El futuro
Qu¨¦ tremenda la Ferrusola con sus declaraciones xen¨®fobas. Como le contestaban unos inmigrantes en una pancarta, 'els diners que no parlen catal¨¤ tampoc entren?'. Y qu¨¦ preocupante el apoyo que Pujol y Mas han prestado a sus barbarismos. Porque las palabras de do?a Marta fueron exactamente eso, simples desatinos, majader¨ªas nacidas de una incultura sideral. La escuch¨¦ por la radio y estremec¨ªa o¨ªrle decir, por ejemplo, que dentro de diez a?os no habr¨¢ iglesias rom¨¢nicas, sino mezquitas. Es posible que esas sandeces paranoicas y etnoc¨¦ntricas sean compartidas por un n¨²mero considerable de personas; pero eso no es una justificaci¨®n de su validez, sino que, por el contrario, deber¨ªa alarmar y avergonzar a Pujol y a Mas. Porque es una bomba de relojer¨ªa contra la convivencia, y porque supone un fracaso pol¨ªtico del que son en gran medida responsables.
Lo interesante del caso Ferrusola es que muestra la urgencia y la verdadera dimensi¨®n del problema de los emigrantes. Nos estamos jugando literalmente el futuro con este asunto; de nuestros actos de hoy depende que tengamos ma?ana un pa¨ªs multicultural, pac¨ªfico y cohesionado, o que vivamos en una sociedad injusta, extremadamente violenta y amedrentada. Cada d¨ªa que pasa sin que avancemos en la construcci¨®n de ese futuro es un d¨ªa que perdemos. Necesitamos a los inmigrantes; y necesitamos aprender a convivir con ellos. ?ste es un reto apremiante y crucial, el asunto m¨¢s importante al que se enfrenta este pa¨ªs adem¨¢s del terrorismo (por cierto que ambos temas comparten la intolerancia xen¨®foba); y es un reto, por a?adidura, que nos afecta a todos.
Quiero decir que los inmigrantes no son un problema s¨®lo del Gobierno, sino de toda la sociedad. Esto es, est¨¢n implicados los dirigentes auton¨®micos, los partidos pol¨ªticos, las instituciones, los medios de comunicaci¨®n, los ciudadanos. Fue un alivio escuchar las l¨²cidas palabras de Zapatero hace unos d¨ªas, cuando exhort¨® al PSOE a dejarse de intereses partidistas en el tema de la emigraci¨®n, porque arriesgamos demasiado. Necesitamos que un impulso de grandeza recorra este pa¨ªs, para resolver este asunto con decencia y poder estar a la altura de la Historia.
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