M¨¢s que una marcha
La caravana singular que con gran aparato y seguimiento medi¨¢tico ha comenzado a recorrer los 3.000 kil¨®metros que separan Chiapas de Ciudad de M¨¦xico es tan prometedora como arriesgada, tanto para el presidente Vicente Fox como para el subcomandante Marcos. Desde su toma de posesi¨®n en diciembre, Fox ha hecho de la paz con los zapatistas una de sus prioridades, en buena medida para ganar el apoyo de unos ind¨ªgenas que le ven con desconfianza. Marcos, un personaje de leyenda con evidente gusto por la escenificaci¨®n, pretende servir de aglutinante a las comunidades indias, sojuzgadas durante siglos.
La marcha zapatista a trav¨¦s de doce Estados persigue la adopci¨®n de un proyecto de ley, ya remitido al Congreso, que incorporar¨ªa a la Constituci¨®n mexicana derechos y culturas de diez millones de ind¨ªgenas. ?stos han hecho de la aprobaci¨®n parlamentaria del texto -que les garantizar¨ªa autonom¨ªa limitada y competencias sobre recursos naturales- condici¨®n imprescindible para abandonar las armas que tomaron en 1994 en la selva Lacandona. Para desmarcarse de Fox, y con agudo sentido propagand¨ªstico, el encapuchado Marcos ya llama 'de la dignidad' y no s¨®lo de la paz a su largo itinerario.
La insurgencia de Chiapas puso de relieve hace ahora siete a?os la existencia de un M¨¦xico diferente de aquel que el PRI capitaliz¨® y manipul¨® por generaciones. El movimiento zapatista, con sus ribetes milenaristas y halo rom¨¢ntico, ha fascinado desde entonces a muchos ciudadanos del mundo, no s¨®lo mexicanos, y suscitado en otros serias dudas sobre su direcci¨®n. Marcos y los suyos han decidido ahora poner a prueba la promesa electoral de Fox de buscar soluci¨®n a un conflicto por el que se ha derramado mucha sangre inocente.
El presidente mexicano se juega su credibilidad en el envite. Nada debe perturbar el camino hacia la capital; de ah¨ª la abultada escolta y las medidas de seguridad garantizadas a los guerrilleros. El Marcos desarmado que se encamina a la cita del 8 de marzo asume, por su parte, el mayor riesgo que puede arrostrar un l¨ªder insurgente: dejar el fusil de asalto y la selva rec¨®ndita que le han hecho objeto de consumo planetario para salir a la compleja realidad de su pa¨ªs. Puede superar la prueba o comenzar a desvanecerse tras el espect¨¢culo.
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