n en met¨¢lico y el resto a plazos. Aunque Iveve haya sido detenida, Jennifer seguir¨¢ como esclava sexual hasta que pague su deuda.
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